Veintiocho

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Cuando regresamos al coche después de nuestra pequeña aventura, sentí que Luisita estaba algo nerviosa todavía, como si en su garganta se estuviesen atragantando las palabras de algo que me quería proponer y el viaje se me hizo más corto de lo normal a pesar del silencio que nos envolvía, supongo que por las pocas ganas que tenía de dejar a la rubia en su casa y marcharme sola a la mía.

Al entrar en Madrid, agradecí que el tráfico hubiese disminuido un poco y, tras callejear un poco por aquel céntrico barrio, conseguí aparcar casi al lado del edificio en el que vivía Luisita.

— Bueno, pues, has llegado a tu destino — dije con una pequeña sonrisa y ella me miró.

— Sí — respondió en un tono un poco inaudible — Oye, Amelia que he estado pensando y, si quieres puedes subir un rato y tomamos algo. Tengo un sofá muy cómodo.

— Sí, claro, aunque, Buffy — dije mirando a mi fiel compañera que se la notaba algo más cansada y estaba tranquila en la parte de atrás.

— Buffy está más que invitada, a ver qué tal se lleva con Niké.

— Miedo me dan — quise bromear.

Me aseguré de que no me dejaba nada dentro de la furgoneta, cogí la correa de Buff para que de primeras no hubiese ningún problema y caminamos directas al ascensor para subir hasta aquel ático en el que ya había estado antes. Niké vino corriendo a saludar a Luisita en cuanto escuchó el sonido de la puerta, pero, una vez cumplió su tarea y reparó en la presencia de Buff comenzó a bufarla, haciendo que esta también se pusiera un poco nerviosa.

— Me da que a alguien no le ha hecho mucha gracia esta visita — le dije a Luisita, que intentaba coger a su gata con miedo de que hubiese un enfrentamiento aún mayor entre las dos.

— Nunca la había visto así — contestó, siempre es bastante cariñosa.

— Ya, cariño, pero entre gatos y perros te puedes encontrar de todo.

— Voy a llevarla a mi habitación para ver si así se calma un poco, poneos cómodas mientras.

Luisita desapareció y yo decidí sentarme en el sofá que tenía enfrente de una televisión bastante grande y comenzaba a acariciar a Buff, que se arrimaba a mí pidiendo algo de mimos al encontrarse en un lugar que era completamente nuevo para ella.

— Vas a tener que intentar llevarte bien con Niké, porque si no tenemos un problema — bromeé mientras ella me miraba con sus ojitos.

La rubia entró de nuevo poco después y se dirigió hacia la barra americana que tenía.

— ¿Qué te apetece? Tengo vino, cerveza, refrescos…

— No debería beber alcohol si quiero conducir después.

— Bueno si quieres puedes dormir aquí. Que no digo que duermas en mi cama si no quieres, tengo una habitación de invitados con una cama muy cómoda y unas vistas bastantes bonitas y si no te apetece, puedes beber otra cosa o, no sé.

— Hombre, ya que me invitas a dormir aquí, prefiero hacerlo en tu cama, contigo, siempre que tú quieras.

— Claro que quiero, ni siquiera sé por qué he dicho lo de la habitación de invitados porque me muero de ganas de volver a dormir abrazada a ti.

— Ya lo sabía yo — respondí con chulería, rebajando un poco la tensión — Una cerveza estaría bien si tienes.
Luisita volvió con un par de cervezas en una mano y un bol en la otra, temiendo que se le cayera algo por el camino. Lo dejó en la mesita que tenía enfrente y cogió lo que parecía una bolsita de frutos secos para servirlos en el bol.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora