Veinticinco

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Podía escuchar el latir acelerado del corazón de Amelia en esa postura en la que nos encontrábamos y eso me hacía sentir mal y bien a la vez. Bien por ser capaz de generar eso en ella, pero mal por ser tan tonta. Era raro porque estaba super a gusto con ella, por primera vez mi cuerpo reaccionaba, quería más, incluso yo misma había dado pasos más allá, pero de repente llega la inseguridad, la inexperiencia, los nervios, el miedo y te paralizan.

En realidad, técnicamente no era la primera vez que Amelia y yo pasábamos esa barrera, pero la otra vez había sido tan diferente. Fue una cosa incontrolable del momento, creo que yo misma no era consciente de lo que estaba pasando y lo principal era que yo no había tenido que hacer nada. Ahora tenía tantos pensamientos intrusivos de si estaría a la altura, si sabría qué hacer, Amelia tenía tanta experiencia y yo casi que podía contar mis experiencias con los dedos de una mano y desde luego no habían sido con ninguna mujer. Me moría por tocarla también, saber qué se siente siendo la culpable de llevar a la otra persona a la locura, pero me sentía tan pequeñita que cuando he visto que la cosa iba a escalar de repente me he bloqueado.

Amelia había sido tan mona una vez más, pero me daba miedo que pudiera cansarse de todas mis tonterías. No había hecho caso a la película desde que comenzó y ya iba a ser tarde para poder reengancharme, tampoco creía que fuera capaz de dejar de darle vueltas a todo lo que había pasado.

La morena no dejaba de acariciar mi pelo, hasta que comprobé que el recorrido de sus manos era cada vez más pausado. Me giré y me di cuenta de que tenía los ojos cerrados y la respiración pausada. Estaba tan guapa en aquella posición, descansando, tan calmada, que decidí acercarme un poco más a su cuerpo hasta que sentí que mis ojos también comenzaban a pesarme demasiado, Amelia me rodeó inconscientemente, protegiéndome así de una caída inminente, apoyé bien mi cabeza en su pecho y me quedé profundamente dormida.

— Luisita — escuché que me llamaban en sueños — Luisi — volví a oír mientras una mano acariciaba dulcemente mi mejilla.

Abrí los ojos lentamente y me encontré de lleno con los de Amelia.

— Venga, dormilona, vamos a la cama, que aquí nos vamos a dejar la espalda — remoloneé un poco y me abracé aún más a ella — Luisita, va, que allí vamos a estar más cómodas.

Asentí, con los ojos todavía cerrados, y me sentí un poco huérfana cuando Amelia fue la primera en incorporarse. Se levantó y me dio la mano, que acepté dejándome guiar hasta su habitación. No había llegado a entrar allí nunca y, dentro de lo poco en lo que me pude fijar, observé un cuadro con el rostro de una mujer que me llamó bastante la atención. La morena abrió la cama y me dejó elegir el lado, caí inmediatamente, pasando mi mano por debajo de la almohada.

— ¿Quieres algo para estar más cómoda? — me preguntó bajito — Mira, te dejo esta camiseta aquí, puedes dejar tu ropa en la silla.

Asentí y me volví a incorporar, viendo cómo Buffy entraba en la habitación de manera sigilosa y se tumbaba en el final de la cama. Me cambié rápidamente y volví a tumbarme, sintiendo cómo Amelia entraba de nuevo con una camiseta larga y se tumbaba de nuevo a mi lado.

— Buenas noches, Luisita — dejó un beso cariñoso en mi frente y yo, casi de manera automática, volví a acurrucarme en su pecho.

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Cuando me desperté al día siguiente, sentí unos ojos que me observaban en calma. Sonreí un poco y ella hizo lo mismo al instante.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora