Treinta y siete

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— Hola — Luisita susurró aquel saludo con una voz bastante débil. Sus ojos rojos mostraban que también había estado llorando y su cara no desprendía la esencia que ella solía tener de normal. No contesté a su saludo y ella continuó hablando — Sé que seguramente no me querrás ni ver, pero no sabía ya qué hacer y, bueno, alguien me ha dicho que si de verdad me importas tendría que demostrarlo y no darme por vencida, así que aquí estoy. Necesito hablar contigo, Amelia, por favor, déjame explicarme y luego ya me mandas a la mierda o lo que tú quieras, pero hablemos — me suplicó.

— Luisita, yo…

— Por favor — volvió a suplicar.

— Está bien, pasa — le abrí un poco más la puerta y vi cómo Buffy se acercaba a ella en busca de algún que otro mimo. — Siéntate si quieres — le ofrecí señalando el sofá — ¿Quieres algo?

— No, no quiero molestar — asentí, pero no le hice mucho caso y fui a por agua para ambas.

— Tú dirás.

— Lo siento mucho, Amelia, de verdad, necesito que me creas y que sepas que de verdad estoy arrepentida. No lo quería hacer, en serio, ni siquiera me reconozco, pero mi madre saca la peor parte de mí y de pronto me vi diciendo algo que no pensaba en absoluto. Y sé que lo escuchaste, por eso quiero que sepas que estoy muy arrepentida por ello y por haberte ignorado al verlos, no lo tenía que haber hecho, tenía que haberme quedado contigo, haberte presentado como una amiga y haber actuado de otra manera.

— El problema no es ese Luisita.

— Te prometo que voy a cambiar, Amelia. No volverá a ocurrir. Se lo he contado a mi hermana y me ha hecho recapacitar y pensar qué es lo que de verdad quiero y yo te quiero a ti, me da igual todo lo demás.

— ¿Sabes cuál es el problema? Que está muy bien todo lo que dices, pero después de esto, ¿quién me dice a mí que no volverá a pasar? No me gusta vivir en el armario y accedí a darte tiempo porque sé lo complicado que es, pero una cosa es eso y otra muy diferente pasar a ser una completa desconocida y escuchar cosas que me hicieron demasiado daño. No me esperaba eso de ti y sé que lo dijiste bajo la influencia de tu madre, pero no puedo estar en una relación en la que tanto tú como tu familia os avergonzáis de mí, de lo que soy.

— Yo no me avergüenzo de ti — me dijo con los ojos brillantes de nuevo — ¿Cómo puedes llegar a pensar eso?

— Te avergüenzas de mí cuando estás delante de tu familia. ¿Eso en qué lugar me deja a mí? Ya he sufrido antes por esto, y ahí el problema era algo solo de asumir su orientación sexual, pero es que aquí el problema es doble.

— ¿A qué te refieres?

— Pues a que además de eso, tenemos un problema de clase.

— Pero eso no es un problema, de verdad que a mí todo eso me da igual. 

— Y a mí, pero a ti no te da y a tu familia menos y yo además no quiero convertirme en el problema entre tú y ellos.

— Amelia, pero es que tú no eres el problema. Yo sé que esto es una cosa mía y sé que no les va a gustar, pero aunque no estemos juntas eso no va a desaparecer.

— Lo sé, pero quizás encuentras a alguien que les guste más o que sepa llevar mejor esta situación.

— Amelia pero es que a la que le tiene que gustar es a mí y a mí me gustas tú.

— ¿Sabes lo que pasa, Luisi? Que creo que tienes una lucha entre tu cabeza y tu corazón y de verdad que lo entiendo porque sé que tu situación no es fácil, pero sinceramente tengo miedo.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora