Veintiséis

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Después de acercar a Luisita a su casa, me apetecía desconectar un poco de todo e ir a ver a Marina y a la gente de la asociación. Eso siempre me ayudaba mucho a relativizar mis problemas y no es que no fueran importantes, porque al final cada uno se preocupa de sus cosas, pero en cierto modo me servía para colocar cada cosa en su lugar y solo darle la importancia que realmente merecía.

Llegué allí y enseguida los niños vinieron a saludarme y también algunas de las madres que ya conocía bastante bien después de tanto tiempo, hasta que por fin pude llegar al lugar donde estaba Marina. La vi hablando por teléfono y rodeada de papeles como la mayoría de las veces que venía aquí.

No tardó mucho en colgar y levantarse para darme un abrazo.

— ¿Qué tal, amor?

— Bien.

— Eso no suena como muy bien.

— De verdad, estoy bien. Luego hablamos más tranquilamente. — le expliqué — ¿Tú qué tal?

— Bien, déjame que termino unos informes que tengo a medias y nos vamos ¿vale?

— Perfecto. Voy yo a hablar con Nuria mientras — le avisé y me fui a buscarla. Nuria era una de las madres que estaba en la asociación y a la que llevaba conociendo por años. Ella había sufrido violencia de género, pero consiguió salir de esa situación gracias a la ayuda de Marina y ahora colaboraba mucho aquí. Estuve un rato hablando con Nuria y ayudando en todo lo que me dijo hasta que mi amiga vino a buscarme ya con todas sus cosas.

—¿Qué quieres que hagamos? — le pregunté.

— ¿Podemos ir a picar algo? Me muero de hambre.

— Vale, pero vamos a un lugar tranquilo, que no me apetece que vayamos dónde siempre y nos encontremos con gente y nos liemos.

— Si quieres podemos ir a mi casa y pedimos algo.

— Pues me apetece más, allí en tu mini terracita.

Las dos nos fuimos en mi furgoneta hasta su casa y, nada más llegar, pedimos algo para que no tardaran demasiado en traernoslo. Marina sacó un par de cervezas de su nevera y nos acomodamos en el sofá.

— Bueno, cuéntame, ¿qué tal con Luisita? — me preguntó, siendo más rápida que yo.

— Muy bien, me encanta pasar tiempo con ella y ahora más aún después de aquel beso.

— ¿Entonces? — me preguntó preocupada.

— Me da miedo.

— ¿Qué te da miedo? Porque si es tan perfecta y estás tan bien, no lo entiendo.

— Pues eso precisamente. Creo que me estoy encariñando demasiado rápido de ella ¿y si se arrepiente de todo o se echa para atrás? Esta noche hemos dormido juntas y ha sido una sensación tan bonita que hacía tanto que no tenía.

— Ay, Amelia — soltó mirándome con cariño — ¿Por qué piensas que se puede echar para atrás? Por lo que me has contado creo que Luisita no está dando ninguna señal de que vaya a hacerlo, al contrario, te está demostrando mucho a pesar de lo que es su situación.

— Ya, pero ¿y si por su situación llega un momento en el que no quiere seguir adelante? Después de todo lo que viví con Sofía, ahora que ya me siento distinta, que sé que he dejado bien cerrada esa parte de mi vida, me entra el miedo y me siento tonta por ello.

— Pero a veces también está bien, no me refiero a tener miedo, si no a esa incertidumbre de qué podrá pasar cuando comienzas una relación. Lo que pasa Amelia es que tienes que darle un poco la vuelta. Lo que pasó con Sofía pasado está, dolió y ahí estuvimos para sacarte y ahora, si te soy sincera, te veo de nuevo con ese brillo cada vez que hablas de Luisita y eso es lo más bonito de los inicios. No te adelantes a las cosas, no te pongas en el peor de los casos, disfruta de cada momento, poco a poco, no todo será un camino de rosas, pero hasta de las espinas se aprende y se disfruta.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora