Veinticuatro

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Aquel beso me había pillado totalmente de improvisto. Me extrañó mucho ver que quién llamaba a la puerta de mi casa era Luisita y mucho más lo que hizo después, pero, si era completamente sincera, me había encantado. Sus ojos mirándome de aquella manera, sus labios tan apetitosos, sus manos temblando un poco de los nervios en mis mejillas, mis manos recreándose en su cuerpo... Suspiré intentando calmarme un poco y fui a la cocina a coger un botellín de cerveza frío para ver si así se me quitaban un poco los sudores que habían despertado en mi cuerpo.

Me la bebí bastante rápido y me tumbé en la cama, mientras la televisión de mi habitación sonaba de fondo, aunque no le estuviera haciendo caso. Pensé por un momento en si llamar a Marina para contarle lo que acababa de pasar, pero, de alguna manera, también quería quedarme aquello un momento para mí, por si Luisita al día siguiente se arrepentía y hacía como si no hubiese pasado nada. Buffy subió a la cama también, apoyándose encima de mis piernas y dejando que la acariciara, mientras seguía en mis propios pensamientos.

Tenía muchas dudas en mi cabeza, especialmente sobre cómo actuaría la rubia después de aquello, por si tan solo había sido un acto de valentía del que luego se fuera a arrepentir, pero a la vez no podía borrar aquella escena de mi mente y me estaba volviendo completamente loca. Aproveché que Buffy se fue de la habitación para beber agua y sentirse libre por los espacios que había vacíos de la casa y me tumbé del todo, apoyando mi cabeza en la almohada y apagando la lamparita que tenía encendida, al igual que la televisión. Cerré los ojos y las imágenes volvieron a mi cabeza, recreándome sobre todo en nuestros labios y mis manos descubriendo su anatomía. No pude más y llevé una mano entre mis piernas para aliviar la tensión que Luisita había creado y me dormí profundamente pensando en ella.

Cuando me desperté al día siguiente, sentí los nervios recorrer mi cuerpo. Saqué un rato a Buffy a la calle para su paseo matutino y, al llegar a casa me preparé, me tomé un café para poder despejarme algo y salí directa a coger mi furgoneta e ir para el edificio. El camino lo hice cantando las canciones que sonaban en la radio, para así despejar un poco mi mente y, en cuanto entré, vi que la rubia ya estaba por allí.

Dudé si acercarme a la oficina o no, pero finalmente me decidí. Subí primero las cosas que necesitaba a la planta en la que estaba trabajando y volví a bajar hacia su oficina, aprovechando además que todavía me quedaban unos cuantos minutos para comenzar mi jornada.

— ¿Puedo pasar? — le pregunté, a lo que ella asintió con una pequeña sonrisa. Aquel gesto me tranquilizó bastante.

— Hola — me saludó — ¿qué tal?

— Bien, ¿y tú? — dije tanteándola un poco.

— Bien — dijo sin borrar la sonrisa — la verdad es que he dormido muy bien esta noche.

— Ah, ¿si? Me alegro, oye, ¿y puedo saber por qué?

— Pues quizás no está muy bien porque estuve en un velatorio, pero es que después hice una cosa que no sabía que me iba a atrever tan pronto y me encantó.

— ¿No te arrepientes?

— Para nada — respondió y sentí bastante alivio — ¿Tú? — me preguntó un poco nerviosa.

— Tampoco — contesté viendo cómo se mordía el labio y agachaba un poco la cabeza — Me gustó mucho y, si te soy sincera, me encantaría repetirlo, pero no sé muy bien cómo actuar y nunca me había pasado esto.

— Vaya, veo que no solo tú me pones nerviosa a mí.

— Ya ves — dije.

— Pues tendré que tomar yo la iniciativa de nuevo — soltó levantándose y acercándose a mí.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora