Dieciséis

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Me había descolocado un poco la llamada de Luisita. De hecho, cuando vi su nombre en la pantalla de mi móvil dudé si cogerlo o no, pero finalmente lo hice. Reconozco que fui un poco orgullosa, pero después de que no quisiese ni hablar conmigo, no pensaba dar mi brazo a torcer tan fácilmente.

Después de aquellas dos llamadas, pensé un sitio en el que poder quedar y, el miércoles por la mañana, le mandé la ubicación de una terraza que había cerca de mi casa para que nos pudiéramos ver allí en un ambiente en el que yo me sentía más segura y, para qué mentir, me divertía la idea de saber que Luisita tendría que pisar Vallecas por primera vez con lo mal visto que estaba el barrio para la gente como ella que realmente no sabía nada sobre la zona.

Estuve la mayor parte del día pensando en cómo sería ese encuentro, en si hablaríamos de algo más o simplemente nos limitaríamos a centrarnos en el trabajo del que me quería hablar. Di una vuelta con Buffy para desconectar un poco, llamé a mi madre para ver cómo estaban y, cuando me quise dar cuenta, era casi la hora a la que habíamos quedado, así que terminé de prepararme y bajé en dirección a la terraza.

Estuve esperando a Luisita al lado del parque que había por allí, hasta que la vi bajar de un taxi tan bien vestida como ella siempre solía ir. Me vio a través de sus gafas de sol y cruzó el semáforo para llegar hasta mi lugar.

—- Hola —- susurró nada más ponerse enfrente de mí.

—- Hola —- respondí yo un poco más fría de lo normal —- Es ahí —- comenté señalando el sitio de color naranja —- ¿vamos?

—- Sí, claro.

Vi que observaba con detenimiento cada esquina del lugar y aprovechaba las gafas para detenerse un poco también en la gente que nos encontrábamos a nuestro paso.

—- La verdad es que es un barrio normal —- oí que comentaba.

—- ¿Qué te creías que era? ¿Un gueto? No tenemos el mismo nivel que en el tuyo, pero se vive bien y tranquilo.

—- Ya, no sé. Mis amigos siempre decían que si venías aquí te iban a robar o que tuviésemos cuidado por si nos contagiábamos de algo malo.

—- En fin —- dije flipando un poco —- A ver, quizás si vas de cayetano sí que te pueden robar porque desentonas, pero llevo tiempo viviendo aquí y no me ha pasado absolutamente nada.

—- ¿Tus padres no son de Vallecas?

—- No, son de Chamberí. De hecho yo he vivido allí casi toda mi vida, hasta que me independicé.

—- ¿En serio? —- preguntó mirándome —- Yo pensaba que... Bueno, da igual —- soltó desechando lo que iba a decir.

—- ¿No me imaginabas de un barrio así? Las sorpresas que te da la vida, eh.

—- Quizás debería no tener tantos prejuicios, tienes razón, pero no es fácil cuando te has educado con eso toda la vida, con eso y con otras cosas —- me dijo mirándome.

—- Eso es importante.

Nos sentamos en una de las mesas que estaban más alejadas y vi que la camarera estaba atendiendo a otra gente, pero enseguida se acercó hasta nosotras.

—- Anda, Amelia, ¿qué tal? ¿dónde te has dejado a Buffy?

—- Hola —- la saludé con una sonrisa —- La he dejado en casa, otro día de paseo nos acercamos para que la saludes.

—- Perfecto, que la echo de menos —- comentó —- Bueno, chicas, ¿qué os pongo?

—- Yo quiero un tercio de los de siempre. —- ella asintió y miró a Luisita que parecía algo más dudosa.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora