Doce

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Estaba cantando mientras terminaba de pintar una pared cuando me pareció escuchar cómo alguien me llamaba. Me di media vuelta y sonreí al ver que asomándose a través del marco de la puerta estaba Luisita observándome. Bajé el volumen de la música y le hice un pequeño gesto para que entrara sin problema.

— Hola — me dijo — ¿Te interrumpo?

— No te preocupes, puedo seguir después, mientras que no se entere una rubia que hay por aquí y que va de jefa.

— Qué graciosa — respondió ella con una sonrisa.

— ¿Querías algo?

— La verdad es que venía para ver si te apetecía tomar un café conmigo y así también hacías un pequeño parón merecido. Seguro que esa tal jefa te deja un rato de libertad.

— No sé yo, pero será tu responsabilidad.

— Asumo las consecuencias. ¿Entonces?

— Sí, claro, dame un momento que vaya a lavarme las manos y voy.

— Perfecto, te espero en la máquina.

Luisita se dio media vuelta y yo me dirigí hacia el cuarto de baño para limpiarme un poco. Me sequé bien las manos y subí hasta una de las últimas plantas donde estaban la mayoría de las máquinas con algunas mesas para que los futuros trabajadores de aquel edificio tuviesen su pequeño lugar de desconexión. Entré por la puerta y allí estaba ella sentada en uno de los taburetes concentrada mirando el móvil mientras enrollaba uno de sus mechones en su dedo índice.

— Ya estoy aquí — anuncié.

— Genial, te he cogido un cappuccino de avellana como el del otro día.

— Ay, gracias, es uno de mis favoritos.

— Lo sé — soltó y yo la miré un poco extrañada.

— Es el que siempre sueles coger de la máquina.

— Uy, ¿me vigilas?

— No, pero hemos coincidido más de una vez y me he fijado.

— Ya, eso dices.

— Mira que eres tonta, de verdad.

— Por cierto, ¿quieres ver cómo terminó el mural? Hice algunas fotos y grabé las reacciones de los más pequeños.

— Ay, sí, por favor — me respondió con una voz que parecía de niña buena.

Cogí el móvil del bolsillo de mi peto y busqué alguna de las fotos, se las mostré, dejando que cogiera mi móvil y vi la ilusión en sus ojos al comprobar el resultado final.

— Te ha quedado precioso, Amelia — susurró fijándose en cada detalle.

— ¿Tú crees? Aunque, bueno, no solo es mérito mío eh.

— Si yo solo hice una esquinita, eso no es nada comparado con esta obra, vamos.

— Pues ya te digo que a alguna de las pequeñas les gustó mucho tu mariposa y la luna, mira.

Volví a hacerme con el dispositivo y le enseñé un video.

— ¿Es mi parte?

— Sí — asentí — A Adri y a Oli les encantó. Son las hijas de unas compañeras del hospital y estaban entusiasmadas. Su madre da allí clases y me dijo que te diera las gracias por haber contribuido a aquello y que cuando quieras puedes volver por ahí. Hacen además muchas actividades a través del aula que tienen, yo he ido alguna vez y es muy bonito ver la sonrisa que se les dibuja a los niños. Al final, con tener algún medio para que las horas entre esas paredes no se les hagan tan eternas, se dan por agradecidos.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora