Parte 5

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Llegamos al hotel y mi nerviosismo era evidente. ¿Y si le decía que era una broma? No, ¿como se me ocurre tal estupidez?. Al subir al ascensor marqué su piso, este estaba sobre el mío, pero prefería dejarla a ella sana y salva antes de llegar al mío, además de que quizás eso me daría valor de sincerarme con ella.

El silencio era incómodo y asfixiante, ¡genial!, lo había jodido todo. ¿Que tan idiota hay que ser para echar a la basura tan lindo día solo por no pensar bien cómo decir las cosas?

Las puertas del ascensor se abrieron dejándome con el amargo sabor de la despedida incómoda que seguro me daría, sabía que su silencio solo se podía significar que buscaba y rebuscaba en su interior las palabras para no lastimarme, así de considerada es, la seguí hasta su puerta y hablé, si de todos modos había jodido mi oportunidad con ella por mi boca floja al menos dejaría en claro lo mucho que me gusta y así evitar cualquier mal entendido en el futuro. Porque a pesar de lo bella que es y del maravilloso cuerpo que tiene, fue su personalidad y carisma lo que me atrapó, y no quiero que eso sea puesto en duda.

-SeoJin- la llame luego de que la puerta de su cuarto se encontrara abierta, esta giró sobre sus talones y posó su mirada sobre mí, estaba nerviosa, su mirada pasaba de mis ojos, a sus pies en segundos, sus manos sujetaban con fuerza la correa de su pequeño bolso, toda ella estaba mojada, así que esto debía ser rápido, no quiero que enferme por mi culpa. -Lo que te dije hace rato es cierto, me gustas, mucho, con esto no quiero presionarte a sentir lo mismo que yo, pero quiero que lo sepas, quiero que sepas lo dispuesto que estoy a ganarme tu amor y el de SeoMin, y quiero que sepas lo enserio que van mis sentimientos hacia ti.- hablé atropelladamente, luego respiré varias veces para calmar mi nerviosismo y continué, -Se que abrirte nuevamente al amor no será fácil para ti, pero estoy dispuesto a esperar lo que deba, aunque si en algún momento te incomodan mis tratos o aptitudes para contigo o el bebé puedes decírmelo, siempre respetaré tu opinión, y si decides rechazar mis sentimientos no te incomodaré insistiendo, y no porque no me gustes lo suficiente, porque lo haces, créeme que si, sino porque quiero tu felicidad y tranquilidad a pesar de que eso signifique que sea lejos de mi.- dije y estudié su rostro, roja hasta las orejas, su labio interferir era mordido por ella en señal de ansiedad y su pie derecho se balanceaba de un lugar a otro. Sus ojos no se mantenían quietos, abría y cerraba su boca buscando quizás cómo responderme, quizás no sabía cómo rechazarme gentilmente. -No tienes que decirlo si no quieres, como dije no te presionaré o insistiré, así que no volveremos a tener esta conversación, haremos como que nada pasó-, dije y le regalé una sonrisa forzada para luego girarme y tomar el ascensor.

¿Me arrepentía? No, al menos había dicho todo lo que mi corazón sentía, al menos lo había intentado, al menos había hecho lo que este me dictaminó en el momento y no se me puede juzgar por eso. No por amar.

Si debo alejarme de ella en el ámbito personal al menos no tendré arrepentimientos sobre no haber dicho lo que sentía, al menos si la veo con alguien más nuevamente será porque ella lo eligió por sobre mí y no porque fui tan cobarde de no hacerle saber lo que sentía.

Quizás estoy buscando mi propio consuelo con estos vagos pensamientos, porque se que no es así, tranquilo no estaré, me conozco, sé que a pesar de todo el sentimiento de rechazo me hará perderme a mí mismo, se que no toleraré que me ignore para así evitar ensanchar mis sentimientos y a pesar de todo la entenderé si lo hace porque a pesar de que la amo ella no está obligada a hacerlo conmigo.

-No quiero que lo hagas- escuché tras de mí, giré mi cuerpo y lo repitió -No quiero que te alejes-, dijo y su labio temblaba por el frío que debía sentir, respiré, ¿en qué momento había retenido l aire en mis pulmones negándole así la salida? No lo recuerdo.

No espere más y me acerqué a ella a paso rápido para luego tomar su rostro en mis manos y besarla, por fin, por fin era conocedor de la maravilla que era fundir  mis labios con los de ella en un beso. El beso era lento pero intenso, la combinación perfecta entre sutileza y pasión. Por fin conocía lo bien que se sentían sus manos arrugando la tela de mi camisa a mis costados para acercarme más a ella.

Y lo bien que sabían sus labios, VAINILLA, ese será mi sabor favorito desde ahora.


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