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Como pensé hacer, salí corriendo. Antes de estar fuera del local, la gente me impedía el paso, por lo que tuve que dar varios empujones. Ya en la calle, el frío penetraba mi piel, y las lágrimas humedecían mis mejillas. Todo estaba algo borroso. Me costaba mantener el equilibrio. Dificultosamente, me senté en el suelo, apoyada en una pared.

Parecía imbécil. Yo no era así. Yo no me enfrentaba a los problemas yéndome de fiesta. Por lo menos, la Hailey de ahora no. La de antes, no tenía ni idea. La Hailey de antes era todo un misterio para mí. Y lo peor es que Harry me había visto así. Me había visto derrumbada por él. Harry me daba cosas que poca gente podía darme, y tenía todo el derecho a echarlo de menos y a mandarlo todo a la mierda por haberme echado de su vida. Y aunque era cómo realmente me sentía, no podía permitirme que me viese así. Tenía una dignidad, aunque estuviese más borracha que una cuba.

Los pensamientos estaban muy distorsionados en mi cabeza. Quería dormir y no despertarme nunca.

-Hailey...- dijo una voz.

Giré la cabeza a un lado. Harry, estaba ahí, mirándome con cara de pena. ¡No soportaba eso!

-Vete- le pedí.

-No te voy a dejar así- dijo.

-Que te vayas.

-Me cago en la puta, no quiero.

-Querías que dejásemos de vernos, simplemente hazlo. Cuanto antes te deje de ver, antes te olvidaré y menos tiempo pasaré odiándote- dije en un arrebato de sinceridad, algo brusco.

-Hailey venga, no puedes pasar aquí la noche.

-No te importa.

-Sí me importa- dijo serio.

-Qué mentiroso- dije rodando los ojos.

-Qué imbécil- me dijo.

-Ay eso me suena de alguien- dije haciéndome la interesante.

-Dios mío- dijo Harry en voz baja.

Seguidamente, me agarró de la mano y me levantó. Parecía enfadado.

-¿Qué haces? Suéltame.

Me costaba mantenerme en pie.

-No.

-¡Que no me toques! ¡A que grito!- dije, ya gritando.

Harry se agachó y me cogió por la cintura, para después levantarse y subirme a su hombro. Empezó a andar.

-¡Bájame! ¡Estás loco!- le grité.

Si estaba inestable de pie, boca abajo, peor.

-No.

-¡Que me bajes!

-Cállate ya Hailey- dijo sin entusiasmo.

-¡Eres un estúpido, un imbécil, un cabrón, un gilipollas...!- me interrumpió. Estaba totalmente fuera de mí y estaba haciendo un poco el ridículo. El alcohol y yo no éramos una buena combinación.

-Sí, lo que tú digas, pero como no te calles de una puta vez te voy a poner cinta americana en la boca.

Empecé a patalear y a darle golpes en la espalda para ver si así me bajaba. Efectivamente, me bajó. Pero me di cuenta de que no fueron por los puñetazos, sino porque acabábamos de llegar a su coche.

-Sube.

-Estás loco si piensas que me voy a montar en tu coche- dije mientras me cruzaba de brazos.

-Vamos a comprobarlo- dijo vacilante.

Abrió la puerta del coche y me empujó. Gracias a la borrachera que llevaba, caí en el asiento y él cerró. Se montó en el asiento del conductor, a mi lado.

Remember «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora