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Me acerqué a Ian y me agaché. Chelsea hizo lo mismo.

-¿Estás bien?- le preguntó ella.

Era algo irónico, ya que tenía una pinta horrible.

Ian se limitó a mover la cabeza, pero no sabría distinguir de si estaba negando o asintiendo.

-Dios mío, tiene que ir al hospital- le dije a mi amiga, refiriéndome a Ian.

Me levanté y miré alrededor. Y entonces, me di cuenta de que mi madre se había ido, cosa que no me importó en absoluto, es más, me sentí aliviada. Pero algo que no me hizo tanta gracia fue la repentina desaparición de Harry. Se había hecho daño y no tenía ni idea de dónde podría haber ido. Además, no me gustó la forma en la que actuó. Se puso bastante borde y se fue sin más.

Resoplé y me crucé de brazos.

-Hailey- me llamó Ian con un hilo de voz, unos minutos después.

Me aproximé a él.

-Dime.

Señaló con las pocas fuerzas que tenía a mis espaldas. Me giré y vi a mi hermano corriendo y alterado, aproximándose hacia nosotros. Tras él, venían dos hombres con uniforme de ambulancia. Traían una camilla plegada.

-¡Es aquí!- dijo Finn nervioso.

Los dos hombres que lo seguían, que vieron a Ian tumbado en el suelo, fueron hacia él y desplegaron la camilla a su lado. Después, lo cogieron con mucha delicadeza, uno por los hombros y otro por los pies para ponerlo en ésta. Seguidamente, lo levantaron y se lo llevaron corriendo hasta la ambulancia. Chelsea, Finn y yo los seguimos.

-Puede venir un acompañante- dijo uno de los sanitarios.

-Voy yo- dijo Finn decidido.

-¿Qué? No, eres demasiado pequeño- intervine.

-¡Pero si tengo quince años!

-Por eso mismo. Voy yo- dije.

-¡Tú no sabes nada sobre él!- gritó mi hermano.

-¡No vas a saber controlar la situación! ¡Soy tu hermana mayor y he dicho que voy yo!

-Por favor, decídanse- dijo el sanitario.

-Chelsea, hazte cargo, por favor- le pedí a mi amiga refiriéndome a Finn.

-Tranquila- me dijo calmada.

Sin dejar que mi hermano rechistara más, subí a la ambulancia y el paramédico cerró las puertas. El vehículo empezó a moverse rápida y ágilmente por las calles de la ciudad, mientras la sirena sonaba.

-¿Me puede decir su nombre?- le dijo el sanitario a Ian.

Él parpadeó muy lentamente, e intentó decir algo, pero no se le entendió.

-¿Lo sabe usted, señorita?- me dijo a mí.

-Sí, Ian Hastings- le dije seria.

-Bien, gracias- dijo amable.

Él se giró y apuntó algo en una libreta. Después le cortó los pantalones a Ian para poder tener una mejor visión de su pierna y de la quemadura.

-Señorita, ¿cómo se llama?- me preguntó.

-Hailey.

-Bien, Hailey, tienes que ayudarme.

Agradecí que dejara de tratarme de usted.

-Vale, ¿a qué?

-Tenemos que mantenerlo despierto, así que mientras lo curo puedes hacerle algunas preguntas.

Remember «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora