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-No dejes que la gente de ahí fuera te estropee la vida. Vales más que eso- dijo Harry mirándome fijamente a los ojos.

Negué con la cabeza, mientras la agachaba. Harry tomó mi rostro entre sus manos y con sus dedos pulgares, secó mis lágrimas que todavía se resbalaban por mis mejillas.

-¿Por qué eres así?- le pregunté melancólica.

-¿Así, cómo?- dijo alzando una ceja.

-O estás borde, o me sacas de algún apuro. No... No te entiendo. Tampoco me hagas mucho caso, no me entiendo ni a mí.

Y eso era algo que me quitaba el sueño. No paraba de darle vueltas. La palabra Harry había estado muy presente en mi cabeza. Y no lo entendía. Era como si siempre lo echara de menos.

-Supongo que el poder del corazón es superior al de la mente.

¿Qué quería decir? De verdad que no entendía nada. O me estaba vacilando o yo era tonta. ¿Qué tenía que ver el corazón y la mente con que se portase de forma un poco bipolar conmigo? Oh dios, ¡era tan insoportable no entender nada cuando los demás lo sabían todo!

-¿Qué...?- iba a preguntarle que qué demonios había dicho, pero me interrumpió, evitando el tema.

-¿Sabes que hago yo cuando tengo un problema?- dijo.

-¿Qué?

-Tomar un té.

Me hizo gracia.

-¿Y unas pastas, no?- dije poniendo acento británico, burlándome un poco de él.

-No sé dónde le ves la gracia, Geek- dijo gracioso. Este era un lado que nunca había visto de Harry, aunque era como si lo conociera de toda la vida.

-Yo sí y es muy gracioso.

Negó con la cabeza mientras sonreía.

-Mis chistes son más graciosos que eso.

-Qué pasa, ¿cuentas chistes malos?- pregunté.

-Eso me decías- se aclaró la garganta- me decían.

¿Eso lo había dicho a posta? Todo esto había sido raro.

-¿Quieres un té entonces?

-De acuerdo Sir Harry Styles- dije repitiendo el acento británico.

Se levantó, yo también, y lo seguí hasta su cocina. Su apartamento era normal, no tenía nada que destacar, aunque no lo había visto al completo. Pero me parecía raro que viviera solo (aunque tampoco lo sabía seguro) a su edad. Que también desconocía, pero si iba a mi curso tendría diecisiete, al igual que yo. Aunque aparentaba algo más, la verdad.

Cuando llegamos a la cocina, yo me senté en una silla y él empezó a calentar agua. Simplemente me limité a observarlo. A observar sus tatuajes. Su torso. Sus movimientos.

Cuando terminó, llevó dos tazas con dos sobrecitos cada uno frente a la mesa que yo tenía enfrente, y él se sentó también.

-¿Y esa pulsera?- dijo mirándome la muñeca, por donde asomaba bajo mi manga la pulsera de H&H que Hazel dijo que me regaló.

-¿Sabes? No es nada, olvídala. Me da realmente asco llevarla puesta.

Me levanté, me la desabroché y la tiré a un cubo de basura que había junto a la pared.

Harry abrió los ojos como platos. ¿Qué le pasaba a éste ahora?

-Creo que deberías irte ya- dijo mientras se levantaba.

Remember «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora