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Ya era lunes. Lunes por la mañana. ¿Existe algo peor?

Lo que me quedaba de fin de semana, sábado tarde y domingo, se resumió en estudiar, ver películas y hacer el vago por mi casa. Ah sí, y lo olvidaba: pensar. Pensar hasta olvidar el mundo real y sumergirme en mi mente, sin que nada más importara. Y la pregunta era, ¿en qué había estado pensando? La respuesta no es nada fácil: en todo y en nada. Digamos que el todo se resumía en algo. Más bien, en alguien: Harry. ¿Por qué? Porque Harry me hacía sentir todo. Y bueno, los demás no tanto.

Viéndolo desde fuera era un completo extraño que me había salvado el culo unas cuantas veces. Un ¿ángel de la guarda? Vale que eso sonara cursi, pero lo veía así. Pero ese ángel de la guarda era la persona más oscura, seria, reservada y taciturna, del mundo. Misterio podría ser su segundo nombre. Harry Misterio Styles. Sonaba ridículo, pero le vendría a la perfección.

Pero yo sabía que tenía otro lado. Un lado amable, simpático, risueño. Que lo sacaba poco a poco, cuando me sacaba de algún apuro, y lo sacaba aún más en situaciones especiales, como anoche. Cuando me consoló por todo lo que Hazel me había dicho, cuando me sacó de lo más profundo. Y eso, oh dios, si me lo hicieran cada vez que estuviera mal, sería feliz el resto de mi vida.

Por otra parte, no sabía nada de su vida. ¿Cuál era su edad? ¿Por qué vivía sólo? Y lo que más daba vueltas en mi cabeza, ¿por qué era así? ¿Cuál era la historia de su vida? Era irónico preocuparme por la vida de alguien cuando ni siquiera recuerdo los tres últimos años de mi vida.

Dejé de darle más vueltas a la cabeza ya que al final acabaría explotando y salí de casa hacia el instituto. Iba sola, Finn seguía enfadado conmigo después de disculparme como millones de veces. Tampoco le di más importancia, ya se le pasaría. Esperaba. Además no lo hacía para no comerme más la cabeza. Todo era muy desesperante.

Mi paso era ligero e iba entretenida escuchando música con los auriculares. Breathe me de Sia sonaba en ese momento.

-¡Ey!- escuché por encima de la música que sonaba.

Giré mi cabeza para encontrarme con Ian Hastings en una moto sonriéndome con esa jodida sonrisa que haría a cualquier chico gay.

-Eh, hola- dije algo confundida. ¿Qué quería de mí?

-¿Vas al instituto?- asentí. ¿Por qué preguntaba? Era obvio, ¿dónde iba a ir con la mochila?- ¿subes?

Alcé una ceja. ¿Ian, el chico por el que las chicas del instituto babeaban con sólo verlo, me estaba ofreciendo ir con él a clase? Y no de cualquier manera, ¡en su moto!

-Bueno- terminé aceptando no muy convencida.

Subí en la parte de atrás de la moto y él me entregó su casco.

-Bien, agárrate- dijo mirándome desde el espejo retrovisor. Yo, apoyé mis manos en sus hombros. Él me las cogió y las movió hacia abajo dejándolas en su abdomen. Prácticamente, lo estaba abrazando. Noté como mis mejillas empezaban a arder y por lo tanto, a tornarse rojas, camuflando mis pecas.

Aceleró, haciendo que mi cuerpo se echara un poco para atrás. Iba algo rápido para mi gusto, pero bueno, encima de todo que se ofrecía a llevarme, no iba a decirle nada.

Cuando llegamos al instituto, yo esperé a que parara pero no lo hizo. Siguió por la carretera como si nada.

-Ian, ¿dónde vas?- pregunté nerviosa.

-Es una sorpresa- pude notar como sonreía.

-Pero... Deberíamos ir al instituto.

-Por un día que no vayamos no pasará nada, ¿no?

Remember «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora