𝚂𝚒𝚝𝚞𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝙳𝚎 𝙵𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊 ||•𝑁𝑖𝑔𝒉𝑡𝑘𝑖𝑙𝑙𝑒𝑟•||

•°×07×°•

Miraba con temor el lugar apretando contra su pecho con algo de fuerza su mochila, tenía miedo de ese gran edificio, con demasiado niños y gente que no conocía, por sus ojos salieron una cuántas lágrimas las cuales al rato fueron limpiadas por unos suaves pulgares, lo cuales eran de su preciada madre.

–Se que te asusta, pero es tu oportunidad para hacer amigos y saber muchas cosas–Le sonrió con dulzura mientras bajaba una mano de su mejillas para ponerla en el hombro de este.

El miro nuevamente a la escuela y de vuelta a su madre, la abrazo con fuerza y le dio un beso en la mejilla, ella se levantó y se alejo de su pequeño el cual comenzó a caminar aún temeroso al edificio, volteando de vez en cuando a mirar a su madre quien se despedía con esa dulce sonrisa.

Eran demasiados niños y de solo mirar a su alrededor le asustaba, no sabía que hacer, ni siquiera a dónde ir, hasta que una maestra se acercó a el y se presentó extendiendo su mano, la amabilidad de esta era evidente así que sonrió levemente, sintiendose salvado de su gran confusión y temor.

Oculto mitad de su rostro con su mochila, lo que consistía de la boca hasta la nariz mientras miraba a los demás y era presentado por su maestra, sentía la miradas de los niños del aula sobre el, lo cual le hacían sentir nervioso y temblaba un poco.

–Y no quiero saber que tratan mal a su compañero, escucharon?

–Si maestra!

–Crescent querido, puedes ir a sentarte

Este asintió y miro algún asiento vacio dónde al encontrarlo fue a sentarse de una ahí, relajandose de este ser algo alejado del resto, pero, seguía sintiendo aun esas miradas en el..... Lo atemorizaban.

Ser tímido y demostrar eso es ser la presa fácil para los más grandes o los más molestosos, en este caso, Crescent al demostrar esa timidez y cierta debilidad comenzó a ser molestado por un trío de niños en el descanso, los cuales le quitaron el lonch de las manos y empezaron a pasarse esté entre ellos, riendo ante la escena de Crescent tratar de agarrar su merienda, el pobre trataba como podía de recuperar esa comida que le había preparado especialmente su mamá para el, pero por más que saltará no podía alcanzar su lonchera.

Lágrimas salieron de sus ojos al recibir un empujón y ver cómo esos niños tiraban su merienda y la pisoteaban, dejando nada más pura comida molida y sucia, agachó su cabeza, llorando en silencio, escuchando de fondo las risas de esos bravucones los cuales se fueron alejando.

Se levantó con pesadez limpiando sus lágrimas y recogió la comida, para botarla en la basura e irse a su salón de clases al sonar la campana.

Quien imaginaria que ese sería el otro infierno en su vida