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Día siguiente por la tarde.

Luego de una reunión corta con el nuevo presidente y demás ejecutivos, Mario se había quedado en la sala de juntas, solo, mirando a un punto fijo, pensando en lo que se había discutido, pero sobre todo en ciertas dudas sobre la actitud de Armando hacia él. Habían discutido sobre el reingreso a la empresa de Mario, Daniel había estado de acuerdo, sin embargo, no volvería de vicepresidente, Armando ya ocupaba ese cargo y le parecía un sin sentido tenerlos a ambos en aquel puesto, si antes ya habían trabajado juntos y claramente no habían funcionado, creía que tenían más potencial por separado, por eso accedió, además de que pensó que el accionista minoritario no aceptaría su condición: volver pero con el puesto de asistente de presidencia, pero no, para su sorpresa él aceptó, y no pudo hacer más, como fuera disfrutaría verlo sufrir un poco; por otro lado a Marcela no podría importarle menos, y Hugo claro estaba feliz, todo había salido bien con ello, sin embargo Mario se sintió decepcionado cuando Armando ni siquiera volteó a mirarlo en toda la junta ¿qué le pasaba ahora?.

Quizá solo estaba exagerando, pero mejor aclararlo en el almuerzo.

[...]

Una vez dieron las 2, caminó a la nueva oficina de Armando y entró sonriente.

"Hola, ahora vicepresidente" dijo Mario metiendo las manos a sus bolsillos del pantalón "¿está listo para almorzar? yo lo invito esta vez".

"Calderón, eh" apartó la vista de su computador "creo que no es una buena idea, tengo un almuerzo con unos inversores, después nos vemos ¿sí?" apretó sus labios en forma de una pequeña sonrisa y se puso su saco.

"Oh, bueno..." lo miró Mario pensando y una vez que Armando se dirigió a la puerta, tomó su brazo suavemente deteniendolo "¿está bien, hermano? lo noto raro hoy".

Armando vió la mano que lo detenía y después de unos segundos cruzó la mirada con su amigo "todo bien... debo ir, lo veré al rato" se soltó de su agarre de pronto y siguió su camino sin mirar atrás.

Mario salió de aquella oficina más confundido de lo que había entrado, se dirigía a su pequeño lugar de trabajo, si así se le podía llamar; pues como era de esperarse, trabajaba desde aquel hueco en presidencia, aquella cueva de la que tanto se burlaba cuando Betty tenía ese lugar, no pudo más que aceptarlo, no había otro lugar, ahora tenían un contador ocupando la antigua oficina de Olarte y Armando ocupaba la suya, ¿que la podían haber compartido? sí, pero al ver la actitud de su amigo hacía él, no pudo siquiera atreverse a insinuarlo, daba igual, solo estaba en la empresa por Armando, si él nunca le hubiera dicho esa noche lo mucho que lo necesitaba, nunca habría aceptado volver, ni a la vicepresidencia, pero realmente le importaba su amigo, su objetivo era lograr que se sintiera mejor, sabía que no pasaba por el mejor momento con todo lo que había pasado y a pesar de los golpes que recibió, no quería sumarle un peso más a todo los conflictos que tenía ya encima.

Mario tenía claro que la gente podría pensar que pasar de vicepresidente a asistente de presidencia (cuando el presidente no era Armando, si no, Daniel) no era la decisión más inteligente que había tomado, pero no le importaba, él solo quería estar con y para Armando, como él lo estuvo por tanto tiempo a su lado, y aunque no lo demostrara, además de preocupado, se sintió dolido con este siéndole indiferente después de lo que habían pasado hace tan solo unos días.

Suspiró pesado frente a la puerta de presidencia, rogando en su mente que Daniel ya hubiera salido a almorzar y luego entró, para su suerte no encontró al nuevo presidente ahí así que caminó con rapidez a su oficina, no tenía ganas de comer nada, no solo, así que decidió seguir trabajando en unos pendientes, además de ponerse a pensar en alguna propuesta para que la empresa volviera a ser tan sólida como antes, tal vez si tenía una buena idea, Armando estaría más tranquilo y feliz.

[...]

"¡Mario!" lo llamo Daniel.

Mario se paró rodando los ojos y caminó fuera yendo a ver al ahora presidente "¿sí, Daniel?... digo, presidente" salió y se paró en el marco de la puerta esperando órdenes de su jefe.

"Siéntate, por favor" Daniel señaló la silla frente a su escritorio y se acomodó derecho mientras ambas de sus manos se tocaban apenas por las puntas de sus dedos, como si de un villano se tratara, muy acorde a su persona.

Mario dudó un segundo, pero finalmente acató la orden "¿en qué puedo ayudarte?" ansioso comenzó a mover su pierna por debajo del escritorio.

"Es simple, quiero saber ¿qué demonios estás haciendo aquí en realidad?".

"¿De qué hablas?" Mario cuestionó confundido.

“Mario, estoy muy seguro de que ser mi asistente no sería su primera opción de empleo ni porque le pagara 1 millón de dolares, nunca pensé que aceptaría” Daniel se cruzó de brazos y se recargó viéndolo.

“¿Qué le hace pensar eso? siempre había sido mi sueño ser su asistente” dijo sarcástico y miró a otro lado evitando la mirada seria de su ahora jefe.

“Mhm, por favor no me diga que lo hizo por el estúpido de su amigo, supe que lo sacó a golpes de la empresa, creí que tenía un poco más de dignidad” rió.

Mario se irguió en su silla viéndolo divertido “¿desde cuándo le preocupa mi dignidad, Daniel?” arqueó su ceja.

“No sea idiota, lo pregunto por mis intereses, porque si usted no va a estar haciendo las cosas bien y a tiempo entonces voy a preocuparme y no lo dejaré que se quede a no hacer más que estar espiando a su novio ¿entendió?” Daniel habló serio.

Mario rodó los ojos y se paró sin ganas de seguir con la ridícula pelea “cuando no haga mi trabajo, en ese momento puede decirme lo que quiera, mientras tanto, si no necesita algo más seguiré trabajando” caminó serio y volvió a encerrarse en aquella cueva.

«Las vueltas que da la vida» pensó Mario y dió un largo suspiro mientras se sentaba pensando en la conversación que acababa de tener con Daniel, ¿se habría equivocado al aceptar aquel trabajo?... ¿o en las razones por las que lo aceptó?; definitivamente cada día de trabajo allí sería un infierno ¿estaba dispuesto a pasar por eso por estar con su amigo?.

[...]

Hace rato ya había terminado todos los pendientes que Daniel le había ordenado, no había tenido tiempo si quiera de salir al baño o estirar las piernas, ahora solo miraba atento el reloj esperando que dieran las 8 para salir pronto de aquella oficina.

Una vez que el reloj marcó las 20:00, Mario no perdió tiempo, tomó sus cosas y sin despedirse del presidente o prestarle siquiera importancia, salió echó una bala del lugar, caminó a paso apresurado afuera de su antigua oficina y se acercó a su ex secretaria.

“Sandra, ¿sabe si el doctor tarda en salir?” preguntó Mario tratando de actuar lo menos desesperado posible.

“Ay doctor, que pena, don Armando a acaba de salir hace media hora” Sandra respondió terminando de guardar sus cosas “¿no le dijo? puedo llamarle si quiere o...”

Mario arqueó ambas cejas sorprendido a la vez que preocupado, Armando realmente estaba actuando raro “mm no, gracias Sandra, ya lo llamaré después”.

Escuchó una pequeña risa cínica detrás de él, Daniel había escuchado lo suficiente para poder reírse de la situación en la que se encontraba el castaño “hay que mejorar esa comunicación en pareja, Calderón” sonrió de lado buscando molestarlo y enseguida subió al ascensor para irse del lugar.

Mario solo rodó los ojos y susurrando apenas perceptible maldijo a Daniel, esperó volviera a subir el ascensor y bajó también para ir a su casa.

Ya una vez que finalmente llegó a su departamento, se cambió a una ropa más cómoda y se recostó en su sofá, necesitaba descansar su cuerpo y también su mente, ni siquiera tenía fuerza para teorizar la actitud de Armando; Daniel lo había exprimido y apenas era el primer día, suspiró con solo pensarlo, cerró los ojos pesadamente para poner su mente en blanco y respiró hondo antes de que el sueño hiciera de las suyas y terminara por caer dormido.

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