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Segunda noche.

"Ring, ring", "ring, ring" Mario bufó molesto entre su sueño antes de despertar nuevamente sobresaltado, miró a todos lados recordando pronto que se había quedado dormido en su sala, eso hasta que ese maldito sonido lo volvió a despertar , se sentó adormilado y respondió buscando como la vez anterior: la hora.

"Mhm, diga" Mario pudo divisar en la oscuridad la hora que señalaba su reloj «Las 12:00 a.m., ¿quién demonios podría ser?».

"MARIO" gritaba la voz de un hombre del otro lado de la línea, una voz que parecía estar en una multitud o en algún lugar con mucho ruido "Calderón, venga por mi ¿si?" cambió drásticamente la voz, ahora esta persona hablaba más suave y dulce, de una manera en que se seguía escuchando a pesar del ruido externo.

Mario pasó su mano por su cara tratando de despertar por completo y acercó más su celular buscando aclarar si había escuchado bien "¿Armando es usted? ¿qué pasó?" oh, rogaba que no.

"¡Sí! ¿Mario puede venir por mi? vamos a seguir de rumbaaa, hombre" respondió, Mario arqueó una ceja, Armando alargando palabras y tan alegre solo podría significar que nuevamente estaba borracho, pero no podía creerlo, era lunes, creyó que había recapacitado con su charla del fin de semana.

"Armando, ¿dónde estás?" suspiró.

"En el Casablanca" rió bajo Armando para después hacer escuchar un sorbo que seguro correspondía a su trago.

"Voy para allá, no se mueva de ahí" colgó Mario y caminó a su cuarto algo molesto para tomar una chaqueta y tenis, por suerte su pijama ya era un pants casual y una playera, tomó sus llaves también y luego salió para dirigirse una vez más a aquel bar.

[...]

Mario se encontraba caminando dentro del lugar, entre la poca gente que había decidido de ir a rumbear en pleno inicio de semana, con la mirada buscaba a Armando y afortunadamente no tardó mucho en encontrarlo al final de la barra; con su barbilla en ambas manos, recargado en la barra del lugar, hablando con él bartender, parecía feliz, seguramente un efecto de tantos tragos que ya llevaba encima, pero aunque Mario estuviera molesto por haber sido despertado de su merecido descanso, no podía negar que en el fondo, al ver a Armando allí, con aquel traje gris combinado con su camisa negra que ya tenía los primeros botones de su camisa desabrochados y una corbata del mismo color desajustada, provocaban un efecto en él.

Se quedó admirandolo desde la distancia por unos segundos sin ningún propósito real y luego se acercó a él por detrás.

“¿Se da cuenta de que es lunes, Mendoza?” le susurró casi rozando sus labios con la oreja del otro, causando una pequeña reacción de sorpresa y piel erizada en el contrario “un whisky doble” se sentó a su lado ordenando y le dedicó una pequeña sonrisa al bartender antes de volver a mirar al ex presidente.

Armando tragó saliva apenas recuperándose de aquel escalofrío que el castaño le había causado. Armando miró aquella sonrisa de su amigo, miró sus hoyuelos marcarse y sus ojos brillando que al verlo le ocasionaron una sensación de vacío en el estómago, no podía si quiera recordar lo que había preguntado, no respondió, solo dió un trago de su propia bebida.

“¿Eh?” volvió a cuestionar Mario y bebió de su whisky una vez que le fue entregado “sabía que ya estaba feliz, muñeco, pero no pensé que ya no pudiera ni hablar” bromeó.

“No sabía que había solo ciertos días designados para beber, mamá” respondió finalmente, irónico, y rió viendo a Mario “¡vamos, Calderón!, hoy estamos de fiesta ¿o no?” sonrió.

Mario rió bajo viendo a otro lado y luego dió otro pequeño trago “ah, no estaba enterado...” lo miró intentando inspeccionar su mirada, como buscando decifrar lo que realmente estaba pensando el pelinegro “¿qué celebramos exactamente?”.

Armando se acercó un poco a él y le puso ambas manos en cada hombro “hombre, pues su regreso... nuestro regreso”.

Definitivamente no tenía el 100% de control sobre sus acciones.

Mario eso ya lo sabía, desde la noche anterior en la que le confesó que lo necesitaba y luego al día siguiente lo había olvidado, y había decidido no tomarle importancia o siquiera prestar atención a lo que Armando ebrio le dijera, pero era absolutamente difícil, mentiría si dijera que «nuestro regreso» no tocó alguna fibra en él.

“Nuestro regreso” repitió Mario alzando ambas cejas.

“Sí, tigre, nuestro regreso, ¿no está feliz por haber vuelto?” lo acercó más hacía él de los hombros.

Mario no sabía qué hacer, su corazón estaba cada vez más acelerado casi sentía que estaba por salirse de su pecho, pero no podía bajar la guardia así, sabía que todo esto era Armando bajo la influencia del alcohol.

“Armando” Mario fingió toser y se separó suavemente y con mucho esfuerzo de él “claro que estoy feliz de estar de vuelta pero creí que celebrariamos hasta el fin de semana, no podemos llegar mañana enguayabados”.

Armando posó una de sus manos en la pierna de Mario para luego beber por completo su trago de whisky y volteó la mirada a él “¿le he dicho lo mucho que me gusta que me diga muñeco?” pronunció con la voz más ronca de lo que pretendía, a consecuencia del alcohol raspando su garganta.

Mario tragó saliva viendo de reojo la mano de Armando y se acercó a él “Armando... vamos a su casa, creo que ya bebió lo suficiente por ambos” dejó su trago a un lado y pidió la cuenta de ambos.

Fue respondido con una risa y la mano salió de su pierna parándose “¿cuál es su problema hoy, eh, Mario?”.

“No, ¿cuál es el suyo?” serio, Mario pagó y caminó detrás de Armando casi empujándolo fuera “primero se porta todo raro en la empresa y ahora resulta que está muy feliz de que haya vuelto”.

Armando no respondió y una vez que ambos estuvieron fuera Mario se pasó enfrente guiandolo hacia donde estaba su carro, abrió la puerta del copiloto y luego de que el pelinegro subiera, lo siguió.

[...]

El camino fue silencioso, Mario podía notar que Armando lo miraba de vez en cuando, creyendo que este no se daba cuenta.

Para ambos era una tortura.

La mente de Mario era un caos, si hablaba no sabía qué es lo que saldría de su boca, una vez más no tenía ganas de bromear; por otro lado la mente de Armando era lo doble de caótica, más que no hablar luchaba contra sus deseos de actuar, y esa lucha lo estaba destruyendo.

[...]

“Llegamos” dijo Mario estacionándose frente al edificio de Armando.

Armando asintió viendo afuera y luego lo miró “¿no quiere subir?” pudo sentir como salían las palabras apenas sin temblar demasiado y se aclaró la garganta queriendo ocultarlo.

Mario ni siquiera lo miró, con la mirada al frente respondió “paso, mañana debemos trabajar”.

“Lo siento por molestarlo, Mario” murmuró Armando viéndolo ahora con los ojos más suplicantes que nunca había usado y con Mario observándolo apenas de reojo “y gracias por traerme”.

Mario estaba por asentir en respuesta, cuando sintió que Armando se había acercado a besar su mejilla rápidamente, ni siquiera le dió tiempo de responder cuando el otro ya había entrado al edificio.

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