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Día siguiente

"Ay, Mario, ¿ese traje es nuevo, no? se le ve divino... pero seguro se vería mucho más divino sin él" dijo Hugo jugando con el saco del castaño mientras tomaba asiento a su lado.

Armando rodó los ojos escuchándolo y Daniel carraspeó molesto "Al fin llega Hugo, ¿puedo dar inicio a la junta o le dejo seguir con su vergonzoso intento de meter a Mario Calderón a la cama?".

"Bueno, si él no quiere tal vez usted sí presidente, bzz" sonrió Hugo y Mario rió divertido viendo de reojo a Armando.

"Hugo, ya por favor" interrumpió Marcela.

Daniel hizo una mueca "Ignoraré ese comentario por su bien, Hugo, comenzamos: estamos a una semana del lanzamiento y solo hemos tenido algún percance en producción pero por lo demás todo va correctamente, también dos semanas después de eso tenemos la primera junta directiva, así que necesitaré que dejen los reportes de sus departamentos una semana antes con mi asistente" miró a Mario con una pequeña sonrisa.

Armando interrumpió "Perfecto, ¿eso es todo?".

"Si nadie tiene más que agregar, sí, es todo por ahora" Daniel volvió a su semblante serio mientras guardaba sus cosas.

"Está bien, Dani, ya verás que todo saldrá excelente" le sonrió Marcela guardando sus cosas también.

Daniel le sonrió de vuelta "gracias, Marce, entonces ya acabamos por ahora".

Todos se pusieron de pie una vez terminada la reunión y salieron cada uno a su oficina.

A excepción de Mario, quien por su parte fue detrás de Armando una vez que pidió permiso a su jefe para salir a almorzar.

“¿Salimos a almorzar, tigre?” entró Mario a la vicepresidencia viendo al pelinegro que saltó un poco por la sorpresa.

“¡Mario! le tendría que poner un cascabel, hombre” dejó unas carpetas en su escritorio “me gustaría pero hoy le fallo, tengo una comida con unos clientes, invito yo el lunes” le sonrió de lado apretando los labios.

Mario le sonrió de vuelta “Vale, si lo pone así, claro que acepto, supongo que no me visitará esta noche, ¿irá al cóctel de Claudia Elena, no?”.

“Supone bien, sí iré al evento ¿y usted?” Armando rodeó el escritorio para caminar a la puerta.

“Sí, ahí lo veré entonces” Mario lo siguió y abrió la puerta de la oficina “vaya con cuidado”.

“Bueno, alimaña, nos vemos más tarde” el pelinegro le dió una palmadita en el hombro antes de salir de la oficina y caminar hacía el ascensor del lugar.

Mario admiró su partida y suspiró, no le gustaba almorzar solo, aunque en ese momento no sabía que prefería, ya que a pesar de que esos últimos días sí había estado almorzando con Armando, se dió cuenta que este terminaba cayendo en silencios largos e incómodos al tratar de evitar ciertos temas que antes eran usuales para ellos, simplemente por su propia comodidad.

Finalmente decidió no salir ese día y caminó de vuelta a su oficina, y para su suerte se encontró con su jefe aún ahí, que levantó la mirada apenas escuchó la puerta abrirse.

“Mario ¿volvió tan rápido?” arqueó una ceja dejando a un lado lo que estaba haciendo.

“No, solo que no saldré hoy” Mario se acercó a la silla frente a su escritorio “¿y usted? ¿le pido algo de comer, Danielito?”.

Daniel sonrió al escuchar el apodo “no se preocupe, siéntese y pedimos algo” tomó el teléfono y marcó un número.

Mario lo miró extrañado pero hizo lo que le ordenó, lo escuchó ordenar y cuando finalmente colgó.

“Listo, ya nos traen algo” lo miró Daniel.

“Gracias, Daniel... me gustaría hablar contigo” dijo Mario algo inquieto.

Daniel arqueó ambas cejas confundido “Pensé que eso hacíamos” bromeó y luego lo vió más tranquilo “ya dígame ¿ahora qué le pasa, Calderón?”.

“Bueno, digamos que hablando el otro día con Armando me insinuó que ese día en el hospital le dijo que yo sentía algo por él”.

“Ah, eso” Daniel tomó su pluma para jugar con ella “¿y por qué le importaría si dije eso o no?”.

“Solo quiero saber por qué piensa eso”.

“Porque se nota, Mario, nadie más habría aceptado este puesto estando sobrecalificado, a excepción de usted y de Beatriz Pinzón, y a ella tampoco es como que la retenía el excelente puesto de trabajo, el ambiente laboral o las prestaciones ¿no?...” rió bajo Daniel.

Mario quedó serio al escuchar aquel nombre con el que fue comparado.

“También se nota en su mirada y en como se preocupa por él, yo nunca haría lo que usted hizo por él esa noche, más que por mis hermanas o alguien a quien ame” susurró lo último.

Toc, toc” interrumpió el sonido de la puerta de la oficina y Daniel mandó a que pasaran.

Llegó una de las empleadas de la cafetería y colocó el plato de cada uno en su lugar.

“Muchas gracias” exclamó Daniel y la chica salió del lugar “le pedí pasta y ensalada” abrió su plato desechable y comió de su ensalada.

“Gracias” Mario hizo lo mismo y dió un bocado pensando “... ¿entonces por qué se preocupó por mi?, incluso me llamó para preguntar al día siguiente”.

Daniel tragó con dificultad y se quedó en silencio por unos segundos “es diferente, usted es mi empleado”.

“Ajá” comió más y lo miró atento intentando hablar lo más seguro posible “no siento nada por Armando”.

“¿Ah no?” rió irónico e incrédulo “... ¿y le gustaría que yo por usted sí?”.

“Lo que me gustaría es que fuera directo” terminó de comer su ensalada.

“Directo, bien” dejo su tenedor y cruzado de brazos observó atento al castaño “sé que no es heterosexual porque eso no lo ha mencionado ni lo ha desmentido” sonrió triunfal cuando Mario asintió levemente mientras lo escuchaba “y sé lo que usted siente por Armando y lo que él siente por usted, aunque de toda esta ecuación lo que más ridículo me parece es que usted siendo como es, Mario, tan orgulloso, con esa autoestima y ese ego, aún con todo eso se deje pisotear y tratar como una basura solo porque está enamorado, sin más rodeos: me parece difícil de creer que usted esté tan loco por un estúpido como lo es Armando aún cuando lo lastimó sacándolo a golpes de esta empresa y cuando sigue lastimándolo con su rechazo”.

Mario cerró el sobrante de su comida y se paró de su asiento “bueno, ya tuve suficiente, gracias por la comida” sonrió falsamente y entró a su oficina rápidamente.

Daniel suspiró viéndolo ir y miró a otro lado “pidió que fuera directo”.

[...]

Pasaron las horas en la oficina, horas tensas y aburridas para todos; en especial para Daniel, pues su asistente no había salido de su oficina desde aquella intensa plática que habían tenido en el almuerzo, y para su mala suerte ya se había acostumbrado a que este saliera usualmente cuando se sentía aburrido o particularmente inquieto solo para preguntarle si tenía algún trabajo para él, pero ahora parecía haberse molestado en verdad por lo que dijo.

Mario tan solo salió cuando dieron las ocho en punto.

“Si no necesita nada más, me retiro” se rascó la ceja con el dedo medio sin mirar al presidente.

“Adelante, nos vemos el lunes, Mario”.

El castaño lo ignoró una vez más y salió del lugar.

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