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Lunes por la mañana.

“Buenos días, niñas, ¿alguna de ustedes sabe si ya llegó mi jefe?” preguntó Mario acomodando su saco apenas salió del ascensor.

Mariana dejó de lado el teléfono que sostenía en su oído y asintió “de hecho lo tengo en la línea, don Mario, y lo está buscando”.

“Ah caramba, ¿podría pasarme la llamada en 1 minuto?, voy corriendo a la oficina” le dedicó una sonrisa y salió rápidamente hacia la presidencia “¡gracias, Mariana!”.

Mario dejó su portafolio sobre el escritorio y tomó el teléfono “Daniel, dígame”.

“¿Qué tal, Mario?, nada, quería avisarle que hoy llego tarde, estoy ahí en dos horas apenas para firmar el contrato con la venezolana. ¿Podría arreglar todo para la junta? por favor, apenas acabe la firma también quiero darles dos anuncios a todos”.

“Seguro, yo le tengo todo listo para la junta... ¿anuncios?, uh ¿podría tener la exclusiva?”

Daniel rió bajo “ya se enterará, Calderón, no sea impaciente, debo dejarlo, nos vemos en un rato” dijo y colgó la llamada.

Mario suspiró pesadamente y se talló la cara casi había olvidado que el viernes también Daniel le había confesado que estaba enamorado de él, varias cosas le hacían más sentido con esto presente, por ejemplo: la preocupación del presidente sobre su enfermedad, su amabilidad o sus coqueteos discretos (que se escondían entre juegos); reflexionando cuidadosamente Mario llegó a la conclusión de que Daniel tenía una gran inteligencia emocional, por la manera en que habló de su sentir y cómo lo hizo, de hecho podría decir que lo dejó atónito,  pero la verdad es que Mario siempre había sabido que Daniel es un hombre muy maduro, Mario se sorprende más bien por la apariencia de hombre frío que siempre intenta aparentar, y si siente cierta incomodidad en la situación, no es por el sentir de Daniel, más bien porque se siente culpable por no poder corresponderle, porque le ha dado muchas vueltas y a pesar de que Daniel le dice que todo está bien, sabe que la indiferencia es dolorosa, él más que nadie lo sabe.

[...]

“Me alegro que ya tenga todo listo” exclama Daniel al entrar y admirar el trabajo de Mario en la sala de juntas “afortunadamente me desocupé antes de lo planeado” camina a su silla y simplemente le regala una pequeña sonrisa antes de abrir una de las carpetas sobre la mesa.

“Daniel, buenas” Mario le devuelve la sonrisa y levanta su brazo para mirar la hora “15 minutos antes de hecho. Ya están informados todos de la junta, solo falta por llegar a la empresa Armando pero creo que llegará junto a la doctora Alejandra”.

Daniel levanta la mirada, divertido “la doctora Alejandra... sí, en eso habíamos quedado, llegarían para la reunión” por unos minutos se detiene a mirarlo con atención y luego su corazón se estruja, recordando la última vez que lo vió, el viernes cuando no tuvo otra opción más que dejarlo con Armando “lo veo muy bien, mucho mejor de lo que se quedó cuando lo deje en el departamento... ¿ya se reconciliaron?” finge muy bien su falta de interés, como si preguntara por puro compromiso.

Pero Mario no se la compra esta vez, algo en él lo detiene a pensar bien qué responder “él se disculpó, sí estamos mejor... pero bueno, ahora estoy con el pendiente de qué es lo que nos va a anunciar el presidente”.

Daniel percibe el repentino cambio de tema y vuelve su mirada a los papeles “ya le dije que no obtendrá ningún adelanto” a pesar de todo elige no dejar de ser él y bromea “me alegro que se arreglaran, no quería verme en la necesidad de mandarlos a terapia de pareja”.

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