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Día siguiente.

Mario despertó rápidamente para apagar el reloj que sonaba indicando que era hora de levantarse, dió un pequeño bostezo y se talló los ojos, antes de levantarse de su cama y caminar a su baño se percató de la ausencia del moreno a su lado, sin embargo no le dió mucha importancia.

Al entrar al baño echó una mirada al espejo antes de despojarse de la única prenda que llevaba y sonrió cuando encontró una pequeña marca en su hombro, marca que lo llevó a tener recuerdos de la noche anterior.

[...]

Después de aquella pregunta, Mario no supo que responder de inmediato por lo que Armando inquieto no perdió tiempo y se acercó a besarle.

“Piénselo, Mario, ambos tenemos necesidades, y nada mejor que dos personas que se conocen perfectamente el uno al otro para deshacerse de ellas” susurró en su oido cuando se separaron de aquel corto pero provocativo beso.

Armando se separó lo suficiente para poder mirarse a los ojos mientras aún se mezclaba su respiración.

“Está bien” susurró Mario agitado en respuesta “hagámoslo”.

Armando sonrió por la respuesta positiva y luego lo levantó tomándolo de la playera, después de otra larga sesión de besos en aquel comedor, lo llevó a la habitación, en donde se divirtieron una vez más como la noche anterior, no parecía buscar mucho más por ahora, iba a lo seguro, pero no pudo evitar dejar un pequeño chupete en el hombro del castaño, y aunque cuando lo hizo este lo tomó por sorpresa, a Mario no le molestaba ni un poco, incluso lo había encontrado algo sexy, finalmente como dijo Armando, ambos se conocían el uno al otro y sabía desde hace tiempo que a su ahora amante le gustaba ser un poco rudo, así que esa marca para él significaba que se había dado más libertad en el momento y le gustaba pensarlo.

[...]

Mario pasó un dedo suavemente por el pequeño rojizo y finalmente entró a tomar su ducha.

Había aceptado, aceptó tener un «romance secreto» con Armando Mendoza, si se le podía llamar así a lo que le había propuesto, seguramente a él no le gustaría ese término «¿tal vez amigos con beneficios?» ese definitivamente lo convencería más, cualquier otro que no implicara el amor, romance o cualquier cursilería de esas, pues casi olvidaba que había dejado claro que no eran una pareja.

Podría parecer una locura el arriesgarse a eso, a una aventura con Armando, en especial cuando tenía en mente referentes perfectos de porqué eso podría salir absolutamente mal, pero Mario no era igual a todas las mujeres con las que Armando había tenido algo, no, él estaba seguro de que esta vez sería diferente, después de todo el pelinegro ya había dado un gran paso al hacerle aquella propuesta, quizá, solo quizá, Mario sería capaz de abrirle los ojos acerca de sus verdaderos sentimientos y lo podría ayudar a pasar más tranquilo por ese proceso de aceptación, él tenía esperanza.

[...]

“Buenos días, jefe” sonrió Mario al entrar a la presidencia y ver a Daniel.

“Calderón” Daniel alzó la mirada para observar al castaño y sonrió de lado “me alegra de verlo vivo, pensé que Armando ya lo habría matado de estrés, ¿cómo está?”.

Mario puso los ojos en blanco “También me alegro de verlo, Danielito, yo estoy bien y su mejor amigo también para su tranquilidad”.

Daniel lo miró divertido y alzó las cejas mientras mordía suavemente la parte trasera de su pluma “¿Ah sí, cómo sabe que está bien? ¿acaso fue su enfermero personal?” dijo bromeando.

“Bueno... si le quiere llamar así a lo que usted sí fue conmigo ese día de la temperatura” bromeó también y rió cuando Daniel cruzó sus brazos y rodó sus ojos “no parece de muy buen humor el día de hoy ¿no?” Mario caminó a su oficina.

Daniel se levantó para seguirlo “A mí me parece más bien que usted está de mucho mejor humor que todos hoy” se recargó en el marco de la puerta “parece que se divirtió demasiado con su amigo... y ni siquiera necesitaron terapia de parejas” exclamó lo último con cierto recelo.

Mario comenzó a ponerse un poco nervioso debido a la insinuación “Me divertí obligándolo a tomar suero en lugar de whisky... sí” fingió revisar algunos papeles para no mirar más a Daniel “oiga y no tenemos trabajo ¿o qué?, digo, porque parece más interesado en mi fin de semana que en explotarme”.

Su jefe lo miró atento desde la puerta “Bueno, si está tan ansioso por trabajar tráigame un tinto y vaya con Marcela, me parece que necesita que le firme algunos cheques” le ordenó Daniel y se dió vuelta para volver a su escritorio.

“Bien, bien, aunque un por favor no estaría de más” Mario caminó fuera de la presidencia sin esperar respuesta, pues de cualquier manera no la obtendría.

«Por favor...» pensó Daniel viéndolo salir, sin decirlo. No estaba molesto, no, estaba celoso, no estaba molesto porque a pesar del contexto detrás, Mario estaba feliz y eso le alegraba, lo que no lo hacía muy feliz era que fuera por el idiota de Armando.

Daniel lo pensó por un segundo y luego lo mando a llamar, aprovechando que el castaño estaría ocupado, pues solo quería molestarlo realmente.

Pasaron solo unos minutos cuando la puerta de su oficina fue abierta por el pelinegro.

“Aquí estoy, su majestad” Armando una reverencia bromeando y se acercó al escritorio después de cerrar la puerta “¿ahora qué necesita, Daniel?” preguntó viéndolo y luego echó una mirada de reojo a la oficina de Mario.

Daniel se percató de esto pero trato de dejarlo pasar “Nada, solo quería saber cómo estaba... pero ya veo que se ve igual de miserable como siempre, solo que sobrio”.

Armando se cruzó de brazos exasperado “¿Solo me llamó para molestar? ¿cuántos años tiene Daniel, 5?”.

Este se encogió de hombros divertido “Al menos los suficientes para ser consciente de cuánto tomo... Armando, no le dije a Roberto y Margarita no por ti, si no porque considero que sería una molestia innecesaria” eso y porque Mario lo convenció con su «estúpida sonrisa» “pero le garantizo que si eso vuelve a suceder, o si lo veo borracho aquí en la empresa, no solo hablaré con sus padres, también le buscaré una clínica de rehabilitación” habló seriamente.

Armando ajustó el nudo de su corbata nervioso y asintió “Está bien, Daniel, como usted diga. ¿Ya puedo retirarme?” suspiró molesto.

“Uy, qué mal humor tiene, hombre, pensé que estaría igual de feliz que su novio”.

“Mire, cuando se trata de usted mi humor y el de todos siempre será el mismo, y deje ya la estupidez del novio, ya es repetitivo y aburrido, Daniel”.

“¿Todos tienen el mismo humor conmigo?, entonces supongo que soy especial para mi asistente, si siempre está tan feliz por aquí” murmulló con afán de hacerlo encelar y molestar.

Armando lo escucho molesto y con todo el autocontrol que encontró en sí, lo ignoró sin más y dió la vuelta con la intención de salir pero alguien se adelantó a abrir la puerta.

Mario se topó con Armando al abrir la oficina, y en su cara apareció una amplia sonrisa “Armando, hey”.

Armando por su parte solo sonrió tímidamente “Calderón”.

Ambos se quedaron mirando con una sonrisa cómplice y una mirada dulce hasta que una tos fingida y una presencia entre ellos los saco de su trance.

“¿Le molesta si tomo mi tinto?” dijo Daniel molesto y quitó la taza de las manos de Mario “por dios, pasaron el fin de semana juntos y ni así se hartan de verse, al menos disimulen un poco. Mario, vaya a su oficina ya” gruñó y Mario se rascó la nuca nervioso antes de seguir su orden, luego Daniel miró a Armando que seguía en la puerta, quien parecía escoltar al castaño con la mirada “¿usted no estaba por irse? lárguese ya”.

Armando rió satisfecho al ver la molestia de Daniel y caminó de vuelta a su oficina.

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