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Un día después

Luego de cenar en un atormentante silencio, limitado acaso a ciertas respuestas de sí o no, Mario durmió en su sofá cuando Armando corrió a su cuarto a dormir (o eso creía él), Armando realmente no había pegado casi un ojo, solo logró conciliar el sueño cuando su mente llegó a distrarse y como si no hubiera tenido suficiente, en las pocas horas que durmió, tuvo un sueño bastante peculiar con el castaño, que al despertar lo obligó a pegarse una ducha helada.

Ciertamente la situación del día anterior no había ayudado a Armando con su miedo y nerviosismo, pero sin duda lo había llevado a un lugar inimaginable, lugar al que jamás había ido, lugar que cuando finalmente llegó, no quería dejar, pero nuevamente: nada era tan fácil, no podía acostarse con Mario una noche y al día siguiente tratar de olvidarlo e ignorar de su mente este hecho... ¿o sí?.

Mientras tanto, para Mario, todo había sido extraño, al igual que todo lo que pasaba con Armando desde que volvió a la empresa, no sabía porqué seguía sorprendiéndole; al menos algo le había quedado bastante claro: Armando sentía lo mismo que él, cada beso e incluso lo que él llamaba «confusión», se lo habían demostrado, pero parecía estar asustado por esto, y lo entendía, pues él mismo había pasado por eso, sin embargo parecía que lo vivían de forma un poco diferente, porque para Mario nunca fue demasiado conflicto aceptarse.

Mario lo descubrió dos años después de conocerlo, cuando él tan solo tenía 18 y Armando 17, recuerda bien haberse dado cuenta de que estaba enamorado cuando su amigo entró a la habitación del hospital a la mañana siguiente de la operación que le hicieron en el brazo, cuando se enteró que había estado la noche esperando y que había sobornado a alguna enfermera para que lo dejara entrar antes que a nadie a verlo, su corazón sintió una gran calidez y su estómago se revolvió al verlo ahí preocupado, no sabía bien desde cuándo sentía eso pero en ese momento se dió cuenta, y luego, los días que tuvo libres en el bachillerato debido a su incapacidad, los usó todos pensando en eso y tratando de procesarlo, «tratando» pues cada tarde Armando lo iba a visitar solo probando su punto y sin hacérselo más fácil. Finalmente recurrió a lo que siempre recurría cuando no encontraba una respuesta a todos los problemas que su cabeza le ponía: hablar con su madre, a pesar de que la mayor parte del tiempo ella estaba ocupada con su hermana, tenía más confianza en ella que en nadie más de su familia pues era bastante comprensible y abierta de mente, por eso no tenía miedo de contarle, era mucho más su timidez a temas emocionales lo que lo cohibia, pero recuerda perfectamente lo que ella le respondió cuando finalmente se atrevió a contarle que recientemente estaba enamorado de un hombre, de ese pelinegro al que incluso ella le tenía cariño ya; ella le demostró total comprensión e incluso lo animó a tomarlo con calma y mencionó la idea de hablar con Armando del tema cuando estuviera listo, y Mario estaba convencido, dejaría que todo se diera lentamente, no veía razón porqué presionarse a aceptar este sentimiento que era totalmente nuevo, y que para ese momento en su cabeza tenía la peor de las opiniones, no sería fácil pero estaba bien; eso pensó hasta que meses después, cuando estuvo listo y logró aceptar ese sentimiento hacia su amigo, dos acontecimientos pusieron de cabeza sus planes y su vida, resultó que Armando estaba saliendo con Marcela Valencia, hija de los amigos de toda la vida de Roberto y Margarita; y por si fuera poco, tan solo unas semanas después de enterarse de esto, su madre falleció debido a la condición médica con la que había luchado los últimos años, cáncer, antes de esto Mario no le contó nada de Marcela y Armando porque no quería agobiarla con sus problemas los últimos momentos que estaría con él, entonces cuando sintió que su mundo se venía abajo no pudo más que fingir estar bien, ocultar sus sentimientos, y finalmente obligarse a dejar de pensar en él.

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