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Día siguiente.

“¿Pero qué hace usted aquí?” Daniel lo miró cruzado de brazos “creí haber dicho que podía tomarse hasta el lunes”.

“Lo sé, lo sé, Danielito, y se lo agradezco” Mario se paró del escritorio de su jefe, dejando sobre este, un saco gris que había estado sosteniendo, y le sonrió “pero ya estoy mejor, y me cansé de estar descansando si eso tiene sentido...” se encogió en hombros “le dejé el saco que me prestó cuando me llevó a mi casa, no me dí cuenta de que me lo había llevado hasta el día siguiente”.

Daniel negó con una pequeña sonrisa de diversión “olvidaba lo hiperactivo que era, bien, parece que se ve mejor y creo que no puedo hacer nada para convencerlo de que se vaya, así que, con que no demande a Ecomoda si se vuelve a sentir mal estamos bien” dijo jugando y ahora él tomó su asiento y el saco que yacía en el escritorio para dejarlo a un lado “y gracias, ni siquiera yo me había dado cuenta”.

“No es nada, pero bueno, entonces nada de demandas, es un trato” sonrió Mario “ahora dígame ¿qué debemos hacer hoy?”.

“Mmm, pues ya que prácticamente toda la semana estuvimos haciendo el trabajo más pesado, hoy solo tenemos una junta con Catalina Ángel, eso si Armando hizo el trabajo que le encomendé y pudo convencerla de siquiera venir”.

Mario alzó ambas cejas curioso “¿entonces ayer sí vino Armando?... yo no sé si él la pueda convencer de venir  pero si lo hace todavía nos tocará convencerla de quedarse y trabajar con nosotros, le aseguro que nos queda trabajo pesado”.

“Sí, sí vino, pensé que lo habría visitado... y bueno, sé que será difícil, pero confío en que con los diseños, las telas garantizadas y ustedes dos haciendo eso que hacen para convencer a la gente será suficiente” sonrió Daniel “supongo que fue bueno que viniera”.

Mario soltó una gran carcajada “¿eso que hacemos?”.

“Sí, lograron que les dieran una empresa para su manejo, lograron que Catalina volviera aquella vez de las telas, mi hermana casi se casa con el idiota de Armando y usted...” Daniel se detuvo para prender su computadora y le dió una mirada de arriba abajo rápidamente “usted tiene locos a todos... o locas-hm mire a Hugo Lombardi si no”.

Mario alzó una ceja, divertido “sabe que parece que no solo a  Hugo traigo loco...” bromeó de camino a la entrada de su oficina “dígame cuando sea hora de usar mis encantos entonces”.

[...]

Horas después, pasado ya el almuerzo, la puerta de su oficina se abrió.

“Pero mira nada más las vueltas que da la vida, ¿Mario?” Catalina dijo entrando a aquel lugar oscuro.

“¡Cata!” Mario se paró de su silla, feliz, y se acercó a saludarla con un beso en la mejilla “ah, ni me digas... estoy pagando cada una, ¿no?”.

“Por eso hay que cuidar lo que hacemos, Mario, el karma existe y a veces es muy duro... pero, ambos sabemos que este no es tu karma” le dió una mirada indulgente “tú escogiste estar aquí...”

Mario miró a otro lado pensando y se talló la cara suavemente “¿entonces cuál sería mi karma?” arqueó una ceja volviendo su vista a ella.

“Eso lo sabrás cuando te llegue Marito” puso su mano en la mejilla de Mario dulcemente y le sonrió un poco “pero bueno, ayer me fue a buscar Armando-”.

“Oh, pues que suerte que a ti sí” interrumpió bajo.

“¿Cómo?” rió Catalina confundida.

“¿Eh? Nada, disculpa Cata, sí me contó Daniel, que fue a pedirte que volvieras y aceptaste por lo que veo” sonrió Mario.

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