Capítulo 35

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Los tres se encuentran comiendo en uno de los restaurantes más privilegiados de la ciudad. Zemo corta un poco de su carne para llevársela a la boca y degustar la deliciosa sazón, observando atentamente la tensión entre los otros dos. Él se mantenía al margen tanto como le era posible, salvando su propio pellejo del mismísimo hombre mayor.

—James, ¿has tenido noticias de tu padre? —El hombre se limpia la comisura de los labios con la servilleta de tela.

—No mucho. Tendrá que cruzar por los juicios antes del veredicto final —Encoge los hombros.

—Te veo muy relajado al respecto —Sonríe Alexander.

—Te dije que ese imbécil estaba vivo porque yo lo permitía —Le hace recordatorio.

Pierce sonríe con la evolución que el castaño había hecho durante los últimos años hasta este momento en que ni siquiera se detenía por su propia sangre. Le extrañaba ver cierta angustia en su mirada, pero reconocía el hecho de que no se trataba algo relacionado a su familia. Corta un trozo de su bistec, llevándoselo a la boca antes de mirar a Zemo, quien le dedica una diminuta sonrisa.

—¿Alguna novedad en Londres?

—Ninguna. Todo corre con normalidad.

—¿Qué ha pasado con la mercancía de Colombia?

—Aún no es embarcada. Posiblemente la próxima semana esté en camino.

La conversación entre ellos dos fluye con la misma tensión que hacía con James, quien revisaba el celular constantemente desde hace dos días, esperando por un mensaje que le hacía morderse las uñas por las noches. Linda no le había mencionado nada acerca de Darcy fuera de decirle que había aterrizado con bien en Milán. James estaba a poco de arrancarse la cabeza o salir corriendo por un boleto de avión e irse inmediatamente.

—¿Verdad, James?

De pronto escucha la voz del anciano, forzándole a levantar la mirada de su distractor, intentando averiguar en las distintas palabras de su cabeza de qué era lo que posiblemente estuviesen hablando, pero ninguna idea venía.

—Eh, sí, claro.

Es todo lo que responde, recibiendo una mirada extrañada del mayor en la mesa. Helmut parece consternado por su movimiento, pero no dice nada, tan solo vuelve a su comida tranquilamente. Debía sosegar sus pensamientos o terminaría enloqueciendo. Hacía tanto tiempo que no sentía esta clase de intranquilidad e impaciencia, era como si la cachorra hubiese cambiado el chip que tantos años arraigó a su cabeza.

La conversación transcurre entre los tres sin volver a mencionar la situación de George Barnes. Sabían que en cualquier punto la tensión terminaría por explotar, el miedo de los dos asociados eran las personas que podrían terminar involucradas en todo este drama o la manera en que ellos dos podrían acabar después de todo esto.

La idea de ser sepultado no era del todo agradable ahora para James, considerando a la chica de un metro y sesenta centímetros, cabello castaño y ojos pardos que ahora mismo debía estar haciendo sabrá qué en Milán, esperando por la semana del inicio de sus clases. Le había dejado su tarjeta para la libertad de gastos que ella gustara en los útiles que necesitaría, los libros, etc. Algunos cargos ya se le habían sido notificados, por lo que la zozobra de saber la respuesta de la menor continuaba en su mente.

Los abogados continuaban sacando las garras por su padre, aunque sabían que era un caso perdido si sus hijos no ponían ni un gramo de voluntad por sacarlo del peligro en el que se encontraba. Sus dedos se pasan por el puente de su nariz cuando revisa la pantalla del móvil por milésima vez y sigue sin encontrar ni una sola pista de su esposa. Temía que la respuesta fuese una negativa, pero no lo deja ver cuando los tres socios se levantan para despedirse y cada uno camina hacia su propio rumbo.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora