Capítulo 42

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Su cuerpo se mueve con lentitud, sin embargo, una emoción le invade mientras la música continúa en el fondo. El sonido del agua persigue sus tímpanos, igual que las conversaciones ajenas. Voltea hacia el cielo, encontrando un precioso azul profundo que hace eco en sus memorias y el color marrón de su mirada.

El viento sopla, haciendo volar el holgado vestido floreado, provocando una risita brotar de entre sus labios rellenos. Mece su cuerpo al ritmo de la música, observando las rústicas estructuras tan características de este lugar. No fue nada complicado para ella comenzar a caminar en sandalias, puesto que sus pies vivían hinchados entre los zapatos cerrados a los que tanto tiempo se había acostumbrado. Tenía que tomar su clase un poco más tarde, por lo que aceleró el paso sin mucha prisa.

Tenía un pañuelo atado a la muñeca derecha, jugueteando un poco con él conforme los pasos entrecruzados se aventuraban en la ciudad de la que tanto se enamoró. Pronto tendría que volver a viajar cerca de tres horas para retomar sus estudios presenciales, pero el instituto había sido lo suficientemente amable como para respetar las pequeñas vacaciones que decidió darse en base a un ingreso tan anhelado.

Sus pupilas se enfocan en el movimiento constante del agua y las góndolas con un montón de turistas paseando en ellas. Posiblemente era lo único que no le agradaba de este lugar.

Se detiene un poco en el Puente de los Descalzos, admirando su reflejo en el agua, obligándose a sostener ligeramente su cuerpo contra la balaustrada de la cimentación con el pequeño mareo que le invade de un momento a otro. A veces odiaba sentirse de esta manera, pero se había acostumbrado a ello con el paso del tiempo.

Traga saliva, de pronto recordando el profundo color oceánico que regresa a ella la nostalgia y el pequeño escozor en su mirada. Las grandes sonrisas y los momentos compartidos corren como las pequeñas ondas en el agua que deforman su reflejo sobre la misma. A su lado, algunos turistas sonríen y toman fotografías de las estructuras, pero ella ya había hecho lo mismo hace mucho.

Observa el reloj en su móvil y salta sobre su lugar, apurándose a continuar con su caminata. También se habituó a los largos paseos. El doctor dijo que debía guardar reposo, pero los pies se le hinchaban aún más de permanecer en la cama todo el día. Compra un cono de helado de vainilla, pagando al vendedor y agradeciendo por el postre. Los antojos se habían vuelto insoportables, al punto de tener que levantarse a las tres de la mañana por un hot dog o el pote de helado completo.

Recordaba los días en la mansión, las noches de desvelo con James y Linda, las pijamadas con la castaña y la presencia de Steve alrededor de la casa.

Recordar el último rostro hace que su expresión enserie. El blondo fue expulsado súbitamente de sus vidas después de todo lo que hizo para jugarles en contra. Darcy decidió no tenerle alrededor, ni siquiera respirar el mismo aire que él. Por ello, la mudanza a Italia fue inmediata después del funeral, además de tener que continuar con sus estudios de una u otra manera.

Pasar Navidad lejos de Estados Unidos fue extraño. Tuvo que hacer videollamadas con Sarah y Wanda. Los mellizos habían nacido la semana pasada, por lo que tuvo que volar devuelta para el momento. Eran tan preciosos con esos ojos adormilados y las pequeñas manos empuñadas.

Sujeta la pequeña barriga que apenas y lograba comenzar a asomarse. Ella pronto tendría algo similar entre sus brazos.

La idea le provoca mariposas, o era el embarazo. No sabe cuál de las dos causaba tanto revuelo, pero cualquiera que fuese, le hace presionar el paso.

Habían transcurrido tres meses desde la tragedia del hospital. El último día que aquellos ojos azulados vieron la luz. Las lágrimas picaban constantemente en sus ojos con la idea de ese cabello castaño contra la almohada y la expresión tan relajada que tuvo después de por fin poder descansar. No tuvo la oportunidad de despedirse.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora