Capítulo 38

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Linda estaba contenta de volver a tener a su mejor amiga en casa, por lo que no fue difícil de convencerlas de quedarse juntas hasta que él volviera. Steve se encarga de mantenerse en guardia, mientras que Leo y David le acompañan fielmente como todo el tiempo habían hecho. Los vehículos salen del garaje, acelerando a toda velocidad con dirección hacia el penal. Esperaba que próximamente estos viajes fuesen en Milán para comprar algún estúpido helado del que Darcy tuviese antojo.

Suspira, girando a la izquierda mientras se enfocaba en el camino. La visita a su padre sería una tortura psicológica y estaba dispuesto a enfrentarle de una vez por todas, tan solo ansiando el momento en que pudiera tenerle cara a cara después de unos largos y agitados días donde no se había inmutado por aparecerse a visitarle. Linda fue quien le llevó un poco de comida, siempre haciendo honor a su nombre y su exceso de bondad.

Deja salir un suspiro, cambiando de canción y buscando una que pudiera relajar la tensión que sentía encima. Todavía tenía a Pierce siguiendo cada uno de sus pasos, aunque era consciente del hecho que ya se había dado cuenta de lo que intentaba hacer, por lo que no dudaba que el hombre haya aumentado la seguridad que siempre le rodeaba. Zemo le había advertido acerca de hacer movimientos tan repentinos y rápidos, pero el hecho de mantener a Darcy constantemente en su cabeza le había prohibido pensar claramente.

De hecho, recordar la forma en que durmieron acurrucados le hace distraerse de nuevo.

Él volvió a hundir la nariz en su cabello, aspirando profundamente y dejándose llevar por los sueños a los que solo ella le transportaba. Sus manos se colocaron sobre el abdomen de la menor, dejando que la misma entrelazara sus dedos con los propios y algunos besos fueran intercambiados de forma torpe por sobre su hombro. Ni siquiera necesitó tocarle de manera sexual, pues este tipo de conexión era aún más profunda que el plano donde ella podía gemir su nombre.

Era hermoso poder volver a amar, aunque tenía miedo de ello.

Era una extraña combinación de temor con alegría y gozo. Ni siquiera él mismo se comprendía después de unos días tan activos como los anteriores, pero cuando la gran construcción grisácea se alza frente a él, esfuma cualquier idea abstracta de su cabeza, enfocándose en el guardia de seguridad que le recibe en la reja. Leo y David permanecen afuera, siempre atentos a cada movimiento.

Sus pasos son lentos y deja que le quiten el Patek Philippe en la entrada junto a su billetera y el móvil. Sabía que era el protocolo a seguir, pero, aun así, era molesto no estar notificado de lo que sucedía afuera durante unos cuantos momentos. Tendría tan solo media hora para hablar con su padre y estaba contando los minutos desde este instante.

Lo escoltan un par de guardias mientras camina al interior, pasando por un segundo filtro ya dentro, donde le dejan sentarse en una banca sucia y antigua dentro de un par de rejas. El asiento de enfrente queda libre para su padre, al cual espera con los brazos cruzados y la impaciencia apoderándose poco a poco de sus pensamientos, tan solo logrando coordinar lo que haría después, además de ir a por un café con Darcy o alguna cosa de la que tuviera capricho.

Tamborilea los dedos sobre la dura mesa, cruzando las piernas y acomodándose de costado, pensando en los demás pendientes de la empresa y todo lo que venía por delante con Pierce. Esos irises azulados se encuentran con los de su padre, el cual camina con un par de esposas, dirigiéndole miradas críticas las cuales ignora, incluso cuando ingresa a la celda y le dejan suelto, tan solo escoltado por los dos vigilantes a los costados de los barrotes, dándoles la espalda.

—Vaya, pensé que te habías olvidado de mí —enuncia de pronto George.

—Estuve a punto de hacerlo —Sonríe sarcástico, manteniéndose sereno.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora