Capítulo 7

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La primera semana de su matrimonio fue tan solo una cucharada de todo lo que le aguardaba. Definitivamente podía decir que no le gustaba el sabor agridulce que este jarabe tenía para ella. La mayor parte de los días lo pasó en la sala, ya sea viendo televisión o perdiendo el tiempo en sus redes sociales. Después se animó a visitar a Loki un par de noches después de notar que James había traído a tres chicas durante el total de la semana, se las folló y las corrió a la mañana siguiente.

Probablemente la vida de casados no le sentó bien a ninguno de los dos, sin embargo, saber que su marido tenía una vida tan vaga como la propia le hacía sentir menos asfixiada en este trato de mierda en el que los metieron.

Intentó invitar a su amante a la mansión, pero éste pareció haber escuchado el nombre del infierno cuando lo hizo. Loki le explicó que Odín y los Barnes no tenían una buena relación. De hecho, tenían una pésima relación que podría terminar en una tragedia de ver a alguno de sus hijos dentro de su territorio.

Así que, nuevamente estaba recostada en su cama con el televisor encendido, la bata de seda color lila y un rostro libre de maquillaje. La televisora no tenía nada más entretenido que tiroteos escolares, sexo adolescente, drogas y series que terminan con un personaje asesinado. Darcy coloca los ojos en blanco, apagando el aparato y saliendo de su habitación. Camina por el largo pasillo, escuchando los ruidosos gemidos que una de las citas de James hacía dentro de la habitación de invitados.

Se había acostumbrado en su poco tiempo aquí, y tampoco es como que le interesara del todo saber con quién se metía su nuevo roomie por contrato.

Baja los refinados escalones de mármol, pisando con sus pies descalzos el frío material. Se trataba de una mansión estúpidamente extensa. Aparte de piscinas interiores y exteriores, poseía un jardín gigantesco, algunas fuentes y un garaje con varios autos que pertenecían al castaño. Tenía un recibidor, una sala del tamaño de cuatro habitaciones y una cocina de envidiar. El sentimiento de ser una reina le invadía diariamente, sobre todo, cuando veía al rey fornicarse a una plebeya.

—Buenas tardes, señora. ¿Gusta que le sirva algo para merendar? —cuestiona una de las empleadas. Su cabello iba recogido en una coleta bien peinada con su uniforme perfectamente aseado.

—Sí, Sandra. Llévame un poco de té y algunas galletas a mi habitación —Le sonríe—. Enseguida estaré ahí.

—Claro que sí, señora —asiente la mujer, apresurándose a cumplir con el encargo.

Tendría que buscarse algunas actividades para matar el tiempo. En casa, su madre solía obligarla a acompañarla a las oficinas de la pequeña empresa de su padre, pero ahora ninguno de sus tutores estaba alrededor, algo que le permitía respirar, pero le hacía sentir una clase de parásito.

El principal motivo por el que su padre había perdido gran parte del dinero que ganaba con la compañía fueron las apuestas en las que tanto se enviciaba durante las noches. Eso, y contar los gastos excesivos a los que su madre y ella sujetaron las tarjetas. Le sorprendía que aún no se la hayan recortado.

En este lugar la soledad habitaba en pocos días, ni siquiera con los mensajes de su hermana o sus amigas cubriéndola. James apenas pasaba el tiempo en la mansión con tantas salidas desde la mañana hasta muy noche. Si paraba, era para follar chicas y después irse inmediatamente, justo como haría ahora que escucha la puerta en el piso de arriba abrirse.

Decide que es hora de tomarse un baño y salir a dar un paseo. No podía vivirse la depresión por toda la vida, o se arrugaría antes que su propia madre.

La bañera se llena de burbujas, por lo que se retira la bata y entra en la misma, relajando completamente su anatomía, tan solo dirigiendo su mirada castaña hacia el techo y pensando en lo que podría hacer el día de hoy. No era mala idea ir a algún bar, beber y echar un polvo con algún extraño.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora