28. Consejos

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La señora Xiao aparcó con estilo y provocó que su hijo se riera.

—¿Todo bien? —preguntó la mujer, con una sonrisa de oreja a oreja.

Aunque no había conducido tan mal, el pelinegro sí se sentía un poco mareado. Tuvo que respirar profundo un par de veces para no devolver el estómago.

Madre e hijo comenzaron su recorrido por la plaza y entraron a diferentes tiendas de ropa. En ninguna Xiao Zhan quiso nada. No se sentía de muy buen humor para probarse algo frente a su madre.

Lo que no pudo negar, fue la invitación a comer en el restaurante coreano de la plaza. A Xiao Zhan (o al bebé)  se le abrió el apetito al escuchar la palabra «comida».

Mientras el pelinegro se decidía para ordenar, la mujer comenzó a preguntarle cómo se sentía en general, con la escuela, en su casa y por último con su relación. Antes esta última pregunta el pelinegro guardó silencio.

—¿Va enserio lo de terminar con Yibo? —insistió la mujer.

—No sé. Quiero short bit con sopa de kimchi.

La mujer ordenó por los dos y mientras esperaban, continuó hablando con su hijo.

—Yo creo que... Deberíais llegar a un acuerdo —dijo con tranquilidad —por el bien de ese bebé.

Las palabras entraron por los oídos del pelinegro en un segundo, pero tardó en procesarlo.

El camarero llegó con la primera entrada. Mientras dejaba los platos en la mesa, Xiao Zhan buscaba en su cabeza algún descuido que lo haya delatado.

La señora Xiao agradeció al camarero y luego señaló la sopa. Olía bien.

—Sí. Sé lo del embarazo, A-Zhan —confirmó la mujer.

—¿C-Cómo lo...?

—A-Zhan, soy tu madre. Te conozco desde hace dieciocho años —dijo con suavidad —pude notar en ti cuando comenzaste a subir de peso, cuando las arcadas a media noche no te dejaron dormir y sobre todo, cuando vi esos ojitos preciosos que tienes.

—Má, yo....

—Lo se hijo. Accidente o no, ese retoñito ya está ahí. Y por lo que veo, ya tiene unos meses, ¿Verdad?

Xiao Zhan miró hacia su barriga. Había olvidado acomodarse la sudadera.

—Mn. Casi cuatro —se acarició la barriga con suavidad y luego, permitió que la señora Xiao también lo hiciera. La mujer casi suelta lágrimas de felicidad —¿No estás enojada?

Ella negó con la cabeza.

—Estoy un poco triste, sí, porque tienes tan solo dieciocho años. A penas ibas a conocer y disfrutar de la vida, pero... No puedo enojarme con este pequeño ser. No tiene culpa de nada.

El menor guardó silencio. No creyó que su madre dijera palabras tan sinceras.

—¿Crees que papá se enfade?

—Quizás un poco. Pero descuida, ahí estaré para defenderte —la señora Xiao guiñó un ojo a su hijo.

Hizo una pequeña pausa para permitir que el pelinegro probara su kimchi para luego volver a hablar:

—¿Por eso habéis terminado? —preguntó con voz muy bajita. No quería que su hijo se pusiera mal con el tema.

Xiao Zhan bajó muy quedito la cuchara en cuanto entendió a qué se refería su madre. El pequeño ser dentro de él también había parecido entender porque su estado de ánimo de nuevo se convirtió en gris.

(DES)CONOCIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora