Razón número trece.

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El día de hoy, mientras trabajaba, recordé el día del incendio. Ese fatídico día en que mi primer amor empezó a perder el brillo de su vida. Cierta nostalgia me invadía, recordaba los momentos con ella y Seishu, pero ya no los recordaba de la misma manera. Recordaba con cariño a su primer amor, Akane, sí. Sin embargo, la persona a la que ahora quería besar, y quién era dueño de su primer beso gracias a las enseñanzas de aquella chica era el propio Seishu Inui.

Besar a la persona que amas, haber pensado por un momento que Seishu era Akane... Todo aquello se veía como si hubiese sido una especie de vida anterior que por alguna razón podía recordar, dado a lo lejano que lo sentía. Pero, Inupi aún lo sentía como algo hasta traumático. Aún salía ese tema en algunas de nuestras discusiones actuales.

No podía culparlo por ello, a decir verdad. Podía ver en Inupi el miedo que tenía de volver a perderme, así como mi miedo de no ser suficiente para él, que fue el problema que tuvimos ayer, en resumidas cuentas. Ambos teníamos un problema propio, pero Seishu sí hablaba de ese problema conmigo... Yo, por mi parte, no lo hacía casi nunca.

Probablemente ahí estaba el problema. 

Aún cuando lo sabía, no quería reconocerlo de momento. Mi puto orgullo me lo impedía. ¿El orgullo podía ser tan valioso con la persona que amas? Claro que no, era una basura, pero igualmente a veces me costaba controlarlo.

―Hum... ¿Otra vez piensas en lo de ayer? ―Interrumpió mis pensamientos mi colega y confidente, quien me mantenía levemente informado sobre los asuntos de nuestras ex pandillas―, ¿será que por fin me estás dando la razón sobre lo que habíamos hablado hace rato, jefe?

―Sabes que odio decírtelo cada cinco minutos, pero tienes razón, Agatha. ―Respondí con cierto fastidio.

Agatsuma Agatha era una chica con un intelecto bastante marcado, que había pertenecido a una Sukeban en sus años y que seguía siendo amiga de Hakkai y Mitsuya. Sin duda era todo un personaje, que había mejorado muchísimo desde los años en que nos conocimos hasta ahora. Una chica tan brillante como ella podría estar trabajando literalmente en lo que sea, pero aún así se mantenía trabajando conmigo dos veces a la semana junto a su otro trabajo para manejar un poco mejor la empresa.

Agatha me había hecho "ver la verdad", cuando realmente yo ya la había visto hace mucho. Simplemente no quería asumirlo, pues era bastante doloroso cuando sabías que tú la cagaste.

La verdad era que Agatsuma no tenía el título que requería para trabajar en el cargo en el que estaba, de administración. Quizá muchos dirán que era por estar compinchada, pero la verdad era que en la empresa no permitíamos eso, realmente se notaba cuando ella no estaba trabajando por algún tipo de licencia. Todo lo que hacía, lo hacía muy bien. Ella era psiquiatra, no administradora. Pero, ya van viendo para dónde van los tiros.

―Koko, hoy estás demasiado distraído, más de lo normal. ¿Qué esperas? Debes decirle lo que sientes, son pareja, ¿no?

―Me quedé pensando en el pasado hoy...

―Díselo. Piensa en una de esas maneras que sólo se te ocurren a ti.

―Lo dices como si fuese muy creativo o algo así.

―Creo que todos tenemos un poco de eso.

Me quedé pensando, mientras trabajaba en asuntos de la empresa. Me di cuenta de que era la hora de irme a casa. No había avanzado como siempre, pero ya tenía algo de trabajo adelantado.

Terminada la jornada del día jueves, pensé en la razón de hoy. Iba a evadir olímpicamente el hablar con él de lo sucedido el día anterior pese a los consejos de mi mejor amiga, y pese a tener aquello en la conciencia, aclamando por estallar en algún momento. Simplemente no quería, y generalmente se respetaban mis decisiones, por absurdas o estúpidas que sean.

Quizá esto terminaría siendo una bola de nieve que crecería y estallaría en cualquier momento, y probablemente, el más inoportuno de ellos, pero iba a arriesgarme.

Después de todo, no creo que lo arruine tanto, ¿o sí?

Me subí al auto, pensando nuevamente en el incendio. En ese momento en que salvé a Seishu. No había sido una coincidencia. No había sido un error, tampoco. ¿O sí? ¿Y si hubiese salvado a Akane?

¿Qué diablos estoy pensando? ¿Es que acaso no terminaría esta insana obsesión? Se suponía que había quedado atrás en la pelea de la ToMan contra la Kanto Manjikai, pero ahí estaba esa espina, de nuevo hundiéndose en la carne de la piel que simbolizaban mis actuales problemas.

Se supone que todo está bien, ¿o no?

Conduje hasta casa, y se me ocurrió algo. Algo que dejó ese incendio... Algo aparte del profundo dolor... La cicatriz.

Esa cicatriz... Quizá había ocasiones en que le acomplejaba, pero por lo general siempre la llevaba de la misma forma. Y esa también era una de las razones por las que lo amo, porque siempre tuvo esa valentía.


◊◊◊


Llegué a casa pese al estresante tráfico del día. Seishu aún no llegaba, por lo que me quedé con Freya recostada en mis piernas, mientras que a su vez yo estaba recostado en uno de nuestros sofás. Estaba quedándome dormido cuando escuché que Inupi ya estaba llegando.

Me reincorporé e inconscientemente arreglé mi cabello, como si estuviese preparándome para verlo, pese a que literalmente nos veíamos todos los días. Incluso, cada mañana, al despertar.

Vi en su mirada que lo sabía. Sabía o imaginaba todo lo mal que lo había pasado durante el día, toda la agonía que había sido cargar con la culpa de no poder comunicarle correctamente mis problemas o lo que sentía.

―Bienvenido de vuelta a casa, Inupi. ―Le saludé sonriente, como si nada sucediera.

Esto le desconcertó un poco, probablemente porque creía que hablaríamos del tema, por lo que vi por una fracción de segundo una expresión que no descifré por completo. ¿Decepción, quizás? Tenía razón de cualquier manera.

Se acercó y me dio un corto beso en los labios, como saludo, y luego acarició levemente a Freya, para saludarla a ella también.

Vi su cicatriz nuevamente, como cada día, pero esta vez me fijé un poco más en ella. Se veía increíblemente guapo incluso teniéndola. Porque, era parte de él, después de todo. Y él es jodidamente guapo.

―Te amo por tu cicatriz, que llevas con elegancia.

Aquello lo sorprendió y se detuvo, pues estaba dirigiéndose a la habitación para dejar ahí sus cosas. Las dejó con cuidado en el piso, pues seguramente ahí llevaba la computadora, y se acercó a abrazarme.

―Te amo, Koko... 


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Créditos por la imagen de cabecera a:

安全確認 en pixiv.

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¡Otro crossover de historias!

Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora