Razón número cuarenta y tres.

260 33 0
                                    

Ese sábado había despertado como si me hubiese vuelto diez años más joven. A decir verdad, cada vez que tenía ese tipo de momentos con Inupi, refiriéndome a lo que había pasado ayer, me hacía sentir como si la vida valiera totalmente la pena. 

Cada día que pasaba me sentía más feliz, cada vez que sentía que reparábamos una pieza de nosotros, tanto de nuestra relación como de nuestras vidas, tenía más ganas de continuar.

Porque yo mismo tomaba las riendas de mi propia vida, y tener un compañero era para facilitar las cosas.

Porque Inui me enseñó muchas cosas sin siquiera darse cuenta, y muy probablemente yo le había enseñado muchas otras cosas más.  Quizá haberme enamorado de él no fue una decisión, porque los sentimientos no se eligen, pero haber decidido aceptar que quiero estar a su lado, y haber optado por quedarme y mejorar, habían sido las decisiones que más atesoraba como las correctas.

Nos encontrábamos viendo la televisión. 

Bueno, algo así. Inupi no estaba prestando atención, pues hablaban meramente sobre política. Él estaba medio leyendo y medio quedándose dormido.

Recordé lo que se dijo y acordó en la última sesión con la psicóloga, y decidí que quería compartir con él sobre mis pensamientos de la política.

Ciertamente, nunca hablábamos de esas cosas, tan comunes, quizá conflictivas. Por esto último y para irnos a la segura de no discutir era que no tocábamos ese tema. Pero había aprendido que no se trataba de no discutir, que es humano hacerlo, de hecho. Y además, Inupi era muy tolerante, al menos conmigo. Compartíamos muchas ideas, incluso las que desconocía que él tenía.

Evitar los temas no iba a hacer que la relación se fortalezca. Así que tomé ese paso.

―Inupi, ¿qué punto de vista tienes respecto a la política?

Algo aturdido aún por el sueño, marcó la página en la que iba en su libro y lo dejó a un lado, volviéndose a mirarme.

―Hum, bueno, digamos que soy neutral. No me gusta ni un lado ni otro en extremo, digamos que no me llama la atención el tema ―suspiró viendo la televisión, sin prestarle atención realmente―. ¿Qué hay de ti?

―Bueno, soy del centro, trato de decir que no me inclino para ningún lado, pero no sé si sea del todo verdad.

―No puedo creer que en todo este tiempo hayamos evitado hablar de este tema, siendo que era tan sencillo ―comentó él, casi robándome las palabras de la boca.

―¿No es verdad? ―me acerqué y le robé varios cortos besos de los labios―. Te amo porque respetas mis ideales.

―También te amo, corazón ―correspondió a mis besos con dulzura.

◇◇◇

Inupi había llamado a Yuki hace unas horas para preguntarle si podíamos ir a ver a los niños, y la respuesta obviamente fue que sí pues ya estábamos aquí. Yuki nos avisó previamente que estaría el hermano mayor de Rindou, Ran. No tuvimos problema con ello, pues si Rindou al final se trataba de una buena persona (al menos por lo que habíamos visto hasta ahora), Ran podría ser igual. Analizamos lo siguiente; si Yuki era capaz de confiarle sus hijos a Ran, mala persona no sería.

Los niños fueron los más felices de recibirnos de nuevo. Se veía que ya nos querían un montón, por lo que no tuvieron problema alguno con nuestra visita. Rindou por su parte se veía algo cansado. Yuki nos explicó que fue porque Haruka había estado algo enferma del estómago la noche anterior y el susodicho se quedó cuidándola.

―Le sugerí muchas veces que lo tomemos por turnos ―explicaba Yuki―, pero él insistió en que entre ambos prefería que yo descanse, pues apenas habíamos llegado anoche. Ambos habíamos acordado que estaríamos máximo la cantidad de tiempo que transcurrió fuera. Odiamos dejar a los niños sin nuestra compañía.

―Ustedes dos son admirables como padres ―opinó Inupi―, no lo habría imaginado. Rindou y Ran siempre se vieron... Muy imponentes y hasta aterradores.

Ran se asomó por la puerta, con una lata de cerveza en mano y con el cabello corto y teñido similar a su hermano menor.

―Ser intimidante con adultos no quiere decir que vayamos a ser malos con los niños, Inui ―contestó el mayor.

―Bueno, tiene un punto ―admití.

―Obviamente una cosa no está directamente relacionada con la otra, pero no lo imaginé. ―Mientras Seishu contestaba, Yuki le quitaba la lata de cerveza a Ran mientras de iba a la cocina.

―¿Podrías decirle a tu esposo que me deje de quitar las cervezas?

―Quizá podrías partir por obedecerle y no beber frente a los niños. Al menos no beber como tú haces... ¿Cuántas latas dices que llevabas?

―Tsk.

Los tres niños se asomaron por donde había salido antes Ran, por lo que obviamente el mencionado solía hacer caso omiso a las reglas de la casa.

Aparentemente le tenían demasiado cariño al mayor de los Haitani, pues desde que llegamos no dejaban de perseguirlo, como si fuese su 'mamá pato' o algo por el estilo.

Yuki volvió de la cocina. Inupi parecía un poco distante ese día. El motivo por el que vinimos fue que hoy era el segundo aniversario del fallecimiento de mi suegro.

También había perdido a su madre, aproximadamente seis meses después. Fueron golpes duros para Seishu, pues su madre había decidido tomar su propia vida. Mi suegra no estaba bien desde la pérdida de Akane, y enterarse en esa época de que Inupi estaba conmigo había sido casi una tragedia más para ella.

Más adelante sus padres no tuvieron mucha más opción que aceptarlo, cuando asumieron que no era un 'capricho' de Inupi.

Yuki se acercó a Inupi, al parecer estaba enterado, y le propuso que fuésemos al cementerio a ver a los padres de él.

―¿Son... Mis abuelos, papá Yuki? ―Preguntó un curioso Hatsuharu.

―Hablaremos de eso mientras papá va con tus tíos, pequeño.

Aparentemente no se hablaba demasiado del tema de la familia biológica de Yuki. Supongo que menos de la adoptiva. A fin de cuentas era un tema delicado, probablemente Yuki no quería transmitir su resentimiento y era completamente válido.

◇◇◇

Al llegar al cementerio, Inui me abrazó, ocultando su rostro en mi hombro. Yuki entendió que era un momento más nuestro y se alejó dándonos espacio.

No solíamos visitar ese lugar, puesto que a Inupi todavía le dolía el asunto y no lo había procesado correctamente. Desde la muerte de ellos, Inui evadía hablar de sus padres.

―Seishu, cariño... ―lo abracé acariciando suavemente su espalda―, esto es difícil para ti, pero quizá sea momento de enfrentarlo. Yuki y yo estamos aquí para apoyarte.

―Te amo porque siempre estás aquí, Koko. ―Confesó sorprendiéndome un poco. ¿Me dio una razón él también?

Se separó del abrazo y me miró, como si aquello le hubiese reconfortado.

―Cariño...

―¿Sabes, Koko? Cuando empezaste con las razones, y con las cuarenta y tres que llevas hasta hoy... ―¿las llevaba contando él también? Él es tan atento que no deja de sorprenderme. Se ve como un tipo frío, pero conmigo es todo lo contrario―, no sabía como reaccionar. Pero ahora quiero contestarte con el mismo amor que tú. Porque ya lo estoy comprendiendo. Me amas a mí, y lo que ocurrió en el pasado ahí se quedó.


----------------------------

-Quien sepa quién es el autor del arte de la cabecera, infórmelo.

N/A:

Aquí viene el segundo capítulo de la semana autoimpuesta de KokoInu. Espero que les esté gustando, justo 5 minutos antes de las 12, pero bueno.

No tuve tiempo de publicar antes, mil perdones, corazones de melón.

<3

Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora