Prólogo.

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―Koko. ―Inupi llamó mi nombre de repente― ¿Por qué me amas? ―Sonó como si hubiese tenido en mente aquella pregunta durante mucho tiempo, con cierta desesperación y angustia expresado por sus bellos ojos verdes.

―Huh... yo... ―Me puse evidentemente nervioso, no quería lastimarlo por no saber cómo responder y aquello suponía una presión mayor― Porque eres tú, Inupi.

Él se quedó observándome durante unos segundos, como si aquello no le bastara, y con muchísima razón. Mi respuesta había sido sumamente patética. Sabía que estaba tratando de comprobar que lo que decía era cierto, con tan solo ver su mirada; puedo leerlo como si fueran mis propios pensamientos... Llevamos tanto tiempo conociéndonos, que no es verdaderamente algo difícil de hacer. Además, ya llevamos 9 años de relación. Me sorprende que no haya preguntado eso antes, aunque, si lo hubiera hecho, posiblemente mi respuesta habría sido más patética aún.

Nos quedamos en silencio, en el balcón de nuestro departamento. El día estaba soleado, perfecto para iluminar los hermosos ojos de Inui. Me gustaba mirarlo, me gustaba notar cada día un nuevo detalle en él que me enamorase más. Sé que antes me equivoqué, que lo besé porque era como alguien más, pero luego entendí que lo amaba. Lo amaba no porque fuese su hermano, no por el parecido que ambos tenían, de verdad lo amaba por ser él. Había tantas razones, ¿qué podía hacer para demostrárselo? ¿Cómo podía hacerle saber que realmente lo amaba a él? Quizá seguía inseguro por lo que sucedió en el pasado, ¿quién podría culparlo, realmente? Él siempre es tan fiel, atento. Es el hombre perfecto, la persona que cualquiera soñaría con tener. Y él está conmigo.

―Inupi... ―Sabía que él había percibido que no había dejado de mirarlo desde que me hizo aquella pregunta, él volteó a modo de respuesta― ¿por qué me amas?

―Por que eres tú, Koko ―Bromeó. Yo fruncí el ceño por un par de segundos, fingiendo enojo. Luego esbocé una sonrisa―. ¿Bromeas? Es porque eres perfecto, eres la persona con la que siempre he estado. Te amo por todo lo que conlleva a estar contigo, y por cada una de las pequeñas cosas que hacen que seas tú.

―Es una respuesta mucho mejor que la mía. Qué envidia. Siempre eres tan directo, siempre sabes qué decir.

―No es que siempre sepa qué decir, cariño. ―Me miró directamente a los ojos, lo que hizo que me estremeciera por la intensidad de su mirada― Es que siempre hablo con la verdad, y me guío de ella.

"Cariño". Cuando pronuncias esa simple palabra, mi vida cobra sentido, mi mundo se llena de color.

Algo debo hacer, de alguna forma debo convencerlo, sé que él es consciente de que estoy verdaderamente enamorado, porque lo conozco tanto como él a mí. Pero, quiero que no dude ni un solo instante de lo que siento por él. Quiero hacerlo plenamente feliz, darle seguridad, protegerlo. Y eso incluye que sepa por qué lo amo.

―A veces... ―empezó a hablar mirando al horizonte, sin fijar la mirada en nada en especial. Abajo, en la calle, se veía a la gente pasar, tenía la mirada perdida fingiendo enfocarse en esas personas― Pienso que me elegiste porque no había de otra. Espero... yo realmente espero que aquello sea una estupidez mía.

―Inupi... ―Me acerqué a él y lo rodeé con mis brazos, apoyando mi cabeza contra la suya―. No es eso, te lo juro. 

Tengo que hacer algo, definitivamente tengo que demostrarle a mi novio que lo amo a él, debo mostrarle de algún modo las razones de ello, porque así se va a sentir verdaderamente seguro de lo que siento y de lo que le digo.

No tardó mucho en corresponder a mi abrazo. Con un brazo, rodeó mi cuerpo, y su mano libre la acercó a mis labios para acariciarlos. La verdadera pregunta es... ¿cómo podría no amarlo?

Cerró los ojos y se aproximó a mi, uniendo sus labios con los míos. Esa sensación... era tan adictiva. Acarició suavemente mis labios con los suyos, de alguna forma, supuse, quería probar que lo que decía era cierto. 

Definitivamente no podía hacerme el dolido por aquello, simplemente correspondí y lo pegué un poco más a mí, intentando darle confianza. 

En ese momento, se me ocurrió una simple idea. Simple, pero precisa. Era lo que estaba seguro de que él necesitaba.

―Desde mañana... ―me separé un momento― voy a decirte las 46 razones por las que te amo.

―¿Por qué 46, Koko? ―rió levemente, mirándome con intriga.

―Eh... porque es un buen número, sus dos cifras son números pares. ―Bromeé. 

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Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora