Razón número treinta.

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Tenía que admitirlo. Estaba muy sensible ese día, y no tenía muy claro el por qué. Me encontraba ahí, tirado en la cama, abrazando una almohada, mientras Inupi me miraba como si tratase de descifrar por qué estaba así. Freya me estaba quitando a mi hombre, pues estaba acostada en sus piernas y él no quería molestarla al moverse.

Inui trataba de descifrarme, y lo que no sabía era que ni yo mismo me entendía del todo ese día. Quizá era por la pelea con Agatha, cada vez que me peleaba con ella me sentía muy mal después.

—¿Quieres algo de comer, cariño? —Le pregunté cordialmente, mientras me levantaba soltando la almohada que tenía abrazada. 

—Huh... no realmente. ¿Pasa algo, cariño?

—No te preocupes por eso. —Le dije, pues no sabía qué contestar realmente. Ni siquiera sabía si estaba así por lo de Agatha o por alguna otra cosa. 

Caminé fuera de la habitación para dirigirme a la cocina. Me costaba a veces mostrar mis verdaderas emociones, incluso diría que otras personas no lo notan, a excepción de Inupi. Él sabe todo si se trata de mí. A veces me asusta que sea una especie de vidente o que pueda leer mis pensamientos. Pero luego recuerdo que llevamos años como pareja, y mucho más tiempo como amigos. Diría, incluso, que nunca dejamos de ser amigos y que nuestra relación simplemente evoluciona, pues las cosas siguen igual si no contamos el sexo, los besos y otras muestras de afecto. Supongo que es lo que pasa con la mayoría de parejas.

Apenas escuché sus pasos, y me detuvo con un abrazo por la espalda. 

—Cariño... te amo, lo sabes, ¿verdad? —Apenas atino para asentir casi por inercia, pues conocía muy bien la respuesta a dicha pregunta. Pero me sorprendió un poco el abrazo— Ella lo entenderá, de verdad.

—Inupi, ni siquiera sé por qué me siento así, exactamente —le confieso—, sé que debemos hablar más las cosas, pero, ¿cómo te hablaré de ello si no sé qué pasa conmigo? Es un poco frustrante.

Sentí que besó mi mejilla, y luego escuché una pequeña risa de su parte.

—Sé que lo estás intentando, hemos descubierto y recordado muchas cosas estos últimos días. Yo también me siento un poco extraño. Quizá sea eso. —Confesó él.

Ciertamente, tenía un poco más claro el motivo ahora y me sentía un poco menos frustrado, pues mi rubio favorito tenía la razón. Pero igualmente esa sensación no desapareció. Me quedé en silencio, hasta que él volvió a hablar.

—Salgamos. Es domingo, tenemos tiempo libre juntos. Quiero que la pases bien hoy.

—¿Es una cita? —sonreí casi instintivamente.

—Claro. —Rió nuevamente y giró mi cabeza al tomarme del mentón para depositar un suave beso en mis labios.

—En ese caso, acepto encantado. ¿Dónde me llevarás?

—Donde el viento nos deje.

Ambos reímos un poco por el comentario de Inui. Solía responder eso cuando quería satisfacer mis caprichos, por lo que seguramente me iba a llevar a comprar algo que me gustase. 

Fui a la habitación, pensando en qué ponerme. Quería algo casual, así que tomé un suéter cómodo de color beige y unos pantalones blancos. Me cambié del pijama que traía y me vi al espejo. No me gustó lo que estaba viendo, así que me cambié el estúpido suéter y me puse una camisa de color negro. Me puse unas vans negras para combinar.

Inui se puso unos tacones rojos, pues no había dejado atrás del todo esa faceta, una camiseta bajo una gabardina negra, pantalones negros también. Destacanan bastante sus zapatos, se veía muy bien, si se me permite acotarlo. Como siempre, en realidad.

Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora