Razón número once.

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A decir verdad, hay que admitir que peinar su cabello era una sensación muy bonita. Me daba la sensación de que lo estaba protegiendo y cuidando, de cierto modo. Además, mi tacto con su cabello me reconfortaba al sentir su suavidad. Así que, ahí estaba, peinándolo y dándole suaves caricias. Se trataba de un cabello liso y dócil, por lo que no tenía que sufrir el hecho de sentir que lo estaba lastimando.

Él, por su parte, estaba recostado a mi lado, tranquilo y dormitando producto del relajo que al parecer le producía estar de esa manera conmigo. Un martes por la tarde, estábamos él y yo, a medio dormir, sin preocuparnos por nada más. Me fijé en el color de su cabello... Era tan bonito, brillante. Su cabello era sencillamente perfecto. No es de las cosas en las que un hombre suele fijarse, por lo menos hasta donde yo sé. Pero, el suyo era tan bonito que era imposible pasarlo por alto. Antes, en ocasiones, me preguntaba si tocar el cabello de Seishu y el de Akane sería lo mismo. pero ahora estoy más que convencido de que no es así.

Uno era el cabello de mi amor platónico. Probablemente era muy bonito y suave, pero otro era el del amor de mi vida, por lo que sencillamente toda emoción que pude haber sentido como base se cuadriplicaría. 

Ese era el efecto que Seishu Inui tenía en mí.

Quizá aquello era rebuscado, pero estaba enamorado de cada partícula de ese maravilloso ser. Quizá Inupi tiene razón y simplemente soy un cursi.

―Seishu... ―El susodicho abrió los ojos abruptamente, al ser sorprendido a medio dormir― perdón, cariño. Te desperté.

―No te preocupes, Koko... ―Dijo con una voz un tanto ronca, aquello me enloqueció.

―¿Hay algo que creas que es algo... irrelevante para los demás, pero para ti es muy valioso?

―Siempre me sorprendes con algo nuevo. Eres una caja de Pandora. ―Extendió su mano y la llevó a mi cabello, pasando la misma con delicadeza y fina elegancia por los azabaches antes mencionado.― Diría que hay muchas cosas, como los detalles que me siguen enamorando día tras día de ti.

En ese momento sentí cierta paranoia. ¿Acaso Inupi podía leer mentes? ¿Cómo es que lo que estaba pensando concordaba tan bien con lo que él me respondió? ¿Me ocultó un super poder mega-deseado todo este tiempo? Negué con la cabeza, riendo de este chiste que internamente me había hecho. Vamos, es tan malo que no sé si puedo siquiera llamarlo como tal.

Mi mano detuvo la suya para terminar por entrelazar nuestros dedos y dejar reposar nuestras manos unidas en la cama. Lo miré y le dediqué una sonrisa. Él se volvió a acomodar y dejé el peine a un lado, y volví a mi labor de acariciar su sedoso cabello. Mis ojos, al pasar unos minutos, empezaron a cerrarse, y tal como es obvio, no pude siquiera prevenir el quedarme profundamente dormido junto a mi querido prometido. Era un placer y un lujo qu epodía darme, al menos.



◇◇◇



TW: Contenido sexual.

―¡Agh! ¡Koko! ―Los ojos de mi querido futuro compañero de vida estaban en blanco de placer, cuando por inercia tomé su cabello y lo jalé, mientras nuestras caderas se movían en un exquisito vaivén que podría disfrutar eternamente.

Sus manos se hundían en las sábanas, apretando y soltando las mismas, mientras sus gemidos inundaban la habitación. Por mi parte, trataba de contener los míos, pues quería que me pidiera que gimiera para él. Inupi estaba en cuatro, con el rostro medio volteado hacia mí, pues de vez en vez nos besábamos en medio del acto. Joder, se sentía tan bien su interior, que no podía parar.

Estaba conteniendo las ganas de correrme, por lo que jalé un poco más su cabello haciéndolo volver a gemir. Amaba aquellos sonidos que producía. Pero extrañamente volví a fijarme en su cabello, y me sentí como un enfermo, o un fetichista. Realmente ese día era mi fijación. Me gustaba tanto peinarlo, como despeinarlo y jalarlo. 

―Inupi, voy a correrme... ¡agh! ―Me estremecí, y llené el condón con mi caliente esperma. Mi cuerpo aún se movía ligeramente en espasmos de placer. Había perdido la noción del tiempo, no sé cuánto llevábamos follando, pero al parecer el orgulloso de Inui también se estaba aguantando, pues una vez yo lo hice, él se corrió también.

Saqué mi miembro de su interior, cada quién se sacó su respectivo condón y los tiramos casi a la vez al tacho de basura de la habitación. Luego, Seishu se recostó estando exhausto. Miré la hora. Habíamos estado casi una hora haciendo lo nuestro, en tres rondas, si no mal recuerdo. 

Me recosté junto a mi prometido y le di un pequeño beso en los labios, a lo que él correspondió. Él se acurrucó en mi pecho, al ver que mi "gran esfuerzo" por peinarlo se había ido a la basura, lo peiné con mis dedos, con delicadeza.

―Te amo por tu cabello rubio, Seishu. ―Solté la razón de hoy sin pensarlo demasiado.

Seishu rió levemente, y vi que se había ruborizado un poco más.

―¿Sabes que suenas... bastante selectivo con eso? Podrías haberme elegido para crear una etnia aria o algo así. ―Bromeó para evadir su sonrojo.

―Puede ser. Pero tú y yo no podemos reproducirnos entre nosotros, así que no soy un obseso con las etnias. ―Bromeé de vuelta― Te amo.

―Yo te amo más. Me vas a malacostumbrar con esto de las razones todos los días. ¿Qué haré cuando terminen las cuarenta y seis?

―Vivir tu vida como mi esposo.

―Tienes razón.

Nos besamos nuevamente un par de veces, hasta acurrucarnos y terminar por caer dormidos a las tres de la madrugada, teniendo que trabajar ambos al día siguiente. Freya, al escuchar que habíamos terminado con lo nuestro, empujó la puerta de la habitación, la cuál estaba entreabierta, y se adentró en la misma para subirse a la cama y recostarse a nuestros pies. No podíamos domarla, pero la amábamos.



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Créditos por la imagen de cabecera a:

- 牡蠣 en pixiv.


N/A:

¡Primer capítulo de los dos de hoy! ¿Cuántas veces puede disculparse un ser humano? Definitivamente no las suficientes veces. ¡Perdón! Sigo tratando de ajustar mis horarios.


Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora