Razón número catorce.

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Por fin era viernes, mañana podría pasar todo el día recostado en la cama con mi prometido y nuestra hurona. Agatha había venido hoy de nuevo, pues quería cumplir con sus dos días de la semana y tenía la agenda más o menos desocupada. Estaba escribiendo rápidamente en su laptop, como siempre hacía. 

―Agatha.

El sonido del teclado de la contraria no dejaba de sonar, ella me miró de reojo sin dejar de escribir. Sabía que le daba demasiado trabajo, quizá estaba acostumbrada a que rindiera hasta por cuatro. A veces ponía a todos al mismo nivel de trabajo exhaustivo que yo me daba a mi mismo, y a veces no era consciente hasta que ya era demasiado tarde. 

―¿Hm? ―Respondió sin apartar la mirada de la laptop. Sus dedos iban de un lado a otro, escribiendo a una velocidad que realmente yo no podría igualar. De nuevo sentí esa... ¿envidia? No sabía qué era, pero no me gustaba en absoluto, pero era difícil dejar de sentirlo tan fácilmente.

―Joder, ¿podrías escucharme un momento? ―otra vez estaba a punto de explotar. Dejé de escuchar el irritante sonido del teclado de la señorita perfecta. ¿Señorita perfecta? ¿Es en serio? Ella me había contado todos sus problemas... o la gran mayoría de ellos. ¿Por qué sentía que todo a mi alrededor era tan inalcanzable? Tan bien estructurado, que me aterraba.

Me aterraba llegar al día en que lo perdiese todo de nuevo, pero a la vez podría estarlo ocasionando. ¿Era una sensación egoísta? Sí. Era el egoísmo de poder descargarme de esa manera y que todos a mi alrededor simplemente lo acepten. Sentí la mirada analítica de ella, sentí que estaba pensando en la manera de que no me molestase más. 

Y supe que decidió ser humana.

―¿Puedo saber qué demonios te pasa hoy? Seguro es porque no hablaste con él, ¿no? Kokonoi Hajime, contéstame. ¿Qué culpa tiene el resto?

Ella sabía como ponerme en mi lugar, sabía hacer que me disculpase rápidamente por las cosas que hacía por impulso. Generalmente no era así, pero a veces necesitaba explotar. Necesitaba ser irracional e imperfecto.

Suspiré pesadamente.

―Lo siento. Sí, tal vez sea por eso. Sólo quería hacer una pregunta, ya que tú eres tan jodidamente inteligente ―soné más borde de lo que pretendía―. Eh, digo. ¿Qué hace inteligente a una persona? ―Decidí ir al grano antes de terminar de cagarla. Sabía que ya me había metido en problemas con ella hoy.

―Bueno, considerando que hay distintos tipos de inteligencias según una teoría que se reconoce bastante hoy en día, probablemente por el simple hecho de ser un humano puedes generar y destacar en un tipo de inteligencia.

―Qué aburrida, eso no nos hace especiales.

―Depende de cómo lo veas. 

"¿Realmente esa era la respuesta que buscabas?" Me diría a continuación si seguía con el tema. Pero decidí dejarla trabajar.

Y, contestando a la pregunta, no. No lo era. Quería mostrarle al mundo que Inupi era especial en ese sentido, que mi Inupi era el hombre más inteligente. Quizá fanfarronear sobre lo genial que era mi prometido. Pero, sobre todo, quería mostrarle a Inupi que él era alguien a quien una persona como yo consideraba inteligente. Quizá Agatha era distinta, porque ella veía inteligencia en todos, como profesional de la salud mental que era. Pero yo no era ella.

Yo no era una persona que creyera que todos somos especiales ni mucho menos, quizá yo no era tan bueno como Agatha. Yo solo veía a una persona como especial en todo el mundo. Para mí, Seishu era el más inteligente de todos.


◊◊◊


―Entonces, Koko, así es como se hace ―Sí, lo había hecho a propósito. Le había preguntado a Seishu sobre algo un poco más avanzado de Excel, ya lo sabía, pues era un programa que utilizaba muchísimo por la administración de la empresa. Simplemente quería decirle la razón del día demostrándole que realmente era de esa manera―... y estoy seguro de que ya lo sabías. Completamente seguro.

―Me atrapaste.

―¿Puedo saber por qué me hiciste explicarlo? ―Sonrió levemente, con aquella actitud serena de siempre. Tan familiar y acogedora.

―Porque quería decirte de esa forma la razón de hoy.

―¿Y cuál es?

―Te amo por tu inteligencia.

Inui se quedó pensando un momento en aquella respuesta, y negó con la cabeza un poco avergonzado. No se lo creía del todo. No veía lo especial que era.

―Agatha dice que todos somos inteligentes de algún modo. Yo creo que tú eres más especial que todos nosotros, los idiotas, juntos. Para mí eres muy especial, Seishu.

―Si soy tan especial para ti... ¿por qué no resolvemos nuestros problemas juntos, como deberíamos hacerlo?

Mierda, había dado justo en el blanco. Quizá había estado estos dos días esperando la oportunidad de decirlo, pero recién encontró el momento, con cierta desesperación. No supe qué responder, por lo que apreté la mandíbula por la tensión que me provocaba el momento.




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Créditos por la imagen de cabecera a:

安全確認 en pixiv.


Las 46 razones por las que te amo. | Kokonupi, TokRev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora