CAPÍTULO 30

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Al final empezamos las sesiones de psicólogo antes de lo esperado.

Logré contactar con uno que se ofreció a darnos soporte durante el tour, y que cuando llegásemos a Roma, nos atendería en su consulta.

La idea de ir en bus por toda Italia fue descartada viendo la ansiedad que le producía a Elina estar allí. Al final acabamos yendo de hoteles.

Ya habíamos ido a Milán, Turín, Verona, Florencia, y digamos que por la parte de Elina las cosas no estaban muy bien, pero por nuestra parte estábamos dando unos conciertazos increíbles.

Elina estos días apenas había hablado. Creo que el hecho de tener la mente inundada de recuerdos la hacía bloquearse. Todos le insistían de que hablara un poco más que dos palabras seguidas, pero nadie conseguía absolutamente nada. Ni yo mismo.

Volviendo aquella noche del concierto en Bolonia, me la encontré sentada en el suelo. Mirando hacia la nada. Deje mis cosas encima de la mesa, y me puse de cuclillas delante suyo.

— ¿Vienes conmigo a la cama, cariño?

Ella ni se inmutó. Estaba muda. Y tampoco se movía.

Intente cogerla en brazos, pero eso solo fue la señal de que empezara a llorar, y me abrazará desconsolada.

— Yo no me lo merecía, yo los quería. — Empezó a repetir varias veces seguidas.

Quise llorar yo también de verla en ese estado. Me dolía tantísimo.

— Claro que no te lo merecías. — Susurré contra su pelo.

Minutos después se había quedado dormida de tanto llorar, y yo no estaba nada bien.

Llame a Victoria para decirle de vernos con el grupo entero en su habitación, necesitaba ayuda porque sabía que solo no iba a poder con todo esto.

Fuimos todos a su habitación, y cuando me vieron la cara de disgusto, más se preocuparon.

— ¿Como está ella? — Preguntó Victoria.

— Está fatal. Creo que tendríamos que haber empezado el psicólogo al llegar del tour. — Susurré.

Damiano me acarició el brazo.

— ¿Podemos ayudarte en algo? — Sugirió Thomas.

Levante los hombros en signo de que no lo sabía. No tenía ni idea de cómo ayudarla.

— Intentaremos animarla cuando estemos con ella, o llevando a hacer diversas cosas, te lo prometo. Y si algo va mal, te lo diremos. — Finalizó Damiano.

Me sentí respaldado por mis cuatro mejores amigos más que nunca. Tenía muchísima suerte de tenerlos a mi lado.

Me explicaron más o menos que les gustaría hacer a cada uno para animarla y ayudarla. Todo me pareció genial, si era para que ella estuviera bien.

...

Me desperté buscándola en la cama y la encontré en la terraza de la habitación fumando. Estos días había fumado demasiado. Por la ansiedad seguramente.

Me acerqué por detrás y la abracé. Bese su cabeza varías veces y me senté a su lado.

Estaba demasiado seria. Mirando a la nada. Tuve que sacarla de su trance moviéndola, porque no se inmutaba.

Le sugerí que se sentará en mi regazo, quería tenerla cerca. Quería sentir que estaba conmigo y no en otro lugar. Ella con dudas aceptó pero vino.

Apoyé mi cabeza en su pecho, y cerré los ojos. Quería imaginarme que nada de lo que estaba pasando estos días, había pasado. Que todo estaba genial.

Quise darle un beso, en esos labios que tan pocas veces había besado estos días. Ella me lo correspondió. Sentí mariposas, como la primera vez que nos besamos. Anhelaba mucho tenerla tan cerca mío.

Tocaron a la puerta y fui a abrir. Era Victoria. Iba a llevarse a Elina a la peluquería, para que se sintiera mejor con ella misma y dejase su aspecto descuidado de lado.

— ¡Elina! Vístete que nos vamos a la peluquería. — Casi chilló Victoria.

Ella me miró y negó. Era obvio que no quería salir, pero tenía que hacerlo.

Tras batallarme con ella durante un buen rato, logre que se metiera en la ducha y se vistiera. Quería que hoy se lo pasará genial con Victoria.

Narra Elina:

No estaba bien. Nada bien.

No me apetecía hacer absolutamente nada. Tenía la mente inundada de recuerdos que me había echo volver el hombre el cual me estaba atendiendo, el psicólogo. Todo eso me había golpeado tan fuerte que no tenía ni ganas de hablar, ni ganas de hacer absolutamente nada.

No pude evitar romperme con Ethan la noche anterior. Yo, no me merecía lo que me pasó. Además, lloré porque me estaba perdiendo todos los conciertos por estar echa una mierda.

Que Victoria me sacase a la calle era lo que menos quería, pero Ethan insistió demasiado. Acabe haciéndole caso. Me puse un vestido de color blanco y mis sandalias a conjunto.

Me daba miedo lo que podía llegar a hacerme Victoria en una peluquería. Es más, dudaba necesitar un cambio, pero según ellos, los cambios siempre iban bien. Aunque yo era la total prueba de que en la gran mayoría de casos solían salir extremadamente mal. Bueno, mal no, fatal.

La pequeña rubia me arrastró por las calles de Bolonia hasta el lugar donde teníamos hora las dos. Una vez dentro me arrepentí de haberles echo caso.

— Da igual si no quieres hablar, pero permítete el lujo de estar guapa, y dejar de tener esa cara de mierda que llevas estos días. Que eres preciosa y echo de menos ver tu sonrisa, amiga mía.

Quise enfadarme por la primera frase que dijo, pero la última hizo que mi corazoncito se encogiera de amor. Quizás es de las cosas más bonitas que jamás me habían dicho.

Yo también anhelaba a mi yo sonriente. Lo anhelaba muchísimo.

Te quiero mucho, Victoria.

Es lo único que logre decir, pero a ella le bastó. No se puso a llorar de milagro. Sabía que ella también me quería de la misma manera que yo a ella.

Me deje llevar por los consejos de la mujer que nos atendió. Hablé más de lo que me esperaba.

Y es que ese era el efecto que provocaba Victoria.

El efecto de sacarte la sonrisa más grande con sus tonterías, con su manera de ser, con su manera de cuidarte, con su absolutamente todo. La adoraba más de lo que ella pensaba.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora