CAPÍTULO 39

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Llevábamos ya dos semanas en la capital. Ellos se habían dedicado a componer casi todos los días, y yo me había dedicado a encerrarme en la habitación a escribir miéntate escuchaba música en mis auriculares.

Heal de Tom Odell me acompañaba todos los días. Era la banda sonora de mi libro, sin duda.

Y es que cuando estaba encerrada en la habitación era todo paz, pero las discusiones habían empezado hace unos días.

Una noche la cual me encargue de hacer yo la cena había escuchado a Damiano discutir con Giorgia en su habitación. No tarde en meterme y defender a Giorgia, porque en este caso, ella tenía toda la razón.

Me puse a chillarle a Damiano, y el a mi también. Aquello se convirtió en el caos en menos de diez minutos. A día de hoy, llevábamos como cinco días sin dirigirnos la palabra. Los dos éramos muy rencorosos.

Ethan lo había visto todo desde fuera, y no había osado a meterse. Solo estaba ahí para mantener la calma.

— Llevas como una semana escuchando la misma canción. — Habló alguien a mi lado. — Voy a empezar a pensar que vuelves a estar mal.

Y como no, era don rencoroso.

— Si vienes a reírte, ya puedes volver por donde has venido.

— Oh vamos, ¿crees que me reiría de ti?

Levante la mirada y me lo quede mirando con una ceja encarnada. Ahora que estábamos peleados dudaba de que si podía reírse.

— Elina, por dios. ¿Enserio?

— Si, enserio Damiano. Llevamos días sin hablar porque te recuerdo que nos discutimos, y me has echo dudar de ello.

El se fregó la frente.

— Jamás por mucho que estuviese enfadado contigo, me reiría de ti. Jamás, ¿me has escuchado?

El tono en la voz me había dejado claro que era verdad lo que decía. Él no tardó en sentarse a los pies de la cama y acercarse un poco a mi. Tenía toda la pinta de que quería algo.

— ¿Se puede saber que quieres? — Pregunté mirándolo.

— Que no seas una seca de mierda.

Suspiré ante eso. Ya estábamos otra vez.

— Y que también me des un abrazo, quiero un abrazo de mi mejor amiga.

¿Me había parecido tierno? Muchísimo. ¿Iba a dárselo? Sería un pecado no hacerlo.

Abrí mis brazos y él se acurrucó entre ellos.

— Perdóname por ser tan gilipollas. — Susurró. — No puedo enfadarme contigo.

— Cállate y no arruines en el momento, idiota.

El se río ante mi comentario y a mi se me escapó una ligera risa.

Escuchamos la puerta de la puerta entrada abrirse sin entender en qué momento alguien se había ido y vuelto.

— ¡Elina! ¡Cariño mío!

Era Coral. No tarde en salir corriendo de ahí y tirar a Damiano al suelo. Me paré antes de seguir mi camino.

— Yo también te quiero, cascarrabias. — Se quejó.

Me acerqué a darle un beso en la mejilla rápido y luego baje corriendo hacia el salón, donde estaban todos con Coral.

Me tire encima de ella como si hubiésemos pasado años sin vernos. Como si estuviésemos locas. Ella no tardó en seguirme el rollo.

— Ojalá me recibiera a mi así todos los días. — Se quejó Ethan riendo.

— Cállate que a ti te recibe a mamadas y lo tienes bien callado. — Se burló Victoria.

No tardó en volar un cojín hacia la cara de Victoria, y ella no tardó en tirarse encima de Ethan.

— ¡Pero que sepas que la chupa de fábula! — Chilló esta vez Ethan.

— ¡Ethan! — Me quejé sonrojada.

Coral que aún estaba conmigo en el suelo empezó a partirse de risa mientras se sujetaba el estómago que ya le dolía.

— Llego y me recibís así, si es que tengo que quereros. — Habló Coral entre risas.

— Victoria te tiene preparada una mejor bienvenida. — Se burló Damiano.

No tardó en ponerse a imitarlas con Thomas. Se les veía a los dos muy entregados, y no tarde en burlarme esta vez yo de ellos.

— ¿Estáis seguros de que os gustan las chicas?

Damiano me fulminó con la mirada, y Giorgia no tardó en seguirme la corriente.

— No te preocupes, amore, Elina me cuidará muy bien.

— ¡Oye! ¡Que es mi novia!

Y ese era Ethan. Todos habíamos estallado en risas con su reacción.

— Creo que tenemos que ampliar nuestra relación. — Comenté riendo.

— ¡No! Ni de broma, tu eres mía, y solo mía.

— Posesivo. — Susurró Damiano.

— Idiota. — Hablo Ethan en voz alta

Ahora estaban estos dos discutiéndose. Como los niños pequeños que eran.

Coral y yo los habíamos dejado discutiéndose, y habíamos subido a la habitación. Ella se tiró a la cama dejándome sin espacio, pero no tardó en reincorporarse en el momento en el que vio mi ordenador ahí abierto.

Me miró varias veces y lo cogió entre sus manos. Se puso a leer, detalladamente a mi parecer.

— Dios, Lina... ¿De verdad que has escrito todo esto?

Asentí.

— Has redactado la noche exacta en la que pasó todo, y como pasó, yo... Yo pensaba que no serías capaz de hacerlo, al menos aún. — Susurró.

Cogí aire.

— A veces plasmar todo aquello que te duele y que te ha dolido, es una terapia buena. Sencilla pero buena, y quizás plasmar mi historia en un papel, me esté sentando bien. — Suspiré. — Considero que estoy soltando una carga que estaba llevando cuesta arriba tontamente.

Coral me sonrió ampliamente.

— Creo que el psicólogo, te está sentando genial, aunque sea a distancia, y agradezco que Alessandra te animará. Es realmente muy bonito.

— ¿Bonito?

Ella asintió y agarró mi mano.

— Bonito, porque así lucís las personas fuertes, las personas que han renacido desde lo más hondo y han sabido volver a la vida, volver a ser ellos mismos y volver a desprender esa esencia que tanto le caracteriza a uno. — Acarició mi mejilla. — Tu eres una de esas personas bonitas, porque has renacido, has vuelto a ti misma.

Quise ponerme a llorar. Lo único que pude hacer, fue abrazarla. Notaba mucho su ausencia teniéndola a bastantes kilómetros de mi.

Nunca nos habíamos separado la una de la otra, y estos estaban siendo un reto para las dos.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora