CAPÍTULO 37

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¿Quizás Alessandra había querido matarme por irme a Londres? Pues sinceramente si.

En cuanto le dije que en unos días nos íbamos a Londres durante un tiempo, me metió más presión aún, ya que no me iba de vacaciones y podía trabajar perfectamente.

Ahora mismo estábamos haciendo maletas. Quizás con ropa para tres o cuatro meses, ya que era lo planeado.

Yo me estaba volviendo loca de tanto  sacar y meter ropa, no tenía ni idea de que quería llevarme, y me estaba frustrando también. Ethan parecía que hubiese echo esto toda la vida. Estaba más tranquilo que vete a saber que.

Acabó echándome de la habitación con el motivo de que me haría el la maleta para no verme mal. Aún estaba yendo al psicólogo, pero era pronto para dejarlo.

Estuve hojeando el grupo que teníamos todos. Todos estaban igual que yo, estresados por hacer maletas. Al menos no me sentí excluida e incomprendida. Así que gracias a eso, los invité a unas cervezas en casa por la noche.

No paraba de escuchar como Ethan salía y entraba de la habitación, y me sentía mal por no ayudarle, pero él mismo me había echado.

Así que en cuanto menos me di cuenta, la noche había caído, y teníamos a cuatro personas en casa. Giorgia había vuelto a Milán unos días antes de irnos. Ella también venía, pero era obvio que tenía que hacer maletas.

Cenamos comida a domicilio que Damiano había pedido, y luego ya llegó el turno de las cervezas.

A mi el alcohol estando medicada, me daba un sueño terrible, y Victoria que estaba en el mismo sofá que yo, lo notó. Me animo a que me estirara y pusiera mi cabeza en su regazo. Coral estaba al final del sofá, acariciandome la pierna. Así iba a quedarme dormida en nada.

Narra Ethan:

Se notaba a kilómetros que iba a quedarse dormida en nada. Victoria y Coral lo notaron así que la hicieron sentirse cómoda, hasta que finalmente Victoria acabó llevándosela a la habitación.

Una vez que había vuelto, todas las miradas cayeron encima mío.

— ¿Está mejor? — Preguntó Damiano susurrando.

— Yo diría que si, o eso me gustaría creer. La veo más ella, más viva que nunca, pero sé que en el fondo tiene la espinita clavada.

— Es que realmente lo de sus padres, fue muy duro, y no me quiero imaginar como se sintió ella. — Añadió Thomas.

Levante la mirada del suelo, y mire a Coral. Sabía perfectamente que ella tampoco quería hablar del tema, ya que ella lo había vivido en primera persona. Ella ni siquiera nos miraba, es más, miraba por la ventana y tenía la pierna derecha inquieta. La estaba matando por dentro que hablásemos del tema como si ella no estuviera aquí.

Volví a la realidad, y me di cuenta que entre todos seguían hablando del tema.

Coral no tardó en levantarse y salir a la terraza prácticamente corriendo. Victoria intentó salir, pero se lo impedí. Quería hablar yo con ella esta vez.

La vi sentada fumando mientras tenía los pies apoyados en la barandilla. No tardó nada en girarse y mirarme. Yo me senté a su lado, y ella no dijo nada. Era idéntica a Elina.

— No te gusta que estén hablando del tema como si tú no estuvieses ahí mismo. — Comenté.

Ella asintió dándome la razón.

— Créeme que te entiendo, no me gustaría en absoluto que hicieran eso conmigo. — Volví a añadir.

— Lo que pasa es que no puedo pensar en ese día. Fue uno de los peores días de nuestra vida para las dos. Me viene la imagen de Elina llamándome mientras apenas podía hablar porque estaba llorando, y pidiéndome por favor que fuese a buscarla y que la dejara quedarse en mi casa. — Suspiró. — Ella es mi vida entera, es mi mejor amiga, la amo con todo mi corazón, pero yo también tengo la espinita de ese día clavada.

Hasta a mi me había tocado el corazón con eso. No quería ni imaginarme como lo habían tenido que pasar.

— Y más sabiendo que la echaron de casa por mi culpa. — Susurró.

¿Por su culpa?

— ¿Por tu culpa?

Coral arqueó una ceja, y luego intuyó que no me lo había contado.

— Tienes que saber que los padres de Elina eran los típicos perfeccionistas que quería a la hija perfecta. Perfecta personalidad, perfecto físico, perfectos estudios y perfectas amistades, cosa que yo no fui. Una noche nos detuvieron a las dos por drogas, las cuales llevaba yo y solo consumí yo. Nos llevaron a la dos a comisaría, y sus padres llegaron enfadados como una moto. Se la llevaron, y al día siguiente le echaron la bronca del siglo. La dijeron que era una drogadicta por juntarse conmigo, que había dañado la reputación de la familia, y que no merecía pertenecer a una familia tan buena como la suya. Así que lo primero que hicieron fue echarle las cosas a la cara y echarla de casa. — Suspiró. — Quizás consideras que el enfado que tuvieron fue por algo realmente absurdo y que se podría haber hablado, pero de verdad que si hubieses conocido a sus padres, lo hubieses entendido todo.

Era la primera vez que alguien me explicaba el verdadero motivo. El motivo de todo, y ahora la entendía más que nunca. Entendía que tenía que protegerla a toda costa para que nadie le hiciese daño.

Y entendía de sobras tanto malestar en ella.

— Elina jamás te lo hubiese contado todo al detalle, pero yo lo he echo porque mereces saberlo. — Agarró mi mano. — Y porque confío en ti plenamente, y sé que no vas a hacerle daño. — Se le escapó una leve risa. — Si supieras lo mucho que te quiere, alucinarías, Ethan. Tienes el cielo ganado con ella, porque es la mejor persona que vas a conocer en tu vida.

Abracé a Coral. Se lo merecía más que nadie. Y quería abrazar a Elina, para chillarle a los cuatro vientos que tenía el cielo ganado con ella, y que jamas iba a hacerle daño.

Porque a fin de cuentas, hacerle daño al amor de mi vida, no entraba en mis planes.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora