CAPÍTULO 4

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Coral, Victoria y Thomas iban como una cuba. No había manera de tenderlos de pie. Damiano se aguantaba en pie, pero iba borracho igual.

Me sabía mal que Ethan tuviese que llevarlos ahora uno por uno hasta casa. El trabajo que iba a tener era impresionante. Así que lo único que pude proponerle fue llevarlos a mi casa y que mañana por la mañana se fuesen.

— Ethan, ¿no crees que es mejor que os quedéis en mi casa y por la mañana os vais? Te va a dar mucho trabajo tener que llevarlos a todos hasta sus casa. — Comenté agarrando a Coral y a Victoria a la vez.

Ethan me hizo una mueca.

— No hace falta, seguramente tarde más en llegar a casa, pero no pasa nada. No es la primera vez que hago esto.

Me sabía tan mal que llegase más tarde, porque se le notaba cansado. Insistí un poco más.

— Enserio, no me importa que os quedéis. Es más, creo que me sentiré mejor con un poco de compañía en casa.

En lo último le sonreí. Quería sonar amable.

El volvió a poner una mueca.

— Bueno, acepto, pero solo porque dejar a Thomas en casa va a ser un infierno total, y con Damiano igual.

Reí ante lo último.

Agarré mejor a Coral y Victoria mientras decían cosas sin sentido, mientras que Ethan hacía lo mismo con Thomas y Damiano. Menuda situación más graciosa.

...

Abrí la puerta de casa como pude. No era fácil si tenías que estar pendiente de cuatro borrachos.

Una vez dentro, deje a Coral y Victoria, en la habitación de Coral. Solo me quedaban, Ethan, Thomas y Damiano.

Mierda. Si que el sofá era bastante grande, pero no lo suficiente como para tres personas.

Vi como Ethan mientras lo dejaba estirados en el sofá, porque supongo que intuyó que no habían más habitaciones. Les quitó las chaquetas y todo lo que creía que podía molestarles. Cuando acabó, se quitó sus zapatos, y se acomodó como pudo en el final del sofá.

En el fondo quería que durmiera conmigo. Además de por comodidad, si no que también por tenerlo cerca, y poder ver ese rostro tan bonito mañana al despertarme.

A medio camino hacia mi habitación, cogí toda mi fuerza de voluntad, y se lo dije.

— Ethan. — Lo llamé.

El, que estaba sumido en su teléfono, levantó la cabeza y me miró.

Empecé a juguetear con mis manos por el nerviosismo.

— No quiero que estes incomodo, porque es obvio que tres no caben en ese sofá. Cabe una persona más en mi cama, ¿quieres venir?

Vi como Ethan se ponía colorado. Seguramente de timidez.

— No hace falta, Elina. Con que nos hayas acogido esta noche, me sirve.

No quería que se negase.

— No me importa, de verdad. Si quieres puedes poner algo para que no nos toquemos o alguna cosa por el estilo.

El río un poco por lo bajo.

— No me importa tocarte, pero creo que sería mucho meterme en tu cama la primera vez que vengo a vuestra casa.

Creo que me puse más roja de lo que estaba en un principio. Eso había sonado un poco mal.

— Va, venga. Me sabe mal que vayas a tener que dormir fatal. — Añadí nerviosa.

Ethan suspiró entre una pequeña risa que le salió, y finalmente se levantó. Cuando lo tuve delante mío, pasó su brazo por encima de mis hombros cariñosamente.

— Anda, vamos. Tienes cara de cansada, y yo también lo estoy.

Ay Ethan. Cansada no, sorprendida. Por favor deja ese brazo ahí.

Me temblaban las manos, y casi las piernas. Iba a dormir con el, con el chico que me dedicaba a observar desde la lejanía en la cafetería, el chico que me gustaba tanto por su pelo, su forma de ser, su cuerpo, y todo en general, el chico tímido, el chico que lo era todo.

Fui a abrir la ventana por la calor, porque hacía bastante. Cuando me giré, me encontré a Ethan sin camiseta, metido en mi cama y curioseando algo en su teléfono.

Iba a morirme de la calor tan fuerte que había empezado desde que lo había visto.

Quería dormir sin camiseta, porque cuando sudaba me sentía súper incomoda, pero me daba algo de respeto con el delante. Era la primera vez que lo veía, y conocía. Así que finalmente, me metí sin quitármela.

Apague la luz de mi lado mientras que la suya aún estaba encendida, y me giré de espaldas.

Narra Ethan:

Esta chica era preciosa, y especialmente mona. Me había encantando el detalle de que solo me hubiese propuesto a mi, que durmiese con ella.

Quizás era la persona que más seguridad le brindaba. La gente solía pensar eso de mi.

Me quite la camiseta por costumbre, y ella no dijo nada, así que asumí que no le molestaba. Hacía bastante calor en aquella habitación.

Note que ella tenia hasta la misma calor que yo, y que seguramente estaba deseando quitarse prendas, y realmente, no me importaba que lo hiciera, estaba acostumbrado por Victoria. Ella siempre se cambiaba delante de nosotros, al igual que nosotros hacíamos delante de ella. Éramos como hermanos, así que no nos era para nada incómodo.

Apagó la luz de su lado, y se giró de espaldas. Yo me quede mirando a mi teléfono, el cual estaba apagado. Estaba haciendo el inútil mirándolo si estaba así.

A los cinco minutos me animé a decirle que si se moría de calor, que podía quitarse prendas, que no me molestaba.

— Elina. — La llamé.

Ella se giró un poco adormilada.

— Hace mucha calor, si en algún momento quieres quitarte algo de ropa, lo entiendo, y no me molesta.

Escuche que susurraba "gracias a dios", y momentos después la vi sacarse la camiseta que llevaba.

No pude evitar fijarme en sus pechos, los cuales eran perfectamente redondos y rellenaban también aquel sujetador de encaje negro.

¿Que hacían fijándome en eso?

Es que es tremendamente sexy esta mujer, también.

Tenía que admitirlo, también era muy sexy. El pelo de color negro y su piercing en la nariz hacían que se viese mucho mejor.

Ella me sonrió finalmente, y se dio la vuelta otra vez. Estaba vez decidí imitar su gesto, sin quitarme de la cabeza la imagen que acababa de ver.

Era obvio que yo era una persona extremadamente tímida. No me gustaba hablar, no me gustaba socializar básicamente, pero eso no significaba que no fantaseara, que no me excitara, porque desde luego que lo hacía. En mis tiempos libres, era obvio que el placer que me daba a mi mismo era buenísimo y mucha gente me envidaría por ello.
Una mujer me excitaba, y mucho. Pero sobretodo esa mujer que no se ceñía a los cánones de belleza de la sociedad.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora