CAPÍTULO 40

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Al cabo del mes, establecí una rutina realmente sana. No me bastaba solo con escribir todo aquello que me dolía en un papel, si no que a nivel físico, quería también sentirme mejor.

Por las mañanas, bien temprano, salía a correr mientras Ethan seguía durmiendo. El gélido ambiente de Londres, hacha que mantuviera todo en estado fresco.

Recorrí bastantes calles durante las dos semanas siguientes. Era también una buena estrategia para conocer aquel lugar y no quedarme solo con lo que tenía cerca.

Ethan se empeñaba en que no me hacía falta, que estaba estupenda, y que podía hacer otras cosas en lugar de eso.

Hoy como cada día había salido a correr. Eran apenas las siete de la mañana y el día estaba amaneciendo nublado como de costumbre.

A estas horas era realmente normal encontrarse con la gente saliendo de los pubs y bares de la zona, pero ninguno de los días anteriores, había tenido problema con ello, hasta hoy.

Había decidido parar a beber agua, cuando note una mirada literalmente pegada a mi nuca. Escuché unos pasos detrás mío y decidid girarme.

Un hombre, quizás unos veinte años mayor que yo, me miró de arriba a abajo en menos de cinco segundos. Me sentí muy acosada.

— ¿Que haces aquí, preciosidad? ¿Vienes a alegrarnos la vista a los que volvemos a casa? — Escupió por la boca aquel hombre.

Yo no dije nada, decidí empezar a moverme de ahí para evitar problemas, hasta que sentí una mano en mi muñeca.

— ¿No pensarás en irte sin despedirte, no? Encima de que me alegras la mañana, no seas maleducada.

— Señor, déjeme en paz. — Contesté en un hilo de voz. — Esta siendo realmente asqueroso.

Aquel hombre río amargamente, mientras que aún no me había soltado de su agarre.

— ¿Asqueroso? Uf, con esas mallitas y ese culito tan apretado, cualquiera te piropearía, mujer. No estoy siendo asqueroso. ¿Desde cuando un piropo es asqueroso?

Desde que no te lo he pedido, y es totalmente despectivo, señor.

— De verdad, está siendo asqueroso. Déjeme en paz.

Aquel hombre tiró de mi dejándome a centímetros de su cara. Sonrió levemente y sin dudarlo, me dio una nalgada que resonó por toda la calle. Quise pegarle pero me lo impido.

Volvió a reír amargamente. Yo estaba muerta de miedo. Tenía ganas de llorar. Tenía ganas de que la tierra me tragase.

— Vuelva a hacer eso, y le juro que pienso chillar hasta que venga la policía. — Susurré.

El intentó volver a agarrarme, pero no tarde nada en pegar el primer grito. Él abrió los ojos de golpe, y salió corriendo.

No vino nadie, pero al menos se había ido. Yo estaba híper ventilando, temblando de miedo y apunto de llorar.

Mire bien aquella calle, y corrí como no había corrido nunca. En menos de cinco minutos llegue al piso.

Abrí rápidamente la puerta. Pegue un portazo sin importarme los demás, y segundos después, me encerré en el baño dando otro portazo.

No podía más. Una cosa detrás de la otra.

Narra Ethan:

Siete y media de la mañana pasada. Había escuchado la puerta de la entrada abrirse y cerrarse de un portazo.

No era normal, Elina no volvía tan pronto de correr. Salí al pasillo, donde me encontré con Damiano.

— ¿Se puede saber que mierdas le pasa? ¿No se acuerda de que son las siete y media de la mañana y que aquí vive más gente?

Empuje a Damiano a un lado mientras me miraba fatal. No me importaba eso ahora mismo, me importaba saber que mierdas había pasado para que volviese tan pronto.

Corrí hasta el baño, esperando que me diese una respuesta.

— ¿Cariño? ¿Porque has vuelto tan pronto?

— Ethan, sigue durmiendo. No me pasa nada. — Murmuró en un sollozo.

— Y una mierda, estás llorando, joder. ¿Que mierdas ha pasado?

...

Otra vez. Otra vez no hablaba. No había hablado en todo el día. Solo se había limitado a hacer algún que otro ruido. Y a mi esto no paraba de recordarme al tour.

No sabíamos que le pasaba. Ninguno de nosotros lo sabía. Solo me había limitado a preguntar yo, pero no había manera.

Se había encerrado en la habitación. Metida en la cama y mirando por la ventana. Tenía la mirada perdida, y un tanto traumatizada.

Fuese lo que fuese lo que había pasado, había tenido que ser grave. Muy grave.

¿Quizás sus padres le habían hablado?

¿Quizás yo había echo algo?

Joder, estaba muy frustrado, y ella no se comunicaba conmigo. Odiaba cuando se cerraba en banda a todo el mundo.

Decidí volver a intentarlo, quería volver a hacerlo. No iba a rendirme. Abrí la puerta y la cerré detrás mía delicadamente. Fui hasta el filo de la cama, para no agobiarla.

La mire durante unos minutos, en total silencio. Ella ni se inmutaba.

— Dime que te pasa. — Murmuré. — Necesito saber que ha pasado esta mañana.

No obtuve ninguna respuesta. Ni siquiera una mirada, ni de reojo, ni directa, ni nada.

Mierda, lo estaba pasando fatal por ella. Quería abrazarla pero sabía que iba a echarse atrás e iba a alejarme. Era lo que había echo nada más sentarme en la cama, movió su pie, el cual estaba al lado de mi pierna, bien lejos de mi.

Esos eran gestos que dolían en el alma. Gestos que me hacían sentirme más rechazad por ella que nunca.

Decidí meterme en la cama con ella finalmente, pero dejando distancias entre nosotros. Dejando que el aire pasará.

— Háblame, por favor. Elina, dime algo.

Había notado su mandíbula tensarse tras llamarla por su nombre. Yo no solía hacerlo, no al menos directamente. Me gustaba más llamarla por cualquiera de los mil apodos cariñosos que le había puesto.

Vi claramente desde mi lugar, como dos lagrimas se deslizaba por su mejilla izquierda, la cual quedaba justo a mi vista.

Pero aún así no me acerque. No me atrevía. No quería agobiarla, no quería más rechazo por su parte. No quería sentirme aún peor.

Escuché que cogía aire, sabía que iba a hablar.

— Casi me violan.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora