CAPÍTULO 41

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¿Que?

¿Enserio?

¿Casi la violan?

— Ya me estás contando que mierdas ha pasado. — Casi chille obligándola.

— Ethan, tranquilízate. — Susurró.

— ¡Y una mierda! ¡Casi te violan y me dices que me tranquilice!

Ella no tardó en girarse y mirarme con pena. Le estaba doliendo más que a mi todo esto.

Cogí aire. Necesitaba detalles.

— Explícame todos los putos detalles, no te dejes nada, Elina. — Volví a hablar enfadado esta vez.

Pocas veces me enfadaba de esta manera.

— Joder, me paré a beber agua en la fuente que hay en la entrada de Camden Town, estaba sedienta. Sabes que siempre tengo tendencia a encontrarme borrachos, pero hasta hoy no había tenido problemas con ninguno. — Murmuró en un sollozo. — Se me ha acercado un hombre, que quizás tenía veinte años más que yo o más. Lo primero que me ha dicho es que si había salido a alegrarle la mañana a los que volvían a casa. No le he contestado técnicamente, le he dicho que me deje en paz y he intentado irme. — Suspiró. — Me ha agarrado del brazo, y lo que me ha dicho explícitamente ha sido "Uf, con esas mallitas y ese culito tan apretado, cualquiera te piropearía, mujer. Te juro que ahí ya estaba muerta de miedo, pero lo peor no ha sido eso.

— ¿Que cojones ha sido lo peor?

Ella me miró a los ojos, los cuales tenía llenos de lágrimas.

— Del brazo que me tenía cogida, me ha tirado hacia a él, quedando a centímetros suyos, pensaba que iba a besarme, pero lo que ha echo es peor. — Cogió aire. — Literalmente, me ha dado una nalgada que ha resonado por toda la calle, y estoy segura de que aún tengo la marca. Iba a volver a intentarlo, pero he chillado y ha salido corriendo.

No me lo podía creer. Un asqueroso la había manoseado. La había echo pasar miedo, la había echo llorar.

Me hervía la sangre. Estaba furioso, pero eso la iba a hacer sentirse culpable por lo que había pasado.

— Te prometo que dejare de llevar esa ropa, Ethan. — Susurró.

— Eh, cariño, ¿desde cuando la ropa es una justificación para que te manoseen? — Susurré abrazándola de una vez. — Porque déjame decirte, que desde nunca lo ha sido. Lleva lo que quieras, eres libre. Que los babosos asquerosos no sepan aceptar que tu ropa no es una invitación a nada, no es cosa tuya.

Ella suspiró.

— He pasado mucho miedo, ¿y si hubiese seguido? Me hubiese violado de verdad, me hubiese echo de todo.

Tenía una impotencia enorme. No me lo creía. No entraba en mi cabeza que hubiese gente así. No me entraba en la cabeza, que el amor de vida había sido acosado de esa manera tan asquerosa, tan deplorable y tan miserable.

Suspiré y cerré los ojos. Tenía también ganas de llorar.

— Si estas más tranquila, de ahora en adelante saldré contigo a correr por las mañanas. — Susurré mientras besaba su cabeza.

Por ella haría mil cosas y más.

— ¿De verdad harías eso por mi?

La vi mirarme con cara de cachorrito mojado. Asentí y ella no pronunció nada más.

Le tocaba descansar, asimilar lo que le había pasado.

...

Había dejado a Elina durmiendo en la habitación después de una hora y algo llorando con ella. Ninguno de los dos estábamos bien.

Me apetecía un café, y por el camino me los encontré a todos en el salón viendo una película. La pararon aposta cuando me vieron.

— ¿Ha hablado? — Preguntó Victoria.

Asentí sin pronunciar palabra.

— ¿Y que le pasa? — Preguntó esta vez Thomas.

Estaba teniendo una lucha interna por no contárselo a ellos, pero al final pudieron conmigo.

— Casi la violan. — Murmuré.

— ¡¿Que?! — Chilló Victoria. — Dime que es broma, Ethan.

— Sabes que jamas bromearía con un tema así, Victoria.

A Victoria se le llenaron los ojos de lágrimas y se abrazó a mi.

— ¿Porque todo lo malo le pasa a ella? — Susurró. — Quiero verla igual de feliz de como la conocimos, Ethan.

— Y yo, Vic. — Susurré yo esta vez. — Quizás debería volver ella a Roma, con Coral.

Damiano y Giorgia negaron. No querían que se fuese. Y sinceramente, yo tampoco. Había que arreglar su vida de alguna manera, había que hacerle más feliz.

— ¿Salimos a correr con ella? Es decir, tampoco nos irá mal a ninguno. — Insinuó Damiano.

Nos miramos entre todos. Menos Thomas.

— Ah no, conmigo no contéis. Sabéis lo que me cuesta dormir por las noches.

Todos suspiramos, pero sabíamos que tenía razón, así que no le dijimos nada.

No me creía que se hubiesen animado todos. Es más, no pensaba que el que daría la idea fuese Damiano.

Me senté con ellos finalmente hasta que se hizo tarde. El último en abandonar el salón conmigo fue Damiano, el cual había logrado que me animara un poco con sus tonterías.

— No te creas que salgo porque quiera ponerme en forma. — Habló a mi lado.

— ¿Entonces?

— Para ver a Giorgia con mallas apretadas. — Comentó riendo.

— ¡Eres un guarro! — Me queje riendo. — Un asqueroso.

Él empezó a reírse a carcajadas, hasta caerse al suelo. Lo ayude a levantarse.

— Y tú no me lo niegues, también una de las razones es esa, por verle el culo a Elina. — Volvió a reír. — Teniéndolo como lo tiene, yo no sé si voy a aguantar mucho rato corriendo sin deshidratarme.

Le pegue un manotazo en todo el brazo. Le encantaba mirar a Elina, pero no con otras intenciones. Sabía que él era sincero, y que tenía toda la razón en lo que estaba diciendo.

Nada más pensar que podría verla con aquellas mallas que le acompañe a comprarse hace unas semanas, se me caía la baba.

Daria lo que fuera por dejar esa imagen grabada en mi cabeza, en constante bucle durante toda la vida.

Y es que joder, me tenia muy loco, y a sus pies a pesar de todo lo malo que había pasado. De todo lo malo que había tenido que luchar y aguantar a lo largo de su vida.

Por que si, que fuese una persona lista, espabilada, fuerte y decidida, muchísimas veces me ponía cachondo.

L'amore sei tu // Ethan Torchio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora