Capítulo 9

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Desnuda, eres una obra de arte 


Marian Lemes Oliveira

(Martes)

—Aquí. — Aparté mis ojos del celular para recibir el móvil del chico.

Lo puse con los demás teléfonos en el suelo a mi lado y volví a leer mi novela a escondidas del profesor de educación física. Como yo no participaba de las prácticas me limitaba a cuidar de los celulares de mis colegas mientras disfrutaba de mi lectura. Era una función muy importante pues no se le confiaba a cualquiera el teléfono y yo era la persona encargada de protegerlos mientras ellos sudaban en la cancha. Incluso mis amigos.

—¿Marian?

"¿Será que uno no puede  leer en paz?"

Alcé la cabeza y me encontré con Juana, la secretaría o sea cual fuera su trabajo en el instituto.

—La directora te está llamando.

"Ay Dios, ¿Qué pasa ahora?"

Agarré mi teléfono y lo metí en mi bolsillo. Nunca había sido llamada por la directora, algo andaba mal.

—¿Y por qué? no hice nada malo que yo sepa.

—No me dijeron el motivo.

Tomé aire para calmar los nervios y me levanté.

—¿Podrías...? —apunté a los celulares.

—Claro.

Entré al instituto conteniendo las ganas de comerme las uñas y me dirigí a la dirección. Cuando abrí la puerta casi me dio otro infarto al ver a Alan. Su traje verde oscuro y la camisa gris de cuello alto eran los únicos colores hermosos en aquella sala de paredes beiges.

— ¿Y la directora? —Cerré la puerta detrás de mí.

—Tuvo que salir para resolver unos problemas personales.

—Pero ella me mandó llamar.

Él se acercó a mí y su fragancia amaderada me embriagó.

—Yo te llamé.

"¿Todo ese teatrillo para verme? Mejor pídeme matrimonio, papi"

Alan quería verme, me extrañaba y eso era motivo de conmemoración. Sin embargo no podía perder el control, estábamos en la escuela y en la sala de la directora. Sus ojos azules viajaron a mi cuello y él trató de disimular la sonrisa cuando notó que yo usaba la cadena plateada que me había regalado y mi corazón se aceleró haciéndome sonreír. Dios, ese hombre me tiene de rodillas.

Puse un mechón detrás de mi oreja e interrogué:

—¿Por?

Él ignoró mi pregunta y me extendió la mano adornada con anillos. Lo miré en busca de las intenciones escondidas en su iris azulada y no las encontré, apreté los labios y la tomé; de un tirón me pegó a su cuerpo y sentí mis placas vaginales temblar.

"Que Dios me proteja"

—Porque quiero follarte... de nuevo.

Ni la virgencita de los abdominales apagaría la calentura que me causó su respuesta. 

Intenté apartarme, pero apretó más el agarre de su brazo en mi cintura.

—Me parece una idea estúpida.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora