Capítulo 35

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¿Esa es la verdad?

Marian Lemes Oliveira


Adrian me metió en un coche.

No se apartó de su arma ni cuando conducía.

Me llevó al bosque.

Me guió hasta la casa, el mismo lugar donde Bernado fue asesinado.

Alan no nos acompañó.

Mi teléfono había grabado todo, pero si moría esta noche, nada de eso valdría la pena.

—¿Por qué me trajiste aquí?

—Para contarte la verdad —Adrian abrió la puerta del sótano— mejor, mostrarte.

La ventana rectangular y la puerta en la pared que dividía el sótano en dos partes me trajo el recuerdo Bernardo, el impacto de la bala contra su cabeza, la sangre salpicada en la pared y el agujero en su frente del cual goteaba el líquido rojo. Tragué saliva.

—¿Por qué no me la cuentas y ya? no era necesario traerme aquí. —me crucé de brazos.

Él se detuvo delante de la mesa electrónica que estaba justo abajo de la ventana de vidrio y dijo:

—Si te lo contara, no me creerías, y apuesto que este lugar te trae buenos recuerdos —Aunque estaba de espaldas a mí, me podía imaginar la sonrisa en su cara—. Acércate.

Con la cabeza alzada y la mirada fija en la ventana me acerqué.

—¿Ya paraste para pensar que no conocemos a las personas a nuestro alrededor? A veces las mismas personas que nos dicen "te quiero" son las mismas que durante la noche sueñan que nos matan a sangre fría y a veces lo hacen. Es tan fácil engañar a los demás, es tan fácil fingir ser amable, ahora por ejemplo, sé que tienes miedo, pero finges frialdad para no demostrar vulnerabilidad. —A pesar de no mirarle a la cara, pude sentir sus ojos sobre mí— Cuando alguien quiere algo de ti, hacen lo posible para adaptarse, cambian su comportamiento, mienten, y cuando dejas de ser útil u obtienen lo que buscan, se deshacen de ti y ya no le importa caerte bien. Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

Suspiré y seguí sin mirarle.

—¿Estás afirmando que tú y Alan estaban manipulando a todos?

—Sí —su respuesta me provocó un dolor en el pecho—. A veces pasamos tanto tiempo viviendo esa mentira que se convierte en realidad, uno termina encajando dentro de ella y ya no sabe separar las cosas. Como mi hermano. Y he de admitir que algunas personas tienen buenas intenciones al mentir... como tu madre.

—¿Mi madre? —lo miré confusa.

Sus labios seguían curvados en una sutil sonrisa. Adrian se mantuvo callado y se dedicó a disfrutar de ver mi expresión. Sus ojos azules fijos en los míos, me removía el estómago y él parecía saber de la sensación que causaba porque ni siquiera parpadeaba. Aun así, no le desvié la mirada, necesitaba una respuesta.

¿Por qué mi madre? ¿Ella escondía algo?

—Crees que Alan y yo somos asesinos, pero no es verdad. Solo hacemos nuestro trabajo.

—¿Que tiene que ver mi madre con esto? —puse un mechón detrás de mi oreja.

De nuevo evadió la pregunta, sus ojos penetrantes recayeron sobre la mesa, presionó un botón y la cortina marrón desapareció de la ventana de vidrio, permitiendo ver lo que había del otro lado de la pared.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora