Capítulo 7

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Afortunada coincidencia.

Keven Jesús Torres Brown

(viernes)

Odiaba el fútbol.

Lo contradictorio: yo era uno de los mejores del equipo.

¡Qué feliz era mi vida!

«Quizá así aprendas a decir no, Keven, satisfacer a los demás puede costarte tu felicidad».

Por desgracia no habían cancelado las prácticas como hicieron con las clases del instituto. El tiempo que yo gasté corriendo detrás de una pelota podía haber sido usado para terminar la segunda temporada de perdidos en el espacio.

El sudor corría por mi cuerpo, el uniforme blanco con rayas en azul parecía mi segunda piel. Joder, odiaba sudar, odiaba apestar a sudor.

¿Qué mierda tenía en la cabeza cuando decidí aceptar eso?

La luz solar se reflejaba en el césped verde de la cancha y me molestaba un poco los ojos. 

«Seguro que algo saldría mal hoy, días soleados en Sunfil era tan raro como mi paciencia».

Por suerte el cansancio no me afectaba, esa era una de las  ventaja de ser "obligado" a participar del equipo: Poseía buen porte físico. 

Mis pies palpitaban en llamas dentro de la zapatilla, aún así en lugar de ir al vestuario y quitarlos para aliviar el dolor, me dirigí a las gradas pues allí estaba la otra ventaja del maldito fútbol: hacer amistades con quien antes no imaginaba ser posible. 

Ver a Yury acurrucado y triste me partía el corazón.

—¡Ey! ¿todo bien?

«¡Claro! está dando brincos de alegría porque su padre está desaparecido ¿no lo ves?».

Sus dedos pálidos estaban enredados en su cabello negro azabache, los codos apoyados en las rodillas servía de base para que pudiera sostener la cabeza con sus manos. Y aún así, sentado y quieto, Yury parecía estar cayendo en un hoyo y se había acurrucado para no romperse cundo se chocara con el fondo. 

—Fue mi culpa...—murmuró— siempre la cago, Keven, siempre.

Me senté a su lado y reposé mi mano en su espalda. No hacía mucho que nos habíamos acercado, pero era tiempo suficiente para que su dolor también me comprimiera el pecho.

—¿Pero qué dices? No tienes culpa de nada, no había cómo saber que eso pasaría.

Sus pequeños ojos negros que poseían un color rojizo se enfocaron en mí.

—Soy un gilipollas...

—Eres el tío más majo que conozco.

Apretó los labios como si intentara contener las lágrimas, sus ojos acuosos brillaban bajo los rayos solares y a pesar de estar triste la sonrisa tímida que me dedicó no dejó de ser tierna.

—Gracias. De todos del equipo y del instituto tú eres el único que se importa conmigo, el único que me escucha sin dar opiniones acerca de mi padre. Gracias por... por ser mi amigo y uno de verdad.

—Es imposible conocerte y no...  —Tomé aire, lo miré con una sonrisa y subí mi mano hasta su cabeza— y no querer ser tu amigo, uno de verdad.

Yury se pasó la mano por la cara  y guardó silencio por algunos minutos, su cabello azabache se sentía tan suave en mis dedos que no resistí y lo acaricié. 

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora