Capítulo 15

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(Lara Seiler García)

Domingo por la noche.

—Lara hizo un excelente trabajo en el proyecto "Sunfil Orígenes" —me elogió Alan, alternando la vista entre mis padres en la mesa, y yo me hice la novia tonta que se derretía con los halagos de mi novio guapo—. Ella fue la encargada de hacer las investigaciones y escribir el resumen de la historia de Sunfil.

—Nuestra hija es increíble —dijo mi madre, a pesar de su sonrisa falsa, me agradó su comentario—. No perderemos por nada la presentación

—Nos da mucho orgullo —agregó mi padre, tras tomar un sorbo de su copa de vino.

—Gracias —dije y enseguida comí el pastel de vainilla que Alan había traído. 

Las cosas con mis padres mejoraron. Odiaba admitir, pero el plan del demonio llamado Alan, funcionaba. Hacía más de cinco días que la vieja tramposa conocida también como Naomi (mi madre) no me había criticado —Estábamos comiendo pastel de vainilla EN LA CENA, era la primera vez que eso sucedía—  y mi padre (pablo) incluso me dejó participar en algunas actividades de las tiendas Seiler. Era todo una puta farsa, les valía verga que Alan era mi profesor porque tenía dinero, y era eso lo que querían, pero la mentira de la familia perfecta me hacía bien, era más placentero que fingir un orgasmo. Aunque preferiría estar en el bar viendo la presentación de mi amiga, ya que ayer también no pude ir pues estaba con...

—¿Quiere más vino? —le preguntó mi madre a Alan.

—No, gracias, pero si me permiten quisiera hablar con Lara, a solas.

La parte mala de fingir ser novios, era fingir ser novios. A la chingada.

—Por supuesto —contestó Naomi, me miraba a la espera de mi reacción.

No había escapatoria así que me levanté y subí con Alan a mi cuarto.

—Date prisa aún me falta medio pastel por comer —le advertí en cuanto entré y cerré la puerta.

—Ningún hombre con prisa puede considerarse civilizado, Lara —Estaba delante de mí con las manos en los bolsillos de su pantalón azul marino—. Siéntate para que charlemos con tranquilidad.

De mala gana me acomodé en mi cama. Alan comenzó a pasear por mi habitación, sus dedos adornados por anillos tocaban la superficie del tocador y husmeaba entre mis maquillajes y cremas. 

—¿Qué quieres hablar conmigo? —agarré una de las almohadas amarillas y la puse sobre mi regazo.

Alan detuvo el recorrido en el mueble, me miró con el entrecejo hundido e interrogó:

—¿Y ese ruido? ¿Lo escuchas?

—¿Ruido?

Puse atención: era como si un teléfono estuviera vibrando sobre la madera, pero mi teléfono estaba en el bolsillo de mis shorts, así que no tenía sentido...

Entonces me acordé: No era un celular, ni siquiera se parecía a un celular. 

Carajo, se me olvidó apagarlo.

—Ay, perdón —me levanté y abrí el último cajón de la cómoda— es que olvidé mi vribrador prendido.

Lo apagué, volví cerrar el cajón y le exigí en cuanto me incorporé:

—Anda, dime qué es lo que quieres.

Alan caminó hasta el espejo rectangular, donde yo pasaba horas para elegir una ropa que me quedara bien, y se admiró unos segundos. Se le daba horrible lo de elegir colores, pero, aunque me molestaba, debía admitir: era dueño de un culote de dar envidia.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora