Hambrienta y herída
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(Marian Lemes Oliveira)
Inhalé y exhalé diez veces para no llorar en cuanto Alan abriera la puerta.
Eran las dos de la tarde y yo estaba temblando de frío y nerviosismo, el cielo gris explotaba un remolino de emociones destructivas en mi pecho.
Quizá era un poco estupido verlo luego de descubrir que me estaba usando, pero necesitaba oírlo, necesitaba que dijera que todo había sido una mentira. Me rompería el corazón, y quería que lo hiciera. Era más fácil superar las malas relaciones, o eso creía.
—Marian —Él sonrió y me abofeteé mentalmente porque su sonrisa no dejaba de ser tentadora—. Qué sorpresa verte aquí, ya que te fuiste sin despedir.
Atravesé el umbral con la mirada fija en el suelo para evitar que me distrajera con su belleza. Ni siquiera me quité los zapatos. Sus ojos fueron directos a mis pies cuando di la vuelta.
Ya no sonreía.
—¿Me estabas usando? —Traté de sonar dura, pero el dolor que sentí cuando hice la pregunta me llenó los bordes de los ojos.
Alan pasó la mano por su barba y dejó de mirar mis zapatos.
—¿Usándote?
—Sí, usándome, para entrar a mi casa, para robar informaciones porque... porque mi madre está involucrada con SPD.
Alan guardó silencio por algunos segundos, pero parecieron horas. El corazón me golpeaba el pecho y al tragar saliva me quemaba la garganta.
—¿Me estabas usando? ¿Todo ese tiempo que pasamos juntos hacía parte de un plan? ¿Las cosas que me dijiste eran mentiras?
—No sé de qué hablas —contestó con serenidad—, no sé que es SPD y tampoco que tu madre está involucrada en ello.
¿Por qué seguía calmado? ¿Por qué continuaba mintiendo si yo había visto las tarjetas en su cuarto? Apreté los labios y corrí a su habitación y él me siguió. La puerta golpeó contra la pared cuando la abrí, me agaché delante de la cómoda, justo donde había encontrado las tarjetas.
—¿¡Qué estás haciendo!?
Alan tomó mi brazo para detenerme, pero me zafé y abrí la otra puerta. Sin embargo ya no estaban allí
—¿Dónde están? —interrogué mientras buscaba en los cajones.
—¿Puedes dejar de desordenar mi cuarto? Por favor. —Aunque su acento me tentara a obedecerlo y calmarme, no lo hice.
Me giré hacía él, sus cejas alzadas le daban una expresión de confusión en cuanto mi rostro era los sinónimos de rabia y decepción.
—¿Dónde están las tarjetas, Alan? Las tarjetas que encontré en tu habitación aquella vez.
—No sé de qué tarjetas hablas —negó con la cabeza y luego preguntó—: ¿mis tarjetas de créditos?
—¡No! Las tarjetas amarillas, escrito SDP Sunfil.
Ladeó con la cabeza y se cruzó de brazos.
—No tengo ninguna tarjeta así.
"Estás loca" eran lo que sus ojos azules me decían, y la tranquilidad que exhalaba me hacía dudar de mí, me preguntaba si realmente había visto esas tarjetas o si era yo la equivocada en esa historia. Mis pulmones ardían y el aire que entraba por mi boca parecía insuficiente para controlar mis nervios.
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Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADOR
Mistério / SuspenseUna noche es suficiente para destruir una vida, un beso es suficiente para obsesionarse. La búsqueda por el amor y la aceptación puede ser dolorosa y lenta, pero la llegada del desconocido a Sunfil apresuran las cosas para Marian y sus amigos, sin...