VII

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Dejó de escuchar en el momento exacto que Itachi le había colocado sobre la mesa las fotografías de la autopsia de Sasuke. Sus ojos azules bien abiertos y el pánico, el horror y la zozobra comiendolo por dentro. Llevaba día y medio sin comer y ya no soportaba más. Iba a morirse, lo haría porque no había manera de que él firmara ese horrible documento que lo acreditaría como cónyuge oficial de Itachi Uchiha.

El día anterior había estado a punto de rendirse. Había asaltado la nevera pero dentro no había nada. Después volcó los cajones de la encimera y las alacenas para encontrarse únicamente latas de alimento para perros. Se habría reído de no ser por el ruido de sus tripas y el dolor intenso de su estómago vacío.

Las puertas estaban aseguradas con llave. Todas ellas. No había escape ni medio alguno para pedir ayuda. Podría buscar algo en la parte de arriba, pero esa zona estaba reservada al hermano de Sasuke, y dudaba encontrar algo más allá de problemas si se atrevía a indagar cualquier cosa.

Junto a él Itachi no dejaba de perorar con respecto a las fotografías. Naruto apretó los ojos. Y no, no pensaba oír una sola palabra que lo incriminara de vuelta, porque seguro Itachi quería hacerle perder la razón al inculparlo de un acto semejante.

¿Cómo se le ocurría que él podría matar a Sasuke si había sido la persona más importante en su vida?

Cuando Itachi acabó de hablar, Naruto notó sus propias lagrimas empapando las fotografías que exhibían el cuerpo pálido e inerte de quien alguna vez fuera su primer y más grande amor.

—Firma.

De nuevo lo mismo.

Itachi le puso el bolígrafo en la mano y casi lo obligaba a deslizarla sobre el documento.

—¡No!— rehusó categóricamente. Levantándose y alejándose a toda prisa de su alcance.

Pudo ponerse a buen recaudo junto a la chimenea. Desde ahí escuchó el celular de Itachi timbrar y este último atender la llamada. Hubo un rato de silencio, seguido de gritos del otro lado de la línea y frases cortas y exasperantes de parte de Itachi, luego la llamada finalizó.

Si tan solo pudiera hacerse con el celular, podría marcar a su abuela y pedir ayuda. Le diría donde se encontraba y lo que estaba pasando y ella contactaría a alguien para que le ayudara.

Una vez más Itachi se acercó a él, visiblemente más enfadado que antes y con un tinte de preocupación nublando sus ojos carmesí.

No dijo una sola palabra, tan solo le extendió el documento y el bolígrafo.

Naruto no se movió un solo centímetro ni hizo siquiera amago de tomarlo.

—Será peor si no lo haces— le advirtió el Uchiha, poniéndole la pluma en la mano, forzando sus dedos para que la agarrara.

¿Peor?

¿Cómo podía ser eso peor?

Estaba encerrado, incomunicado, no sabía la fecha ni la hora, lo habían privado de comida y no hacían más que señalarlo de asesino y exigirle utopías estúpidas para seguirlo perjudicando.

—Ya dije que no— alzó la voz y lanzó el bolígrafo a la esquina contraria de la habitación.

Itachi no se rendía y había ido a buscarla pero entonces la puerta se abrió y Fugaku entró con una expresión capaz de helarle la sangre a cualquiera.

Naruto se paralizó, de haber podido, se habría hundido en las paredes para ocultarse, pero era tarde. Fugaku había dado con su ubicación y se acercaba a él a pasos agigantados.

—¡Espera, padre!— casi llegaba a la chimenea cuando Itachi lo tomó del brazo para detenerle. Naruto aprovechó el percance para irse al comedor. Buscó algo con que defenderse, pero no había nada que pudiera utilizar. Ni cuchillos o tenedores, solo utensilios desechables.

El ruido de un golpe lo hizo quedarse quieto. Acto seguido Fugaku entró al comedor y lo sujetó brutalmente del cabello para llevarlo a rastras escaleras arriba. Aunque Naruto pataleó, gritó, lo arañó y se resistió todo lo que pudo, fue inútil, sus fuerzas mermaron pronto por la debilidad y se descubrió a sí mismo cediendo.

El destino de Fugaku era una de las habitaciones. Naruto fue lanzado como un costal sobre el colchón y lo siguiente que supo es que Fugaku se trepaba encima de su cuerpo.

—¡Suélteme!— se removió bajo el pesado cuerpo, retorciéndose para que lo dejara libre. Un puñetazo lo aturdió y todavía siguió peleando cuando le arrancaba los pantalones y la ropa interior.

Las lágrimas le empañaron la visión. Usó sus puños para arremeter contra la ancha espalda de su atacante, pero nada surtía efecto.

Como si fuera un animal Fugaku le separó los muslos con las rodillas. El dolor de sentirlo forzandose dentro fue tal, que Naruto perdió el conocimiento y se abandonó por completo. Cuando despertó, un dolor insoportable se expandió por todo su cuerpo. Mientras lloraba en silencio, le pareció ver a Sasuke observándolo con tristeza desde el umbral, solo que no era Sasuke, sino Itachi.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora