VI

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No soportaba la presencia que le hacía compañía frente a la mesa. Itachi Uchiha siempre comía despacio, en silencio, con los ojos cerrados la mayor parte del tiempo. Evitaba mirarle, en el mejor de los casos fingía que no estaba presente. Y aunque a Naruto le aliviaba un poco que no le amedrentara, el silencio le sabía tan incómodo que apenas si era capaz de ingerir su desayuno.

Que lento transcurría el tiempo estando lejos de las personas que buscaba desesperadamente en sueños.

Tenía poco más de una semana en esa casa, pero se sentía como si llevara meses. Contaba los días gracias a los tiempos entre las dos comidas que le daba su ex cuñado. Lo cierto es que solo quería que lo dejaran ir, pero si seguían creyendolo culpable de la muerte de Sasuke, tal cosa no iba a ocurrir jamás.

Desde que Itachi le había obligado a comer el cuenco de comida para perro, no le había vuelto a dirigir la palabra. Cumplió su palabra. Le permitía tomar cualquier cosa de la nevera a la hora del desayuno y para la cena. Casi todos los días Itachi cocinaba algo y dejaba la mitad de la cazuela con contenido para que él se sirviera. Al principio temía ser reprendido, pero luego de verlo tirar la primera vez las tortillas de huevo, prefirió arriesgarse y servirse un poco por su cuenta.

—Yo no lo hice— murmuró al terminar de comer. Se había dado prisa para evitar que Itachi abandonara la mesa. Era ahora o nunca. Tenía que intentarlo—. No mate a...

—Si dices su nombre, aunque sea solo una vez, no respondo de lo que te ocurra.

Era todo. Sus ojos eran dos lagos congelados de sangre que amenazaban con ahogarlo si se atrevía a ir más allá.

Después de abandonar el comedor, no lo vio el resto del día. Ocupó el tiempo en lavar los platos y asear un poco la casa. Se había acostumbrado a dormir en el sofá de la sala, frente a la chimenea que nunca era encendida.

Había notado algunas mudas de ropa holgada en el sofá de junto desde el día anterior, pero aún le daba miedo pedir permiso para tomar un baño.

La depresión y las ansias del encierro lo tenían demasiado mal. Tomó las prendas de ropa y fue al baño para ducharse. Nada más abrir el grifo, comprobó lo que ya sospechaba. No había agua caliente.

No le importó. Se estaba descuidando y a la larga enfermaría si no se aseaba correctamente. Se deshizo a toda velocidad de su ropa y entró conteniendo un gemido de incomodidad al ser invadido por una rafaga de escalofríos.

El agua recorriendole la piel le brindó cierta tranquilidad y frescura.

La cascada de agua semejaba a la lluvia.

El rostro serio de Sasuke lo miraba con atención del otro lado de la mesa. Desde que entraron al café, había estado mirando por la ventana las gruesas gotas que salpicaban los cristales del establecimiento.

—¿Qué ocurre?, ¿No te gusta la lluvia?

La pregunta de Sasuke lo hizo espabilar. Ladeó el rostro hacia él, esbozando una sonrisa entusiasta y refutó aquella duda enseguida.

—Es solo que me gusta estar asi— confesó—. Contigo.

El recuerdo se desvaneció cuando cerró las llaves. Ahora su llanto se confundía con la humedad del agua.

Itachi no bajó hasta después de la hora de la cena. Tomó asiento con un papel en las manos. Naruto apenas se fijó en él mientras terminaba de engullir las últimas cucharadas de cereal. Era mejor no volver a incordiarlo. Lo que fuera con tal de que lo dejara tranquilo.

—Tienes que firmar esto— Itachi extendió el papel junto al bolígrafo—. Ahora— remarcó la exigencia al notarle titubear.

Naruto se dio prisa en leer el contenido del papel. Su rostro fue perdiendo color a medida que leía.

"¿Un acuerdo prenupcial?"

—No— tajó sin querer leer más.

No debió decirlo. Los ojos escarlata relampaguearon en odio puro.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora