III

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Bajar del coche fue como transportarse al pasado.

Ahí estaba él, de pie frente a la imponente mansión cercada por una majestuosa valla metálica con el emblema de un abanico en el centro de la parte superior de la reja.

El césped, los setos y rosedales recién cortados. El aroma a tierra enmojecida mezclándose con el de las flores.

-¿Estás seguro de querer entrar?

Su corazón se había saltado un par de latidos cuando Sasuke lo tomó del brazo para frenar su avance. Llevaban saliendo formalmente casi un año. El Uchiha ya conocía a sus padres de sobra, pero hasta entonces Naruto no había tenido oportunidad de conocer a los padres de Sasuke. Le había costado mucho convencerlo para que los presentara y, tras múltiples excusas, Sasuke finalmente había accedido a su petición.

No obstante, ahora parecía revolverse una vez más la duda en sus oscuras irises.

-Muy seguro- resuelto en su respuesta y convencido de su decisión, se deshizo del agarre para seguir avanzando por los inmensos jardines.

El recuerdo de la primera vez que pisó el complejo de los Uchihas se desvaneció cuando Fugaku conectó un golpe directo a su rostro que lo hizo tambalearse y chocar contra el maletero del auto.

Luces rojizas desfilaron tras sus párpados por largos segundos. Entonces Fugaku se acercó y lo aferró del cabello de la nuca, forzandolo a alzar el rostro para susurrarle en el oído.

-Me aseguraré de que sufras y pagues por todo el daño irremediable que hiciste a mi familia.

Estaba demasiado asustado para intentar defenderse verbalmente de las falsas acusaciones. Ya se había enfrentado a ello en el proceso judicial y los resultados nunca fueron favorables de todas formas.

Acorralado entre el cuerpo de Fugaku y la carrocería, Naruto se removió con impaciencia. Sus ojos se abrieron evidenciando cada vez más pánico al escuchar el tintineo de la hebilla de los pantalones de Fugaku.

-No- trató de empujarlo al tener los prestos dígitos de su atacante maniobrando con su propio cinto. Intuía de qué iba todo. Aterrorizado, empezó a pedir disculpas. Las lágrimas ya caían sin control en el reluciente brillo del encerado sobre el maletero. Casi tenía los pantalones abajo cuando oyó una segunda voz a sus espaldas.

-No te permitas caer tan bajo, padre.

Esa voz.

Al reconocerla, Naruto recuperó las ganas de resistirse, pero ya no hizo falta. Fugaku se colocó debidamente la ropa, después tomó entre sus dedos el rostro trigueño para escupirle.

Naruto atinó a cerrar los ojos. La ola de recuerdos crepitaba ardiente en su memoria cual brasas a la chimenea.

De nuevo vio a Sasuke a su lado, con su serio semblante, invitándole a entrar al comedor para hacer las pertinentes presentaciones.

Saludos cordiales pero distantes. Sonrisas forzadas, preguntas secas y respuestas cortantes.

Y entonces lo vio a él, sentado a la mesa, dedicándole media sonrisa neutra antes de que Sasuke le dijera de quien se trataba.

-Él es mi hermano.

Abrió los ojos. El recuerdo se difuminó y ante sus ojos quedó la silueta delgada y atlética del mismo joven de antaño.

De mirada carmesí magnética y aplastante, facciones delicadas, pronunciadas ojeras y largo cabello oscuro sujeto en una coleta baja.

Solo que, esta vez, no hubo rastro alguno de cordialidad en su impávido rostro. Lejos de ello, Naruto reconoció un atisbo de odio anidado en sus pupilas, y estaba dirigido exclusivamente a él.

-Yo me haré cargo ahora, padre.

Con la respiración agitada Fugaku asintió. Naruto se vio incapaz de sostener la mirada de su ex cuñado.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora