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El frío rocío de la lluvia lo había alcanzado mientras volvía de casa de su abuela.

Al cobijo de la tristeza, bajó del taxi y abrió la sombrilla para resguardarse de la llovizna. Solo debía cruzar la calle y estaría finalmente en casa, con Sasuke. Ansiaba tanto abrazarlo, besarlo y olvidarse de todo lo demás.

Tres semanas antes habían fallecido sus padres en un accidente vehícular. Su madre acababa de cumplir los 8 meses de embarazo.

Perderlos a ambos fue un terrible golpe, uno del que aún creía que jamás se recuperaría. Solo la cercanía de Sasuke conseguía atenuar el dolor de la pérdida.

Se habían conocido hace casi cinco años cuando Sasuke acudía a la universidad junto a la empresa en la que laboraba su padre. Siempre que Naruto asistía, lo veía salir de la estructura llevando un sencillo portafolios y vistiendo un uniforme en tono marino.

Había sido Sasuke quien se acercó un día a preguntarle la hora. La siguiente vez que lo vio, le invitó a tomar un café. Y desde entonces había nacido entre ellos un lazo indestructible, una atracción arrolladora que se consumó con su matrimonio hace dos meses.

Suspiró al bajar la chorreante sombrilla en el pórtico de la casa, sorprendido de ver las luces apagadas al interior de la vivienda. Había creído que Sasuke ya estaría en casa a esas horas.

Despacio caminó por el corredor, llegó a la cocina y se sirvió una taza de té para quitarse el frío, luego decidió que se daría un buen baño con agua caliente. Avanzaba rumbo al dormitorio cuando notó la luz del sótano encendida y la puerta ligeramente entreabierta.

-¿Sasuke?- abrió la puerta y bajó uno a uno los peldaños. Desde que se habían mudado juntos, esa puerta permanecía cerrada.

Naruto no lo vio hasta que llegó al descansillo. Fue como si un remolino de escarcha trepara por su columna vertebral, paralizandolo. El pasmo subió a su expresión descolorida, hasta que sus piernas por fin reaccionaron a la orden cerebral dada largos segundos atrás.

-¡No!- el llanto helado se confundió con la humedad de la lluvia aún impresa en su rostro.

Tendido en el suelo al centro del sótano, el cuerpo inerte de Sasuke se hallaba rodeado de un espeso charco de sangre. Los dedos de su mano derecha aún afirmaban la nueve milímetros cerca de su boca.

Naruto apenas recordaría lo que sucedió después de que intentara en vano reanimarlo. Sus alaridos no le dejaron escuchar la ambulancia ni las unidades  de policía que en cuestión de minutos cercaron la casa.

Había aferrado a Sasuke entre sus brazos, meciéndose en el suelo al borde de la histeria mientras sus lágrimas bañaban el rostro pálido y deformado por la herida de bala.

Debió suponer, aún en medio de la niebla mental y el daño psicológico que rasgaba su psique, que algo extraño ocurría, pues de otro modo, no habría sido conducido directamente a un coche patrulla.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora