VIII

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Se apresuró a terminar su porción de comida antes de que Itachi bajara. No quería verlo. No quería saber nada de él o sus familiares.

Ya habían pasado tres días desde el abuso de Fugaku y aún se sentía terriblemente sucio, por dentro y por fuera. De noche le era imposible no llorar al hallarse solo durmiendo junto a la chimenea. Quería huir cuanto antes. Necesitaba dejar ese encierro para poder ir con su abuela.

Como cada mañana, Itachi le había dejado el acuerdo prenupcial sobre la mesa, debajo del bolígrafo, como si fuera un recordatorio urgente que no debía ser omitido. Sin embargo, Naruto lo apartaba de si todas las mañanas antes de tomar el desayuno, dejandolo boca abajo para que Itachi entendiera de una buena vez que no pensaba firmar nada.

Extrañamente Itachi no había intentado acercarse a forzarlo. Naruto solía oirlo suspirar en la mesa siempre que bajaba para recoger el mismo papel en blanco.

No entendía de qué iba su treta, pero estaba demasiado aterrado para preguntarle nada. Desde la noche del abuso, debía tomar dos baños diarios. La primera mañana se había restregado con tanta fuerza la piel que le duró escociendole todo el día.

Lo único que podía hacer estando alli atrapado era dormir, soñar, revivir recuerdos de Sasuke.

¿Por qué se había quitado la vida?

¿Por qué lo dejaba solo?

Al ver que Itachi se ponía de pie, se hizo un ovillo en la esquina, abrazandose las rodillas y atragantandose con sus propios latidos acelerados que le indicaban sobre otro posible daño.

Itachi llegó muy pronto hasta donde estaba y se puso de cuclillas frente a él, su expresión era neutra, de absoluta calma mientras le extendía silente el papel.

Sobrecogido, Naruto ladeó el rostro para esquivar tanto su presencia como aquella penetrante mirada escarlata. Su muda reticencia no sirvió de nada porque pasados unos minutos reparó en que Itachi no se iba.

–¿Para qué?– rompió la ley del hielo para exigirle a lo menos una explicación que Itachi no pensaba darle.

–Solo firma.

Intensamente agobiado, Naruto le arrebató la pluma. Iba a firmar cuando su sentido común se rebeló a gritos en su mente para frenarlo.

Si firmaba ese papel, ¿Qué ocurriría con él?

Desde su encierro no había recibido instrucciones o promesas baladíes. Todo lo que querían era inculparlo de la muerte de Sasuke, hacerlo sentir responsable. Quizá todo mejoraría si firmaba, pero también podía empeorar las cosas.

¿Valía la pena arriesgarse?

–No– poco a poco bajó la pluma ante la atenta mirada de Itachi–. Quiero un abogado, quiero llamar a...– se calló a tiempo, confuso y a punto de llorar. Ya no estaba en la cárcel, no tenía derechos de ningún tipo en ese lugar.

Apartandose un mechón de cabello, Itachi se incorporó.

–Tienes que firmar, no tienes alternativa– priorizó antes de alejarse hacia la escalera.

Hasta que no lo perdió de vista, Naruto se permitió relajarse un poco y bajar la guardia. Había visto un teléfono sobre el velador del cuarto al que lo condujo Fugaku noches atrás. Si tan solo pudiera subir unos minutos y usarlo...

Antes no había podido debido a la conmoción. Se había quedado inerte en la cama luego de recuperar el sentido, gimiendo y rogando porque todo fuera una pesadilla. Su vida seguía empeorando y no veía una salida.

Sus padres.

Sasuke.

El cautiverio y el abuso.

Aunque se esforzaba, por dentro se estaba rompiendo cada vez más.

¿Cómo podía ganarse la confianza de Itachi para llegar allí?

En silencio, tomó el papel para leer las clausulas. Quizá podría convencerlo de firmar si le otorgaban algún privilegio.

Pensativo y con ojos llorosos, siguió mirando hacia la escalera.

Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora