Capítulo 40

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El azote en su culo la hizo chillar del gusto. Ebrain con una morbosa sonrisa dibujada en sus labios, le propinó otro azote y gruñó al ver el culo de su chica rojo.

—Me fascina cuando tu color cambia... Este maldito fetiche me encanta y tú haces de esto algo muy enfermizo— le dio otro azote en su pierna izquierda e inmediatamente se colocó rojo chillón —¿Te gusta?— Penny excitada a más no poder, asintió.

El hecho de estar amordazada, con los ojos vendados, inmóvil de manos y de pie sostenida por las cadenas que descienden del techo la tienen en un entorno jodidamente excitante, morboso y muy lujurioso.

—Mmmmm— gimió cuando Ebrain tiró de las cadenas y con ello de sus pezones y su clítoris. Esa cadena se ha vuelto su favorita.

—Joder... mi ángel— mordió su cuello y permitió que su cuerpo tocara el de ella. Ambos temblaron sin control, el solo hecho de respirar el olor del otro los enciende a un nivel bastante peligroso —esa joya anal me mata— se apartó de ella después de retomar el control de su cuerpo —es preciosa— con una mano abrió sus nalgas y con la otra, sostuvo la fusta y movió el anillo con lentitud.

Penny no pudo evitar gemir del placer, no pudo evitar inclinarse un poco para que su hombre tuviera mejor acceso. Ebrain sonrió y como premio se inclinó y besó cada uno de sus glúteos para finalmente terminar con su lengua pasando por la hendidura anal.

—Aaammm— los vellos del cuerpo de Penny se erizaron dolorosamente, deseó nuevamente ese acto tan delicioso y como si Ebrain leyera sus pensamientos, volvió a pasar la lengua por la hendidura anal de Penny, esta vez sacando el anillo con sus dientes. Eso fue suficiente para que las piernas ya débiles de Penélope temblaran y fallaran al grado de dejarla colgando de las cadenas que atan sus manos.

—Ponte en pie— le ordenó con voz ronca y morbosa —quiero ver tus piernas temblar, quiero ver cómo tratas de unirlas cada vez que mis dedos rocen tu piel— con mucho esfuerzo y fallando muchas veces, logró ponerse en pie —eso es cariño— Ebrain se acercó a ella, lo suficiente para poder hablarle al oído, pero no demasiado para evitar contacto con sus cuerpos —te voy a follar más duro de lo que te follé en la cama. Chillarás mi nombre aun cuando estás amordazada, amor...— acarició el contorno de su ano con el dedo corazón, Penélope cerró los ojos con fuerza y jadeo por la contracción en su bajo vientre —estas construcciones serán nada para las que tendrás cuando mi polla dura y deseosa esté saliendo y entrando por ese coñito mojado y apretado que tienes— mordió el lóbulo de su oreja a la par que su dedo medio se deslizó por el canal anal.

—Aaaammmm— Penny se tensó por la repentina invasión, la tensión pronto se volvió placer y el placer pronto se volvió desesperación. Los movimientos que Ebrain hace con su dedo la está llevando al cielo —mmmmm— chilló al sentir las cadenas apretarse más por el tirón que Ebrain le dio.

—Ya no lo soporto más, quiero tomarte del pelo y hundirme esta vez en tu ano hasta que ya no tengas fuerzas para gemir, hasta que tu cuerpo quede inerte y sea yo quien deba tomarte en manos para terminar de usarte— se separó de ella y mordió su labio, el azote que le propinó en la espalda lo llenó a un punto casi desquiciante.

Cuando se colocó frente a ella, los gestos desesperados de Penny lo encendieron más. Decidido a finalmente entrar en ella de una buena vez, le quitó la venda de los ojos, la mordaza y soltó sus manos. Penélope jadeó por la sensación de descanso que tuvieron sus brazos.

Se sostuvo con la poca fuerza que le quedan en las piernas y lo miró. Ebrain sostuvo si mirada por unos segundos y ver esos ojos celestes cubiertos por una capa de lágrimas, lo enloqueció a sobremanera. Se acercó más a ella y sin quitar las cadenas inició a besar sus pezones mientras que con una de sus manos la tomó de la espalda acercándola más a él y con su mano libre recorre su vientre hasta llegar a la hendidura vaginal y sacando dos de sus dedos, inició a estimularla con movimientos lentos y con esa maestría que solo él es capaz de manejar.

Mi Posesivo ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora