Capitulo 37: Final 1/2

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Icar
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Todos los dioses habían bajado al inframundo, donde Andy en la boca del tártaro tenía a Zeus agarrado del pelo. Lo tiro de rodillas y su mirada se clavó en la de el.
Estaba decepcionado, el que se suponía el dios más fuerte, estaba derrotado frente a una chica de quince años. Mi giré la cabeza y mire a mi madre mirar a su marido con rabia. Tenia una cadena en la mano mientras la apretaba contra su pecho.

—Zeus, hoy vas a pagar todos tus pecados cometidos a lo largo de los años; Las violaciones, los castigos injustos, los abortos, el robo de el alma de la princesa Andrómeda y todo. Vas a pagar todo el daño que has echo en el tártaro—

— Os vais a arrepentir, todos. En especial tu Andrómeda conseguire la inmortalidad que me has robado. Ladrona maldita—  dijo el dios con asco, Andy harta de escucharlo lo volvió a agarrar del pelo y lo empujo al fondo del abismo.

Cuando Andy se giró, nos miró a todos. Y se fue a su palacio, si palacio. Al conseguir la inmortalidad Hades le había regalado un palacio en el inframundo, el palacio estaba situado entre los campos elíseos y los campos de castigo.

Mi madre intento agarrar mi mano, la mire incrédulo y le quite la mano. Caminé hasta el palacio de Andy, me cruze con varias almas las cuales se reverenciaban. Al entrar al palacio vi a Ares y Afrodita aparecer en la puerta. Afrodita me miró con cariño y me abrazó,  y se agarró de mi brazo.

—Mi valiente Icar, ¿Estas mejor de tus heridas?— asentí y ella posó su vista en mis alas;—¿Cuando podrás quitarte eso?—  negué suspirando.

—No lo sé, sinceramente no lo sé, pero ya me he acostumbrado a tenerlas.— ella sonrió y entramos en el palacio dejando a Ares atrás el cual me miraba mal.

El palacio de Andy era precioso, paredes de obsidiana y oro. Los pilares del mármol más blanco que alguna vez mis ojos vieron, las decoraciones de plata con rubíes incrustados. Era un palacio de ensueño, caminamos hasta el patio del palacio. Donde todo tipo de plantas estaban, Andy con su madre caminaban por el con felicidad por el y acariciaba las plantas con delicadeza.

Se percató de nuestra presencia y se giró; —¿Que ocurre?— Afrodita alzó los brazos y corrió hasta ella abrazándola.

Ella gustosa acepto el abrazo, detrás mío note que Deimos y Fhobos aparecían; —Hola chicos, ¿Cómo estáis?— dije burlón, Fhobos bufo molesto y replicó.

—Odio que te des cuenta que estamos detrás tuya, ya no puedo asustarte— sonreí pasando mi brazo por encima de sus hombros agachandolo hasta mi altura.

—Mi querido Fhobos, ya no soy el niñito asustado— el sonrió orgulloso.

—Cierto ahora eres el dios del vuelo y de la aventura— sonreí, y Andy me llamo, Fhobos y Deimos se vinieron con nosotros.

Según Andy tenía una sorpresa que darme, en Deimos me tapo los ojos con sus grande manos y me llevaron a otra zona del patio.

Al quitarme más manos de los ojos me deslumbre con la luz cuando me acostumbre pude ver a alguien que no veía en muchísimo tiempo.

Era mirarme en un espejo, pelo rubio descontrolado, facciones finas y sus ojos azules. Lo único diferente a mi, el abrió los ojos y me miró, alzó los brazos y me abrazó.

—Icar, mi nene chiquito—  el acento argentino se marcaba en su voz. Me lanze a sus brazos sentí como me estrujaba en ellos fuertemente.

Las lágrimas empezaron a correr por mi cara y agarre su rostro, para ver si era real pasaba mis manos por su cara con el miedo de que se fuera a desvanecerse, cuando la voz sono en mi garganta, un llanto lastimero sono por todo el patio.

—¡Pa-pa-papa!— no me lo creía, me me tenía agarrado para que no me cayese al suelo. El llanto se intensificó seguia sin creermelo, Andy se me acerco por la espalda y la sobo con cuidado.

—Os dejamos solos, después venimos— ellos se fueron y mi padre nos sentó en una de las muchas bancas y sonrió tierno.

—¿Porque no me contaste nada?, ¿Porque no me dijiste que tú también eres semidios? ¿Quién es tu madre?—

El sonrió limpiando mis lágrimas resolviendo mis dudas de una a una.

—Vos eras muy chico para saber nada, y saberlo solo te pondría en peligro, tu abuela es Filia la diosa de la amistad de hay nuestro apellido
D'Amico, de amigo.

—¿Y el Flores?— cuestiono yo mirándole, el sonrió y me contestó;

—Nene, tu abuelo era medio italiano y  medio español ¿Vos qué querés?— dijo moviendo sus manos.

Sonreí abrazándolo de nuevo esta vez tirándolo al suelo, el echo varias risas y me volvió a apachurrar en sus brazos.

Lady Shadow I: Los OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora