Duff estaba nervioso, mordía sus labios y sus dedos golpeaban lentamente el carrito de compras. Se encontraba en el supermercado, mirando ya por diez minutos los embutidos, cualquiera creería que ese joven estaba estallando en la locura, estaba ebrio o simplemente no sabía que hacer—"vamos, Michael, joder, que solo es un jamón"—pensaba el rubio.
La cuestión era así. Unos días atrás, había invitado a su compañero de banda, una banda que recién estaba despegando en el mundo del Hard Rock, un compañero de cabello negro y lacio, bajo de estatura y más pálido que un fantasma. Quería sacarse de dudas, ese hombre le tenía algo mal y no sabía si era idolatración o…¿Enamoramiento? No lo sabía, y temía que está última fuera la que acertara.
Terminó escogiendo jamón serrano, de hecho, lo tomó con los ojos cerrados y sin mirar atrás siguió su camino como queriendo escapar; este tema de la "cita"—que claro, no quería llamarlo "cita"—, lo tenía más que abrumado, estaba nervioso, tenía náuseas y sentía que en algún momento, le daría un vomito con diarrea, esto último, hizo reír los pensamientos de Duff, que por un momento se olvidó de sus penas.
Sin más, salió del supermercado para llegar a casa, solo había comprado algo de queso, pan, jamón y un pastel—el vino ya lo tenía en casa, claro—.Salió de la ducha suspirando, cada vez más, sentía que los minutos pasaban cada vez más rápido. Se miró frente al espejo lentamente, estaba muy nervioso y en cualquier momento él pelinegro tocaría el timbre de esa casa; acomodó su camisa, una camisa negra a medio abotonar y unos vaqueros que sin querer, resaltaban su masculinidad, se echó perfume y justo cuando cerró los ojos, ese timbrazo se escuchó.
Fue cuestión de segundos cuando ya hacía en el umbral de la puerta saludándolo con nerviosismo—¡Izzy…!, Izzy, hola…pasa, no te esperaba por aquí…— recibió con una sonrisa—"¿“No te esperaba por aquí „?, ¡Por Dios, Michael!".—lo invitó a pasar mientras miraba con detalle cada movimiento que hacía.
—el aroma es muy agradable— sonrió Izzy. Menos mal, punto para el rubio.
—me alegro que te guste, ven, siéntate por aquí, ya traigo la cena…— mencionó, seguido de unos movimientos que hacía en la cocina; había preparado pan con ajo, jamón serrano con queso y un poco de vino, también se había esmerado en hacer pasta de crema, pero cree, no le salió bien.
Ambos disfrutaban de aquella cena, platicaron de muchas cosas y los sueños que tenía con aquella banda que aún despegaba, en todo momento, Duff lo miraba con una brilléz y con una sonrisa torpe, que sin darse cuenta, el pelinegro le devolvia aquellos gestos de ternura y amor. El rubio se sentía tan cómodo con él, aunque no mentía en decir que tenía muchas ganas de abrazarlo y decirle todo lo que sentía, contarle sobre su confusión, no quería, pero a la vez sí.
El pelinegro, por su parte, miraba al más alto con ternura, le causaba enternecimiento cada sonrisa que soltaba y cada movimiento que hacía con sus manos, pero, este, al contrario del rubio, se encendía al ver ese tipo de acciones, él estaba seguro que gustaba de él y pensaba que la "cita" no era mera coincidencia, no, él sabía muy bien que había algo más, esperaba que aquel diera el primer paso, más este nunca llegaba. Pero no pensaba quedarse así, llegó un momento, donde Izzy no decía nada, dejó de platicar o de reír, solo lo miró, una mirada que te decía una y mil cosas, una mirada que te provocaba un orgasmo, o al menos así lo sintió Duff
—Izzy, yo…
Sus labios ya estaban estampados, sus labios bailaban un swing de primera, está tención que se había formado, se había roto por completo, cada uno marcando el territorio del otro, simplemente especial.
Duff ya no tenías dudas.
Duff ya estaba seguro de lo que sentía por Izzy.